El psiquiatra Javier Romero, en el Hospital Marítimo de Torremolinos. MIGUE FERNÁNDEZ
Psiquiatra y codirector del Plan Integral de Salud Mental de Andalucía (PISMA)

Javier Romero: «La pandemia ha disparado los trastornos mentales y el sufrimiento emocional»

«Hay que trabajar con las familias de los pacientes psíquicos desde el principio para que no tengan que claudicar y decir que no pueden más»

Ángel Escalera

Málaga

Domingo, 10 de octubre 2021, 00:36

La pandemia ha sacado a la luz aún más las sombras de la salud mental, cuyos recursos históricamente han sido muy escasos. La crisis del ... Covid ha disparado los trastornos psíquicos y el sufrimiento emocional. Esta situación la conoce de primera mano el director de la unidad de salud mental del Hospital Clínico Virgen de la Victoria y codirector del Plan Integral de Salud Mental de Andalucía (PISMA), Javier Romero. Este psiquiatra, con motivo de la celebración hoy del Día Mundial de la Salud Mental, hace hincapié en que hay que mejorar la red sociosanitaria de la que dependen pacientes y familiares. En este sentido, el doctor Romero detalla en esta entrevista que hay que trabajar desde el principio con las familias de los enfermos psiquiátricos para apoyarlas y que no tengan que llegar a decir que no pueden más.

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–¿Cuál es el panorama actual de la salud mental en Málaga y en Andalucía?

–En estos momentos, se han unido las dificultades que ya arrastrábamos, de escasez de recursos y una red sociosanitaria insuficiente, con las dificultades creadas por el Covid. Hay un incremento de personas con problemas no graves que solicitan consultas en los centros de atención primaria. Eso nos está provocando en el hospital hasta un 40 por ciento más de aumento de derivaciones de pacientes desde la atención primaria.

–O sea, que hay mucho más trabajo en salud mental que antes de la pandemia.

–Muchísimo más. Calcule un 30 o un 40 por ciento más de consultas y una mayor ocupación de camas en los hospitales. Hay una mezcla de factores sociales que influye en ese crecimiento, unido a la situación por la que están pasando los centros de primaria, lo que acentúa sus problemas para hacer el trabajo como antes.

–¿De qué forma se manifiestan esos trastornos psíquicos que, aunque no son graves, han crecido y que si no se tratan pueden agudizarse?

–Efectivamente, se pueden cronificar. Son problemas que tienen que ver con los niveles de ansiedad y bajo ánimo, con preocupaciones que afectan al sueño y que guardan relación con cuestiones de sufrimiento de la vida cotidiana como, por ejemplo, estar en paro o en un ERTE. Ante eso, las personas piensan: ¿«Qué va a ser de mí? ¿Qué va a pasar?» Generalmente, hay una tendencia a solicitar ayuda médica ante un sufrimiento emocional no patológico. Son trastornos mentales comunes.

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«Tenemos ahora un 30 o un 40 por ciento más de consultas y una mayor ocupación de camas»

–Por tanto, la pandemia ha disparado los trastornos mentales y más gente pide ayuda médica.

–Sí, sí. Eso es indudable, los ha disparado.

–¿En qué grupos de población se nota más esa situación de angustia y ansiedad?

–Llamativamente, la población adolescente es la que ha padecido más. Es algo que nos ha sorprendido. Hemos estado confinados, pero comunicados por las redes sociales. A pesar de que los adolescentes son los que tienen más experiencia en la comunicación virtual, es en ese grupo de edad en el que han crecido más la asistencia en urgencias, los ingresos hospitalarios y la demanda de ayuda.

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–¿De qué modo ha repercutido en la salud mental de los profesionales sanitarios la gran presión que han soportado desde la aparición del Covid? ¿Les quedarán secuelas?

–Hay programas de ayuda para los profesionales sanitarios en todos los hospitales. Se ha unido una sobrecarga laboral con el miedo, la incertidumbre y el estrés mantenido durante muchos meses. Y, aunque los sanitarios estamos más acostumbrados a este tipo de situaciones, no deja de ser algo excepcional. Respecto a si les quedarán secuelas a largo plazo, yo creo que no tiene por qué, aunque depende de los recursos de cada uno. Los problemas adaptativos en general no tienen mal pronóstico.

«Entre el seis y el siete por ciento de la población andaluza está tomando antidepresivos y el 10 por ciento, tranquilizantes para dormir»

–Independientemente de la crisis sanitaria del coronavirus, ¿cuáles son los trastornos psíquicos más frecuentes?

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–La ansiedad y la depresión. Entre el seis y el siete por ciento de la población andaluza está tomando antidepresivos y el 10 por ciento, tranquilizantes para dormir y relajarse. Esos problemas no son graves en un principio, pero se pueden cronificar.

–¿Cree que hay un exceso de medicalización? ¿Se pueden solucionar alguno de esos problemas sin tomar pastillas?

–Claro. Ahí tenemos un problema serio: la medicalización de lo que llamamos sufrimiento emocional. Hace falta ampliar la red sociosanitaria para poder dar respuesta y acompañamiento a ese sufrimiento sin necesidad de medicar. Esa es una de las asignaturas pendientes. La red básica natural es la familia, pero muchas veces la red familiar está desestructurada por cuestiones de vivienda, de trabajo, etcétera.

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–Tal vez lo que sucede es que la sociedad actual no está tan preparada para afrontar el sufrimiento como sucedía en épocas anteriores.

–Creo que antes había un mejor acompañamiento y una red familiar más tupida. Se podía encontrar a tres generaciones en el mismo domicilio o en el mismo entorno. Por ejemplo, en el caso del duelo, que no es un sufrimiento patológico, el acompañamiento lo deben hacer las personas más cercanas, es decir, la familia. Ahora acompañamos peor, pero no porque lo hagamos mal, sino porque nuestra red está mucho más distante. Por eso, es necesario crear más recursos sociales de apoyo para ayudar a esas personas sin que haya que medicalizarlas. Hay que apoyar más al sufrimiento en general.

«El Covid ha puesto encima de la mesa que los recursos en salud mental eran escasísimos»

–O sea, que muchos pacientes que ven en las consultas no tienen una enfermedad mental, sino problemas que hacen que afloren la ansiedad, el estrés o la depresión, ¿verdad?

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–Exactamente. La patología grave también está ahí, pero es más estable. Esta otra de la que hablamos oscila mucho más y depende de las circunstancias sociales y económicas en las que nos movamos.

–Así pues, si se potenciase esa red social, mejorarían ese tipo de trastornos psíquicos...

–Habría una mejor atención y un mayor acompañamiento. En el caso de duelo, como le decía antes, el mejor acompañamiento es el que da la familia y la gente cercana. Eso es mejor que un psicólogo. Si no queda más remedio, ¿vale?, se va al psicólogo. Uno piensa que el especialista lo va a hacer mejor que yo, que soy el familiar, y no es verdad. En nuestra cultura, la familia sigue presente, más en las zonas rurales que en las urbanas, y debe tomar conciencia de su capacidad de ayudar a la recuperación. Terapéuticamente, los familiares son más potentes que nosotros en cuanto al abordaje del sufrimiento emocional.

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–¿Está diciendo que la familia es más eficaz que el psicólogo y el psiquiatra para ayudar a superar el sufrimiento emocional?

–Sin duda. La primera barrera tiene que ser la más cercana; es la más eficaz. Si falla, entonces, complementariamente a la familia, está el profesional. Si falla la atención primaria, que tiene mejor posición, entraríamos nosotros. El médico de familia acompaña mejor que nosotros, los especialistas.

–Vamos, que se trata de ir subiendo los escalones de la asistencia poco a poco.

–Efectivamente. Cada escalón tiene su importancia, sin que el último sea el mejor.

«Está más que demostrado que los delitos normalmente no vienen de los problemas psíquicos»

–La salud mental históricamente ha sido como la hermana pobre de la sanidad. ¿Ha habido mejoras en ese asunto?

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–Hay una mayor conciencia política de eso. El Covid ha puesto encima de la mesa algo que era una realidad: que los recursos en salud mental han sido escasísimos. Estamos muy por debajo de la ratio de profesionales. En Andalucía hay pequeñas apuestas y proyectos pilotos de aumento de la cartera de servicios, como la presencia de psicólogos en atención primaria, pero es algo muy lento y pueden pasar años hasta que se implemente. Es que Andalucía es una comunidad muy grande.

–Por tanto, hay mucho margen de mejora todavía.

–Sí. La red actual es escasa. Tenemos que ir incrementándola. Creo que ya vamos por buen camino, pero ahora falta repartir los nuevos recursos por toda Andalucía. Todavía queda.

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–Ya sabemos que en atención primaria están cortos de efectivos, pero ¿sucede igual en la atención psiquiátrica especializada en los hospitales?

–La situación varía según los hospitales. Hay una saturación de las camas de salud mental porque hay muchos problemas sociales que no tienen salida. Existe un obstáculo enorme por la falta de plazas residenciales para los pacientes, con retrasos de muchos meses para conseguirlas. Esa carencia hace que haya mucho atasco en las hospitalizaciones.

–Las familias de enfermos mentales se sienten solas y no saben qué hacer cuando no tienen un lugar en el que ingresarlos.

–Entre los equipos comunitarios de atención y los hospitales hay un espacio inmenso que debería estar cubierto por distintos recursos, como los de intervención en crisis, más cercanos a los domicilios de los pacientes, y casas de respiro para ingresos cortos en un lugar más acogedor que un hospital. Son estructuras que tienen que ir creándose para dar una mejor respuesta a los problemas derivados de la patología psiquiátrica grave.

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–Muchos familiares se lamentan de que se ven impotentes sin que se les resuelvan los problemas de una vez por todas.

–Hay una asignatura pendiente que pasa por trabajar con las familias desde el principio de una enfermedad mental para evitar llegar a una situación en que claudiquen y digan que ya no pueden más. La familia es un recurso fundamental en el apoyo y el acompañamiento.

–Los pacientes mentales sufren su trastorno, por un lado, y estigma social, por otro. ¿Cómo cambiar ese hecho?

–Está más que demostrado que los delitos normalmente no vienen de los problemas de salud mental. Hay que seguir trabajando para acabar con el estigma.

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