El río de la vida
Cuando comenzó la pandemia, algunos se apresuraron a certificar la muerte de la ciudad tradicional como espacio de convivencia. Estamos abocados a replicar modelos urbanos ... anglosajones, leímos en algunos foros; sin embargo, a la vista de la actividad urbana presenciada en la Alameda Principal y sus aledaños durante las largas tardes estivales, quizá tal acta de defunción se había firmado de forma algo prematura.
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Mientras en calle Larios los bancos han devenido en improvisados tableros de ajedrez, no lejos de allí una marea humana ondula por las aceras que enlazan el Guadalmedina con la estatua del marqués, ajena a la mera necesidad de desplazarse entre dos puntos: la gente pasea por el simple placer de hacerlo. Y lo hace de una forma serena, con una calma antigua propia de las ciudades que han crecido a la orilla del Mediterráneo. La vida sigue.
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