Empresario en el sector del ocio nocturno
Juan Rambla: «Nunca pensé que con la edad que tengo ahora iba a seguir estando en la noche»«Las discotecas cumplen una función social, son espacios que sirven para despejar la mente, donde te puedes soltar», asegura
Algunas anécdotas siguen provocándole una sonrisa. El mosaico que acumula es tan amplio como variado. Juan Rambla (Málaga, 1967), jugador de baloncesto en las categorías ... inferiores de Unicaja, quien se convirtió luego en una de las figuras principales de la noche malagueña, propietario de la Sala Gold, está sentado en uno de los reservados de la discoteca, un jueves a primera hora de la tarde.
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Habla sobre sus inicios, sobre cómo ha cambiado el ocio nocturno y da algunas claves para sobrevivir. «La noche es muy complicada en varios aspectos», adelanta.
–¿A qué hora se ha levantado?
–A las once menos cuarto. No está mal teniendo en cuenta que me acosté a las cinco de la mañana.
–Si hubiera dicho que ha madrugado para salir a correr hubiera sido decepcionante, la verdad.
–No, no… No soy yo de esos.
–¿El jefe tiene que hacer acto de presencia?
–A mí siempre me ha gustado estar muy encima de los negocios. Entonces, suelo venir. No todas las noches porque luego hay mucho trabajo de oficina. Este gremio ha cambiado mucho. Cuando empecé, abrías la corredera, la cerrabas y así hasta el día siguiente. Antes ni siquiera se abría a diario.
–¿Lleva bien lo de delegar?
–Con los años, cada vez mejor. Al principio, me costó mucho. Pero con el tiempo vas creciendo y te ves obligado a delegar. Es fundamental tener buenos equipos. Yo tengo gente muy profesional que trabaja conmigo.
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–¿Cómo empezó todo?
–Pues mira, empieza de casualidad. Yo jugaba al baloncesto en el filial de Unicaja. En el 92 me dicen que ya no puedo seguir. Me tenía que haber ido a otro equipo, a otra ciudad. Me lo pensé pero decidí que hasta aquí había llegado mi carrera como jugador. Paco Moreno era entonces presidente del Unicaja. Me conocía desde que era niño. Me llamó a su despacho y me ofreció trabajar como jefe de relaciones públicas. Él tenía Plató, que hoy en día es Andén. Yo me quedé un poco descolocado, pero me dijo que me conocía bien y que valía. Él fue mi gran maestro. Así empecé y poco a poco…
–¿Cuál fue su primer negocio propio?
–Hablé con mi amigo Joaquín Anaya y con Francis Vera, que tenían unos locales aquí en el Centro. Les propuse una idea de negocio que tenía, que era montar un bar con música española. Flamenquito, rumba y tal. En aquella época, en Málaga, no había nada de eso. Les pareció bien y montamos el Siempre Así. A partir de ahí, pues ya vino uno detrás de otro. La Sala Gold, por ejemplo, abre en 2009. Es verdad que nunca pensé que con la edad que tengo ahora iba a seguir estando en la noche.
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–¿Qué le fascina de la noche?
–Lo que más me fascina es ver disfrutar a la gente. Cuando ponen una canción determinada y de repente ves a la sala entera dando botes. Eso me genera una satisfacción enorme.
–¿Confunde mucho?
–La noche es complicada en muchos aspectos. Nuestra actividad principal es vender diversión y crear cultura. Pero también vendemos alcohol, que es lo que hace que el negocio se pueda mantener. Ha habido mucha gente en el gremio que, cuando pasa del alcohol a otros temas mayores... pues es fácil que se te vaya de las manos.
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–¿Se aplica algún autocuidado?
–Me impongo parones biológicos en los que estoy sin tomar alcohol. Ni una cerveza. Lo hago para darle descanso al cuerpo y para comprobar que sigo teniendo el control.
–¿Cuántos 'garitos' tiene ahora mismo?
–Estoy involucrado ahora mismo en nueve locales. Ten en cuenta que no son solo míos.
–¿A cuál le tiene más cariño?
–Al que más cariño le he tenido en mi vida fue a Siempre Así. Sin duda. Tenía una personalidad muy marcada y coincidía mucho con mis gustos. De los actuales, a la Sala Gold. Es donde más cómodo me siento.
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–El título de rey de la noche de Málaga sería para usted, ¿no?
–Yo creo que no hay un rey. Hay mucha gente que ha hecho un buen trabajo. Este sector se ha profesionalizado mucho. Insisto, no creo que haya un rey. Sí es verdad que quizá sea de los más antiguos, si no el que más.
–¿Hay para que coman todos en Málaga o la competencia es más bien salvaje?
–En ningún negocio hay siempre para que coman todos. Hay negocios que cierran, otros que cambian de mano o cambian de nombre. Negocios que se reforman porque no funcionan.
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–¿Cuántos dolores de cabeza da este trabajo?
–Da muchos dolores de cabeza. Eso es indudable y tiene que ver con que confluyen muchos elementos que son imprevisibles, que tú no puedes controlar. Vuelvo al principio, cuando dije que lo más importante es rodearte de un buen equipo.
–¿Cómo lidia con los fantasmas?
–Con los años se aprende a no darles mucha importancia. Tampoco te encuentras a tantos como a lo mejor se puede creer.
–En este sector, ¿la desconfianza es una virtud o un defecto?
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–Es claramente una virtud. Igual que te he dicho antes que tengo gente muy buena trabajando conmigo, tengo que decir que nos han robado mucho. Nos han robado encargados, nos han robado camareros. Hemos pillado a muchísima gente. Porque el dinero es muy goloso, se pega a las manos y desaparece.
–Hay quien argumenta que las discotecas ya son algo pasado de moda, que no encajan con los tiempos.
–No estoy de acuerdo. Mira, por ejemplo, Ibiza. Acaban de abrir la mayor discoteca del mundo, Universe (UNVRS). Nosotros, afortunadamente, funcionamos cada noche y muy bien. Lo que sí que tienes que estar ahora es en una actualización constante. Quizá, es verdad que la palabra discoteca se haya quedado un poco antigua.
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«La desconfianza es una virtud en este sector; el dinero es muy goloso, se pega a las manos y desaparece»
–¿Las discotecas cumplen una función social?
–Sin duda. Es algo que se pudo comprobar durante la pandemia. La gente demanda poder socializar. Somos espacios para despejar la mente, bailar, donde te puedes soltar. Una discoteca no es un despacho de alcohol, como dice la gente que nos quiere demonizar.
–¿La pandemia fue el momento más negro para usted a nivel profesional?
–Fueron momentos muy difíciles, sí. Estuvimos casi dos años sin ingresos pero manteniendo los costes. Fue un palo económico muy importante. A nivel mental, alteró todas las rutinas. Por último, modificó realidades. Yo tenía un proyecto muy bonito con Antonio Banderas y Pablo de El Pimpi, en lo que es ahora el Trocadero. Vino la pandemia y con esa incertidumbre no sabíamos lo que hacer y decidimos retirar nuestra oferta.
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–¿Cómo definiría usted una buena política de puerta?
–La buena política de puerta es la que le permite a cada local tirar por donde quiere ir.
–¿Cuál es el mejor día para salir?
–Depende de lo que busques. Si quieres mogollón, el sábado. Yo suelo venir jueves, viernes y sábado. No tengo un día preferido.
–¿Qué es lo que más ha cambiado en la manera de salir en los últimos años?
–La gente sale y se recoge antes. Cuando yo empecé, era normal cerrar a las siete de la mañana con el local lleno. Tenías que echar a la gente. Ahora, la gente empieza a irse a las cinco y a las seis pega un bajón.
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–Si fuera por usted, ¿prohibiría los móviles en la discoteca?
–No, no los prohibiría y por una razón muy simple. Al final, el móvil es un relaciones públicas más.
–La necesidad básica de conocer o de ligar con alguien se ha trasladado de los locales al mundo digital. ¿Cómo influye?
–Pienso que el cara a cara es incomparable. Veo que seguimos teniendo esa necesidad de socialización. Hay gente para todo, pero puedo decir que de aquí siguen saliendo muchas parejas.
–¿A los jóvenes de hoy les cuesta más desinhibirse?
–Hay veces que sí me da esa impresión. Veo que la gente está más pendiente del móvil que de pasárselo bien. También varía en función del perfil de público de cada establecimiento.
–¿Le importa lo que la gente piense de usted?
–A mí, personalmente, cada vez menos. Con los años aprendes que es imposible caerle bien a todo el mundo. La gente que me conoce y que han tenido trato de verdad, no que te hayan presentado una noche, sabe como soy. Aunque reconozco que hubo un tiempo en que sí me importaba.
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–¿Cuándo se va a retirar?
–De estar físicamente en los locales, me retiraré el día que deje de disfrutar. Cuando venir aquí sea un castigo permanente, mi cuerpo me diga hasta aquí o vea que ya no aporto.
–¿Teme a esa etapa de la vida?
–Para nada. Yo no me aburro. Siempre hay algo que tengo en mente. Con lo que más disfruto es con viajar. Te abre el horizonte, conoces culturas distintas, ves locales diferentes. Cuando viajo a un sitio, voy a todas las discotecas que puedo. Viajar me ha ayudado mucho.
–¿Una anécdota que a día de hoy le siga sacando una sonrisa?
–Se me vienen a la cabeza momentos de privilegio que hemos vivido. Una noche con Pablo López. Recuerdo que cerramos Bambu porque había muy poca gente y nos metimos dentro. Venía también Pablo Alborán y estaba mi hermano. Teníamos un piano. Pues te puedes imaginar la noche que echamos. Ratos buenos así hay muchos. He conocido a gente super interesante y a gente muy buena. La noche da para todo.
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