Opositar a una nueva vida
La búsqueda de estabilidad, de horarios racionales y de retribuciones justas empujan a cada vez más trabajadores en la recta final de su vida laboral a prepararse una oposición. «Estamos quemados»
Trabajan. Llevan décadas haciéndolo. Algunos, en la misma empresa; otros saltando de una a otra con contratos temporales o alternando turnos de mañana y tarde. ... Se han dejado la piel y parte de su vida por el camino, pero sienten que su talento ni es valorado ni tiene la recompensa debida. No hay posibilidades de promoción, llevan años con sueldos congelados y el horario es tan elástico que se alarga todo el día. Imposible conciliar. Autónomos o por cuenta propia, con jornadas reducidas o a tiempo completo.
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Ahora, cuando ya enfilan el camino de la jubilación, buscan en la administración pública la estabilidad que nunca tuvieron, una remuneración económica regulada y una jornada de trabajo racional. Marta, Alicia, María (las tres con nombres ficticios), Luis y María del Mar preparan oposiciones y cuentan a SUR cómo es volver a hincar codos, digerir tochos legislativos habiendo perdido el hábito de estudio y renunciar a vacaciones y al poco tiempo libre que les deja la jornada para estar con familia y amigos.
No ocultan la dificultad, pero tampoco su enorme motivación, ahora, más si cabe, por la importante oferta pública de empleo que hay.
Como ellos, son cada vez más los opositores de entre 45 y 55 años que se lían la manta a la cabeza y emprenden una aventura que esperan terminar con final feliz. «No es la mayoría, pero sí observamos una tendencia creciente desde la pandemia. De ser una cifra anecdótica hace dos décadas, empieza a ser relevante», constata Jesús Ayala, director de la academia de oposiciones que lleva su nombre. Admite el esfuerzo que entraña para este colectivo, que ha encontrado en el seguimiento de las clases por 'streaming' (en directo, 'on line') o grabadas para verlas posteriormente una ventaja para compatibilizar estudio y trabajo. Asimismo, asegura que quien con esa edad decide dar el paso, «va a por todas». «A diferencia de los más jóvenes, saben que no tienen tiempo que perder y que no pueden dormirse en los laureles».
En el centro preparador de oposiciones Pirandello confirman esta tendencia y retratan a estos opositores como trabajadores que llevan muchos años en sus empresas, que incluso ganan buenos sueldos, pero que ansían mejorar su calidad de vida, aunque eso implique ganar menos dinero. «Están quemados y optan por prepararse algo menos ambicioso para meter cabeza y en un futuro ya promocionar dentro de la Administración. Hay otros que la pandemia los dejó en la cuneta y han tenido que reinventarse para llegar a la jubilación con una pensión digna. En cualquier caso, se preparan mayoritariamente para corporaciones locales con el fin de no alejarse de su ciudad», explica Alicia Pérez, gerente de esta academia, que abrió sus puertas hace siete años en Málaga.
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María (44 años). Administración de la UMA
«No puedes estar quejándote siempre después de tantos años; hay que intentar salir»
Terminó sus estudios de Comunicación Audiovisual en Málaga, pero nunca trabajó en ese sector. Empezó en el departamento comercial de una empresa textil hace 20 años y desde entonces no le ha faltado una nómina. Ahora, tiene un contrato fijo, aunque el horario, a veces de mañana y otras de tarde, la lleva de cabeza. «Necesito un mínima estabilidad que me permita organizar mi vida», asegura esta opositora a la administración de la Universidad de Málaga (UMA). «Cuando uno es joven y termina los estudios, solo piensa en conseguir un contrato y ganar dinero. No le importa los turnos, ni si los precios suben o bajan, pero con la edad, una busca otras cosas. Es cierto que te acomodas y cuesta salir de la rueda en la que estás, pero siempre queda tiempo para mejorar».
Hace apenas un mes que empezó a prepararse. «Estoy muy ilusionada, pero me está costando mucho coger el hábito. Dependiendo del turno que me toque cada día, saco tiempo para estudiar, pero no está siendo fácil». Trata de visualizar ese día en que pueda llevar una jornada ordenada, salir de casa al trabajo y saber a qué hora terminará; es su motivación, lo que le da fuerzas cada día para intentar salir de la rueda laboral en la que está inmersa. Busca orden y estabilidad, pero también una mejora salarial. «La vida está cada vez más cara y los sueldos nunca suben», lamenta. María trata de transmitir la desazón que siente por tantos años sin incentivos, pero no quiere quedarse en el lamento. «Si después de tantos años, uno no está contento, no puede seguir quejándose. La solución no está en quedarse cruzados de brazos. Hay que poner los medios, al menos, hay que intentarlo», asegura.
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Marta (48 años). Administración del Estado
«Cuando leo en los apuntes los derechos de los funcionarios, tengo que coger aire»
Hace un año que empezó a prepararse para el gran cambio de su vida: convertirse en funcionaria del Estado. Titulada en Pedagogía y con la carrera de piano y canto a sus espaldas, Marta sabe bien lo que significa reinventarse y levantarse cuando los vientos soplan en contra. Lo hizo cuando tras casarse se trasladó a Murcia desde su Madrid natal. Montó una escuela infantil en la que impartía música. «Allí sufrí todo lo que puede hacerlo un autónomo». Tras siete años, tuvo que echar la persiana.
Divorciada y con dos hijos de dos y seis años en aquel momento (hoy tienen 18 y 14 años), se buscó la vida dando clases en un conservatorio. Luego lo haría en un colegio privado y, posteriormente, en otra escuela. Tras esas etapas, siente que ya no puede más. «Las condiciones del mercado laboral no tienen nombre y la conciliación laboral es imposible. Trabajaba para pagar canguros. Me sentía quemada, desamparada y no alcanzaba a ver la luz. El desgaste era cada vez mayor», asegura esta opositora. Estudiante de sobresaliente, dice que con lo que ha estudiado en su vida podría ser ya magistrada del Tribunal Supremo, pero que le ha lucido muy poco porque nunca alcanzó una mínima estabilidad ni un sueldo que se aproximase a los 2.000 euros. Por eso, llega un momento en que dice basta y opta por opositar.
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Sin embargo y a pesar de tener también el título de Magisterio de Primaria de inglés, descarta prepararse para docente. «No quiero unas oposiciones a Educación, donde tras las cribas del examen escrito, haya que exponer unas unidades didácticas en las que con lo mismo, unos sacan un uno y otros, un diez. No estoy dispuesta a eso. Quiero un examen donde solo haya que poner cruces», subraya.
Así, tras decidirse por una oposición a la Administración del Estado, se buscó el temario por su cuenta, pero nada más verlo se dio cuenta de que aquello era difícil de digerir en solitario. «Todo me sonaba a chino y no bastaba con memorizarlo, había que entenderlo». Le hablaron bien de una academia en Málaga y desde entonces se prepara en 'Jesús Ayala'. Las clases las veo ya grabadas, pero los preparadores siempre están para las dudas. De otra forma, sería imposible seguirlas».
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Y es que Marta trabaja seis horas con horario partido, lo que le obliga a levantarse todos los días a las siete de la mañana y aprovechar hasta la una de la tarde, en que sale a su trabajo como jefa de estudios en un centro educativo. «Al volver, ya es imposible retomar los libros», confiesa esta opositora muy crítica con el sistema: «Cuando me topo con el derecho de los funcionarios en los apuntes, tengo que tomar aire; no entiendo como ellos tienen tantos y el resto de asalariados, ninguno. Tengo la sensación de haber perdido el tiempo y de haber sido imbécil, trabajando toda la vida para que los funcionarios vivan bien». Ahora busca quitarse esa espinita que tiene clavada, «porque habiendo invertido tanto esfuerzo y estudio en mi vida, no he encontrado recompensa, y no estoy dispuesta a rendirme».
Luis (37 años). Conserje de centros educativos
«La pandemia y el nacimiento de mi hijo me hicieron plantearme la oposición»
Hace tres años que todo cambió para Luis. El nacimiento de su hijo en noviembre de 2019 y la irrupción de la pandemia cuatro meses después marcaron un punto de inflexión en la vida de este profesional. Dedicado a tareas multiservicios y de mantenimiento del hogar, bien como autónomo o por cuenta ajena, se planteó si había llegado la hora de buscar algo más estable y seguro. «Cuando nos confinaron, yo trabajaba como autónomo en el mantenimiento de algunas comunidades de vecinos. De la noche a la mañana, me quedé sin poder salir a trabajar y tuve que apoyarme económicamente en mi mujer, que es funcionaria».
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Aquel vértigo a quedarse de nuevo en paro, a no contar con un empleo estable y con continuidad, sumado a la necesidad de pasar más tiempo con su pequeño empujaron a Luis a replantearse algo que había barajado en otras ocasiones. «Abandoné los estudios con 16 años siendo buen estudiante; preferí irme a la hostelería y luego a la construcción para ganar dinero. Fue un error que me ha obligado a sacarme ya de adulto el Graduado Escolar. Precisamente, esa falta de estudios y la dificultad para retomar los libros siempre frenaron mi idea de prepararme una oposición». Ahora, se forma en la academia de Jesús Ayala, donde el soporte 'on line' de la formación ha sido «crucial» para que pudiera prepararse la prueba y compaginarla con su trabajo y la crianza de su hijo. Aún así, no oculta la dificultad para coger el hábito de estudio y de aprender contenidos más áridos, como los referidos a procedimientos administrativos, ley de transparencia o protección de datos. «A principios de este año empecé de cero y ahora me siento casi preparado. Aún no hay fecha de examen, pero creo que estoy listo», zanja.
María del Mar (54 años). Administración local
«Tenemos la experiencia y el conocimiento, pero el mercado valora otras cosas»
Titulada en Ciencias Económicas, a sus 54 años está decidida a darle un giro a su vida, prácticamente en el umbral de la jubilación. Desde que terminó la carrera, nunca le faltó trabajo en el sector del transporte. Lo ha hecho por cuenta ajena, pero también ha dirigido su propia empresa. Hasta hace tres años, en que las dificultades que atravesaba el negocio se hicieron insalvables y la obligaron a cerrar. «Te encuentras con una edad en la que tienes experiencia acumulada y conocimiento, pero al salir al mercado laboral de nuevo te sientes extraña. Si buscas empleo en tu mismo sector, compruebas que buscan gente joven y, si lo intentas en otro, te ves desfasada y que tus conocimientos tecnológicos no están al nivel que demanda el mercado laboral. Y aquí es cuando reparas en que tienes un problema para reincorporarte de nuevo a él». Por eso, a María del Mar no vio otra opción que prepararse unas oposiciones para intentar entrar de nuevo en ese mercado laboral en igualdad de condiciones. «Además, tendré la ventaja de disfrutar de una tranquilidad hasta que complete los años de cotización antes de la jubilación», apunta esta opositora, que acumula más de 33 años de vida laboral.
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Hace tres que empezó a prepararse para ese momento en la academia Pirandello y recuerda lo duros que fueron los inicios. «Lo más complicado fue aprender a organizar el tiempo y memorizar textos legales, pero al final es como el que va a trabajar, tienes que echar cuatro o seis horas diarias». A esa dificultad, ha tenido que sumar las renuncias, porque aunque sus hijos son mayores (26 y 23 años) ha tenido que sacrificar tiempo de estar con amigos y familias. «No es bueno romper con la rutina».
Alicia (45 años). Administración local
«A esta edad cuesta cambiar. Si uno se decide a dar el paso, tiene que compensar»
Alicia está decidida a ser funcionaria, aunque sea a costa de dejar su vida familiar en 'stand by'. Casada y con dos hijos de 11 y 14 años, intenta sacar tiempo para ellos. Pero las horas del día no puede estirarlas más de lo que lo hace esta titulada en Química, que trabaja en una empresa de medicina privada desde hace una década. Desde la pandemia, tiene jornada reducida que concentra en tres días; el resto, los dedica a estudiar desde el pasado mes de mayo en que buscó una salida al desencanto que arrastra desde hace años. Era ahora o nunca. «He intentado buscar otros empleos, pero las empresas de este sector son pequeñas y ofrecen poco, los sueldos apenas superan los mil euros; son realmente cutres. Toda la vida trabajando y cada vez más empobrecida», denuncia.
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Por eso, al verse con más tiempo y con sus hijos más mayores, vio la oportunidad de intentar ganar en calidad de vida. «A esta edad cuesta cambiar, por eso tenía claro que si daba el paso, me tenía que compensar tanto en salario, como en horario y en las posibilidades de promocionar».
Admite que la motivación sigue intacta, pero que se precisa mucha fuerza de voluntad para cumplir con la planificación de estudio. «Tienes la sensación de que no llegas a nada y que descuidas cosas importantes. Sin el apoyo de la familia, sería imposible prepararme unas oposiciones porque es cargar aún más la mochila que una lleva encima. Pero, el esfuerzo no es solo mío, es de toda la familia. Mis hijos también están sufriendo mi falta de tiempo. Este verano, se han quedado sin vacaciones». Alicia, solo espera que, algún día, todo este esfuerzo haya merecido la pena.
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