Sonia Díez, una apasionada de la naturaleza, apuesta por un nuevo modelo educativo. Ñito Salas
Verano 2020: La Granizada

Sonia Díez: «Si trasladamos el viejo modelo de clases magistrales a internet, no habremos logrado nada»

La presidenta del Colegio Internacional Torrequebrada, una apasionada de la naturaleza, prepara un curso escolar que se prevé lleno de oportunidades

Juan Soto

Málaga

Miércoles, 19 de agosto 2020, 00:24

Desde su centro, el Colegio Internacional Torrequebrada, en Benalmádena, apuesta por un modelo educativo que nada tiene que ver con el tradicional pupitre y orador. ... Sonia Díez, la presidenta del consejo de administración del centro, cree que las clases magistrales no deben ser la base de la educación y apuesta por un modelo que coloca al alumno en el centro del sistema. Además de educadora es escritora, conferenciante e impulsora del congreso Educacción, un evento que tuvo que ser pospuesto por la Covid-19. Luchadora, tras superar un cáncer de páncreas se muestra agradecida y vitalista.

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–La primera es obligada: ¿Habrá vuelta al cole en septiembre?

– Habrá vuelta al cole seguro, pero probablemente nunca más volveremos a ver la vuelta al cole de antes, sino que cada año deberíamos replantearnos objetivos y metas para mejorar lo del año anterior. Creo que éste va a ser un año de grandes oportunidades y de incluir metodologías más diversas.

–¿La vuelta será (o debe ser) presencial?

–Ojalá tuviera una bola de cristal, pero todos vamos a intentar que haya la mayor presencialidad posible porque el colegio es, sobre todo, comunidad, y eso se mantiene con el trato frecuente.

–¿Cómo se prepara un curso escolar sin saber a ciencia cierta si habrá clases presenciales?

–Se prepara explorando distintos escenarios y es un trabajo enorme desde el punto de vista de dotación de recursos y de flexibilidad. Hay que plantear protocolos para cualquier hipótesis dejando siempre un espacio para la flexibilidad.

–En otros países también están preocupados por lo mismo que nosotros en el ámbito educativo?

–El debate educativo en España no tiene nada que ver con el que hay en otros países. Aquí estamos muy centrados en rutinas relacionadas con los exámenes, el mobiliario, los protocolos sanitarios... y en otros países se está debatiendo más sobre la gestión, el tipo de liderazgo, los contenidos y la personalización del aprendizaje.

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–¿Qué hemos aprendido de todo esto, si es que se ha aprendido algo?

–Hemos aprendido que un sector que no había cambiado en 200 años, con estructuras prácticamente iguales en la era industrial, era muy infantil. No habíamos tenido la oportunidad de exigirle ser flexible ante situaciones de incertidumbre como los actuales. Todo lo que se suponía que estaba muy bien armado, como los pupitres, los espacios, las agrupaciones de niños por edad o fecha de caducidad era una trampa para cuando vienen adversidades. Hasta ahora hemos tenido un modelo de enseñadero en vez de un colegio. Ahora tendremos que acostumbrarnos a nuevas formas de hacer y no habremos logrado nada si trasladamos el viejo modelo de clases magistrales a internet y lo llamamos educación virtual. Si queremos un modelo antiguo con clases nuevas tendremos un modelo Frankenstein donde nada va a encajar. No se puede pretender que cinco horas presenciales sean como cinco delante del ordenador.

–¿Cómo va a afectar el parón educativo a los jóvenes?

–Hay niños escolarizados que están viviendo la segunda crisis gorda. En la primera, la económica, vieron que la tranquilidad de la familia se alteraba; y con la actual les damos muestras de que el mundo es bastante inseguro. Puede que produzca en ellos una situación de resilencia que no sea del todo malo; quizás sea un regalo para las situaciones futuras. No obstante, ese parón de aprendizaje de tres meses les va a suponer un problema para seguir el ritmo. Pero yo no sería dramática porque los niños también se enfrentan a enfermedades y pérdidas importantes y se sobreponen a ellas. Dentro de la educación no vale rendirse.

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–Después de presidir un colegio, la Fundación Itaca, escribir libros, participar en tertulias, organizar congresos, fomentar los objetivos de desarrollo sostenible… ¿le queda algo de tiempo libre?

–(Risas). Me queda mucho tiempo libre porque todo lo que hago lo hago por verdadero amor; y eso es parte de mi tiempo libre. Es un tiempo libremente ocupado. A mi me encanta la naturaleza, disfrutar de mis amigos y de mi familia, y precisamente estando en la naturaleza se me ocurren todas estas cosas. Yo pienso que la vida es una sucesión de oportunidades y todas ellas son compatibles si son queridas y elegidas. Lo malo es cuando nos lo llevamos a obligaciones no deseadas. Llevo todo el verano sin dejar de trabajar porque toca preparar un curso muy especial, pero jamás nadie me habrá oído quejarme.

–¿Qué hace para evadirse?

–Me encanta todo lo que tenga que ver con la naturaleza: hacer senderismo, baños en el mar, buceo, todo lo que tenga que ver con animales, proyectos relacionados con ecología, espiritualidad, yoga, meditación... Es esa sensación de encontrarte contigo mismo.

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–¿Usted cree en la suerte?

–Yo creo en la suerte porque a veces recibimos mucho más de lo que hemos hecho para merecer, y eso significa creer en La Providencia y, de alguna manera, ser agradecido. En cierta manera la suerte es un factor que otros propician para que tú te beneficies.

–Me refiero ahora a su cáncer y a la forma en la que se lo detectaron (gracias a un chequeo rutinario que ganó en un sorteo benéfico)

–Creo que eso ha sido un gran regalo de la vida, una segunda oportunidad para evaluar tus prioridades y forma de vivir. Para una persona inquieta como yo es el mayor regalo que puedes recibir. Yo soy creyente y, tal y como sucedió todo, con una sucesión de aparentes casualidades, la verdad es que creo que es un poco un milagro. Por eso, desde que sucedió tengo el firme propósito de dar lo mejor de mi misma para ayudar a dejar este mundo un poquito mejor.

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–¿Cómo acaba una bilbaína en Málaga? ¿Es también suerte?

–Eso es cuestión de buen gusto. Me gusta mucho haber nacido en Bilbao y me gusta muchísimo vivir en Málaga. Creo que es una combinación preciosa.

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