Cada tres días un menor con conductas suicidas llama al Teléfono de la Esperanza de Málaga

La pandemia agrava las situaciones de riesgo y Málaga contabiliza más de cien muertes al año por esta causa

Viernes, 9 de septiembre 2022, 00:20

El suicidio es la primera causa de muerte no natural en España desde que en 2008 superó a los accidentes de tráfico. En total, 3. ... 941 personas pusieron fin a su vida durante 2020. De ellas, 163 lo hicieron en la provincia de Málaga (41 más que en 2019), según el último registro del Instituto Nacional de Estadística (INE).

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Unas cifras demasiado dolorosas que los profesionales relacionan directamente con la pandemia, que ha sido «la tormenta perfecta para que aumenten todos los riesgos de suicidio y autolesiones: aislamiento social, personas con patologías que han roto su rutina asistencial, miedos, problemas de convivencia, soledad, duelos sin resolver, desempleo, angustia por temor al contagio y, en general, incertidumbre ante el futuro», expone Juan Sánchez, presidente del Teléfono de la Esperanza de Málaga, la sede que más llamadas recibe de las 29 que hay en el país.

Recibieron 17.070 en 2021, el doble que en el año prepandemia, por problemáticas diversas: familiares, asistenciales, jurídicas, psicológicas y, también, por conductas suicidas (con una idea de acabar con su vida, o bien, que sufren una crisis en ese momento o porque el suicidio está en curso), que ha hecho saltar las alarmas, ya que los registros en lo que va de año ya superan a los del pasado: 587 frente a 546 y ha cuadriplicado las recibidas en 2019 cuando atendieron por este motivo a 126 personas.

Sánchez, psicólogo y pedagogo, admite que están «desbordados» desde la irrupción del coronavirus, pero especialmente preocupados se muestran con la vulnerabilidad de los más jóvenes.

Cada tres días un menor con intención de poner fin a su existencia ha llamado al Teléfono de la Esperanza de Málaga este año. Son 90 chicos que aún no han cumplido la mayoría de edad y que cogieron su móvil para buscar al otro lado de la línea alguien que le escuchara y empatizara con su sufrimiento desde la más absoluta confidencialidad y que no le juzgara por sus intenciones. 22 optaron por hablar por teléfono, pero desde que el pasado mes de marzo abrieron un chat para facilitar la comunicación por mensaje de texto, la mayoría de ellos (68) se sintió más cómodo usando esta vía. «Aunque en 2021 las consultas telefónicas crecieron, detectamos que las de jóvenes de 18 a 30 años eran minoritarias, de hecho, no se registró ninguna de adolescentes de 14 a 17».

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Desesperanza vía chat

La iniciativa ha obtenido la respuesta deseada y no se equivocaron cuando intuyeron que hablar por teléfono no era el canal más cómodo para los menores. Tanto es así que mientras la franja de edad de 46 a 55 años es la que más habla por teléfono (96) y la que menos recurre al chat (7), esta tendencia se invierte entre los de menor edad.

Desde el Teléfono de la Esperanza alertan también de un aumento de las conductas autolesivas entre los adolescentes. «Buscan con ello neutralizar el sufrimiento que tienen en ese momento, provocado en ocasiones por una frustración que no saben gestionar», explica Sánchez, quien indica que nunca hay una sola causa que lleve al suicidio. «Es multifactorial y multicausal, pero en la mayoría de las ocasiones hay un dolor psicológico, una desesperanza y una desconexión con el entorno más cercano». Por eso, durante la pandemia, con el ocio y las relaciones sociales reducidas al mínimo, una parte de la población y especialmente los jóvenes se han visto privados de esa válvula de escape. Encerrados en casa y viviendo quizá tensiones familiares o de estrés por no rendir en los estudios les ha podido llevar a desequilibrios emocionales no siempre bien resueltos.

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Mañana, 10 de septiembre, se conmemora el Día Internacional para la Prevención del Suicidio, muertes que según la OMS se podrían evitar en el 30% de los casos. Por eso, los expertos ponen el acento en la alfabetización de la población para que sepa detectar las señales de alarma. «Una de las más claras es la verbal: soy un estorbo o no valgo para nada, pero también hay comportamientos, como el de cerrar sus perfiles en las redes sociales o dejar un listado con todas las claves, que alertan de una posibilidad de suicidio y que cuando ocurre desencadena un sentimiento de culpabilidad en todo su entorno», apunta.

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