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Lourdes, hija de una víctima del Covid: «Conforta saber que alguien se ha acordado de ellos»
La Catedral acoge la misa funeral por las víctimas del coronavirus y sella el adiós que las familias no pudieron dar a sus seres queridos. Como Manuela
Dicen que las mascarillas nos han robado la expresión de la cara, pero siempre quedará lo que cuentan los ojos. Los de Manuela Cabello ... se llenan de lágrimas cuando recuerda la última vez que vio a su marido, Francisco Sánchez, 87 años y «con muchas ganas de vivir». Compartían habitación en el Hospital Regional: ella ya llevaba unos días ingresada por coronavirus y luego llegó él. Estuvieron juntos tres días más. «El 2 de abril me dieron el alta y él murió el 11». Manuela se rompe al recordar los ojos de Francisco, que también se lo contaron todo en la despedida. «No los olvidaré. Tampoco el momento en que a mí me llevaban para mandarme a casa y él se quedaba allí». A los nueve días llegó la noticia. La falta de consuelo en Manuela por no poder despedirse de su marido y en Lourdes por no poder despedirse de su padre. Que si las mascarillas nos han robado la expresión de la cara, el confinamiento ha robado a miles de familias el último y necesario adiós.
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Manuela y Lourdes, madre e hija, se dan la mano en un banco de la Catedral. Brazos estirados y a un metro y medio de distancia, pero nunca tan unidas porque, ahora sí, llegaba parte del consuelo en la despedida. «Conforta saber que alguien se ha acordado de ellos», susurra Lourdes, luto hasta en la mascarilla, antes de explicar que la pesadilla que vivieron sus padres no quedó en la habitación del hospital. «Hemos estado seis familiares más contagiados: mi marido, mi hija, una hermana... Y estar aquí nos sirve, que al menos las personas vean este sufrimiento», admite sin soltar la mano de su madre.
Ese sufrimiento, el de las víctimas y el de sus familias, es el hilo que ha terminado de unir a las cerca de 200 personas que se han dado en el primer templo de Málaga para sellar el adiós pendiente y recordar a todos los que han fallecido en la provincia a causa del coronavirus. Ni las medidas de seguridad –toma de temperatura y gel hidroalcohólico a la entrada–, ni la distancia social, ni los discretos 'codo a codo' que ahora han sustituido al abrazo han restado calor y cercanía a una misa funeral solemne pero emotiva presidida por el obispo de la Diócesis, Jesús Catalá.
El obispo de Málaga recordó en su homilía que «rezar por los difuntos es un gesto de amor hacia ellos»
En los bancos, y acompañando a Manuela y a Lourdes como representantes de las familias que han perdido a sus seres queridos, una amplia presencia de autoridades políticas, sanitarias, cofrades o del movimiento asociativo de la ciudad. Entre ellos, el alcalde, Francisco de la Torre, con sus concejales Susana Carillo, Avelino Barrionuevo y Francisco Pomares; el portavoz socialista en el Ayuntamiento, Daniel Pérez; el diputado popular por Málaga Pablo Montesinos o la delegada de la Junta en Málaga, Patricia Navarro, con las delegadas Nuria Rodríguez y Carmen Sánchez. También la presidenta de la Audiencia Provincial, Lourdes García Ortiz o la directora gerente del Hospital Regional, María del Mar Vázquez, con una representación de la dirección hospitalaria.
Porque los sanitarios fueron, también ayer, los depositarios del agradecimiento de la ciudad «por el sacrificio que han hecho y por haber puesto en riesgo su vida, ofreciendo su pericia y amor a los enfermos», recordó monseñor Catalá durante la homilía. Como consuelo a las familias, el obispo de Málaga animó a rezar «por los difuntos, porque es un gesto de amor hacia ellos (...). La fe nos ayuda a relativizar la muerte; es la puerta que se abre a la eternidad y a la gloria de Dios». Del mismo modo, hubo un sentido recuerdo para los sacerdotes «que han estado a los pies de la cama de los que sufrían, reconfortándolos en esos terribles momentos»; para la Guardia Civil y la Policía y para todos los trabajadores –desde cajeros a agricultores– que «han dado lo mejor de sí» en esta pandemia. Y sobre todo, para Francisco y las cerca de 300 personas que han muerto en la provincia a causa del coronavirus y que, como él, sólo pudieron despedirse contándolo todo con los ojos.
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