Fanny de Carranza, en la terraza de la que ha sido su oficina en la última década. Salvador Salas | Vídeo: Pedro J. Quero

Fanny de Carranza: 43 años «trepando» por la Alcazaba

La arqueóloga y máxima responsable de la conservación del patrimonio en la ciudad se jubila : «Es el momento de soltar todo en lo que he puesto tanto cariño»

Domingo, 13 de febrero 2022, 01:14

Cuando se incorporó al Ayuntamiento de Málaga, en noviembre de 1978, la Casa de la Cultura aplastaba las ruinas del Teatro Romano, los coches aún ... circulaban por la calle Alcazabilla y el patrimonio municipal era un cajón de sastre hasta el punto de que algunas joyas salían y entraban por los despachos de los políticos como si fueran expedientes: «Era costumbre tener los cuadros colgados en cualquier parte. Si se mudaban, se los llevaban también; y si no cabían en el nuevo despacho se arrinconaban detrás de los muebles».

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Quien echa la vista atrás es Fanny de Carranza Sell, arqueóloga y ya exjefa de la sección de patrimonio histórico artístico del Ayuntamiento de Málaga y conservadora de la Alcazaba: de los dos últimos títulos acaba de jubilarse después de 43 años de servicio. Del primero, no. «Uy, no, eso lo seré siempre», dice ensanchando la vocación a pesar de que el pasado 30 de diciembre dejó colgada definitivamente la bata blanca en el «despachito» de la Alcazaba que ahora regala vistas a un escenario completamente diferente. Porque hoy la calle Alcazabilla es el corazón de la Málaga que bombea historia desde la propia Alcazaba y Gibralfaro hacia el teatro Romano, y de ahí al Museo Picasso y a la Aduana: la esplendorosa pasarela, en fin, que atraviesan al año más de 800.000 turistas para disfrutar de la fortificación palaciega del siglo XI.

Fanny ha perdido la cuenta de las veces que ha subido por el camino empedrado que separa la entrada del monumento a esa pequeña oficina, a la que hoy vuelve para hacer memoria de las cosas grandes y de las pequeñas. «Una vida entera trepando por aquí», suspira en sentido literal y admitiendo que esas rutinas cotidianas, por ejemplo, han hecho que pierda la costumbre «hasta de andar con tacones». Bromea al recordar que el otro día se los puso y, «madre mía, ¡ya me he olvidado!». No olvida, sin embargo, la sensación cálida de niña con zapatos nuevos cuando abre de nuevo la puerta de la terraza con fabulosas vistas al Teatro Romano y a la falda de Gibralfaro. Por la panorámica, pero también porque están al alcance de la mano. Y porque, para ella, esto siempre fue «más que un trabajo».

Un catálogo fabuloso

El primero de todos, con plaza de auxiliar administrativo en el Ayuntamiento de Málaga, cuando aún estaba en la alcaldía Luis Merino. «Como estaba estudiando la carrera de Arqueología me mandaron a cultura, y ya no me he desvinculado nunca», repasa Fanny, que ya con la oposición ganada de arqueóloga municipal se metió a fondo en organizar e inventariar el patrimonio de la ciudad en una época en la que 'eso' «aún se consideraba una lacra y no un activo». Lo hizo «casi desde cero», tirando del fino hilo que había dejado años antes el mítico Francisco Bejarano Robles, archivero, bibliotecario e investigador; hasta tejer un fabuloso catálogo que hoy atesora más de 5.000 pinturas, medio millar de esculturas y fuentes y cientos de esculturas urbanas, amén de un capítulo que ella denominó 'Varios' y en el que cupo todo lo que podía tener una relevancia histórica para la ciudad: cerámicas, piedras, relojes, maderas... «Hay cosas curiosas, como una placa del siglo XVII que marca una cota de inundación en la ciudad, algunos objetos que se encontraron en la última apertura de la cripta del general Torrijos o un peso que había en el antiguo cine Goya», enumera Fanny, romántica de un oficio donde cabe todo, igual que en ese departamento de varios: inventariar, conservar y promocionar, sí; pero también echarle imaginación y horas para arreglar, tapar y disimular. «Ten en cuenta que a esto siempre se le ha considerado el hermano pequeño de lo demás, que la inversión es muy poca. Si no ha habido dinero para arreglar algo, por ejemplo aquí en La Alcazaba, lo hemos tapado con dos macetas, poniendo un panel... en fin, mil cosas».

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Entre esas mil cosas para llegar a mucho con poco, también, el contacto directo y hasta de «confianza» con barrenderos, jardineros, comerciantes o vecinos enamorados, como ella, del patrimonio, que han sido los ojos de Fanny en la ciudad cuando se rompía una escultura, hacían pintadas en una fuente o desaparecía algún elemento relevante de una pieza histórica. «El vandalismo me duele como si me lo hicieran a mí misma –se queja–, porque en Málaga somos muy dejados en general. ¿Cómo es posible que arregláramos la estatua en memoria de Félix Rodríguez de la Fuente y a la semana le arrancaran otra vez el halcón? Y con la mano de la gitanilla que acompaña el busto de Arturo Reyes, en el parque, lo mismo: se la hemos cambiado más de veinte veces». Por no hablar de las pintadas, las pegatinas o los chicles pegados en las piezas históricas y de arte urbano. «¡Anda que no he fregado yo también pintadas y arreglado cosas que habían sacado de su sitio!», admite Fanny mientras se agacha a recoger un papelito que un turista ha tirado al suelo en su ascenso a La Alcazaba.

Guarda momentos gloriosos como bajar a la cripta de Torrijos, pero también el «dolor» del vandalismo sobre piezas históricas

A cambio, los buenos momentos: «Por ejemplo, cuando se ha restaurado la Fuente de las Tres Gracias y he podido verlas de cerca, o cuando bajamos a la cripta de Torrijos y tuve sus restos en mis manos, subir al obelisco, bajar a los pozos de la Alcazaba... Ha habido cosas maravillosas», rememora con la punzada, aún, de todo lo que echará de menos. «Ahora siento mucha añoranza, en especial de mi equipo, pero es el momento de soltar todo en lo que he puesto tanto cariño».

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Por delante, el deseo de ver, aunque sea en segunda línea, que algún día se avanza en las excavaciones pendientes de La Alcazaba –queda por descubrir toda la parte doméstica de la fortificación– o que se arregla al fin el muro que se desmoronó hace tres años en Gibralfaro, ejemplo doloroso de la «falta de agilidad» y el «desajuste de criterio» entre Ayuntamiento y Junta. «Está el dinero y hay tres proyectos listos, pero no se hace», protesta Fanny, desde ya en ese otro lado de enamorados de la ciudad que la recorren con otros ojos y la cuidan como si fuera su casa. Al fin y al cabo, su vida ha consistido en guardar y cuidar. Aunque a veces haya tenido que trepar por más de un camino de piedras.

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