La tienda donde compras al peso... y a ciegas paquetes de Amazon o Shein

Ubicada en el interior del centro comercial Rosaleda, se trata de un comercio efímero (apenas estará abierto una semana) que vende esos paquetes de internet que se pierden en el limbo de las redes (léase empresas de mensajería) y que nunca llegan a sus destinatarios finales. Aunque con una particularidad que lo convierte en único: se venden en los mismos envoltorios en los que fueron enviados, completamente cerrados y no se pueden abrir para ver lo que tienen.

Esta original tienda estará abierta en Málaga hasta el próximo sábado, y posteriormente seguirá una ruta por España que le llevará hasta la ciudad de Alicante. En su interior, los productos se venden al peso sin ningún tipo de pista: 100 gramos cuestan 1,5 euros. Los compradores/jugadores tienen a su disposición artículos de moda, calzado, complementos, bisutería, hogar o electrónica. Todos los artículos, sin distinción, se amontonan en enormes cajas contenedoras sin organizar por tipos ni sección.

Anulado el sentido de la vista, básico y necesario para realizar cualquier compra estándar, a los potenciales clientes sólo les queda el tacto y la intuición. Muchos intentan averiguar lo que es al trasluz, pero ni por esas. «Esto de punta son unos tacones».... «Aquí parece que hay algo redondo como una pelota»... «¡Mira! Seguro que son unas zapatillas de estar por casa… ¿pero y de qué talla?»... Apenas un rato en la puerta de la tienda -donde habitualmente se montan grandes colas- da para asistir a todo tipo de historias y comentarios.

Marilyn Edelza, una de las encargadas de organizar la tienda y evitar 'tentaciones' en forma de miradas furtivas, añade alguna otra anécdota sucedida durante los últimos días: «Ayer (por el martes) una chica compró unas gafas de Prada por un euro y encima no las quería porque no sabía ni lo que era. Tuvo que ser su pareja quien le dijera que eran buenas porque las quería dejar aquí». «Esto, en el fondo, es como un juego; una tómbola que siempre toca», añade.

Con algo más de profundidad, explica que la empresa para la que ella trabaja, Destock Colis, nació en Francia y lleva alrededor de dos años especializada en la venta de paquetes perdidos no reclamados en diferentes ciudades europeas (Francia, Bélgica y ahora España). En su mayoría ofrecen artículos de Amazon, aunque también tienen acuerdos con otras compañías de reparto y empresas particulares como Shein para evitar que esos paquetes sean destruidos o incinerados. «Se trata de ayudar a que haya una economía circular y colaborar con el reciclaje», puntualiza.

La profesional no es capaz de calcular el número de artículos que se van a poder vender durante toda la semana en Málaga, pero advierte de que sólo permanecerán en la capital hasta el sábado por la noche cuando cierre el complejo comercial. Pese a no contar con una estimación, lo cierto es que a cada rato repone las cajas contenedoras para que siempre estén rebosantes de artículos.

Al tratarse de una tienda efímera, el local apenas cuenta con unos pequeños carteles donde se informa del nombre y del precio del kilogramo. Por eso la avalancha de curiosos suele ser constante. «¿Esto qué es?», «¿puedo abrir los paquetes?», «¿y si no me gusta?»... Pero aquí no hay derecho a devolución ni a mirar. «Si lo abres, te lo llevas». Esa es la verdadera norma del juego.

Al frente de Destock Colis se encuentran Christelle Martínez y su marido, que abrieron su primer establecimiento en la ciudad francesa de Hérault. Esta pareja comenzó con el negocio en el año 2022 tras aprobarse la ley antidesperdicio en Europa, una norma que ha limitado la destrucción de artículos no alimentarios no vendidos para fomentar las donaciones a favor de asociaciones que luchan contra la precariedad y para fomentar el reciclaje.

En su caso apuntan que «es una forma de dar una segunda vida a los objetos y luchar contra el desperdicio. En estos paquetes encontramos todo lo que se puede enviar a través de internet», explica Christelle Martínez en su página web. Ellos recogen los paquetes de centros logísticos al cabo de un año y siempre después de que nadie los haya reclamado ni recogido.