El drama del último adiós en soledad
Los velatorios están prohibidos en todos los casos, no hay funerales y a los entierros sólo van los familiares más cercanos en un ejemplo de responsabilidad... Así son ahora las despedidas de los seres queridos
Si la pérdida de un ser querido es uno de los momentos más dolorosos que puede vivir una persona, tener que hacerlo sin poder darle ... el último adiós, sin recibir e abrazo de un familiar, el cariño de los amigos más íntimos ni el consuelo del resto de allegados convierten este trance en una experiencia inimaginablemente dura y cruel. Ésta es otra de las terribles experiencias que está provocando el coronavirus. Los camposantos están cerrados para las visitas y sólo se abren para los entierros, que han quedado restringidos únicamente a los familiares más cercanos. Ésa es la única oportunidad para despedirse. Los velatorios y funerales, que desde la semana pasada se habían reducido al mínimo tanto en afluencia como en tiempo, también han dejado de celebrarse mientras se mantenga el estado de alarma.
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Los primeros acaban de ser prohibidos por la Junta. No así los funerales, aunque sí que establece que «se procurará evitar todo tipo de manifestación afectuosa, posponiéndose el culto o ceremonia civil fúnebre para cuando cese el estado de alarma». En cualquier caso, desde el último responso que tuvo lugar el sábado por la tarde las capillas del cementerio de Málaga permanecen cerradas. «Algunas familias ya habían decidido no hacer el funeral para no exponer a más personas con la idea de celebrarlo cuando pase todo esto. Es un gran detalle por su parte», relata el coordinador de la Capellanía Católica de Parcemasa, Miguel Ángel Doblas, quien explica que en cumplimiento de las normas establecidas por el Obispado ya se habían suspendido las misas, por lo que el oficio religioso se había quedado en un breve responso de no más de diez minutos. Ahora, ni eso. «Son momentos muy difíciles para las familias, pero es mejor evitar los desplazamientos para acudir al funeral y el contacto físico», resalta Doblas.
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Prohibidos los velatorios públicos y privados
Hasta ahora, el único supuesto en que habían quedado prohibidos los velatorios era cuando se trataba de un fallecido con coronavirus, con el drama añadido de que los familiares más cercanos como cónyuges o hijos generalmente no podían acudir al estar en cuarentena. Cualquier cosa, menos la despedida esperada. Ahora, esa limitación se aplica en todos los casos, de forma que la única ocasión de velar a un ser querido que haya fallecido por cualquier otra patología será en el hospital o en el domicilio. Desde el momento en que interviene la funeraria, sólo podrán despedirse en el entierro o justo antes de la cremación. Y con limitaciones. Para las incineraciones, Parcemasa ha dispuesto en su plan de contingencia que sólo puedan estar en la sala tres personas, mientras en las inhumaciones no se va a limitar la asistencia pero sí se les informará a las familias de la necesidad de que acudan sólo los más allegados y de que guarden una distancia entre sí de al menos un metro. Unas pautas que, en un ejemplo de responsabilidad, está cumpliendo la mayoría pidiendo a amigos y allegados que no acudan para evitar la propagación del virus. Y luego está el miedo al contagio, que sí que está muy presente entre tanta ausencia.
Estas medidas de prevención se llevan al extremo si se trata de un caso de Covid-19. En estas situaciones, el protocolo es claro desde el traslado y la introducción del finado en el ataúd. En lugar de ser cubierto con el sudario habitual se está utilizando otro reforzado y, además, con un filtro de zinc. En cuanto al féretro, tiene que ser desinfectado y cubierto con un plástico antes de meterlo en el coche fúnebre, sin que pueda volver a ser abierto. Por supuesto, los operarios deben ir protegidos con trajes tipo buzo, guantes y gafas, además de las pertinentes mascarillas.
Medidas de protección y prevención
La normativa ya en el cementerio es igual de estricta, ya que ni siquiera los familiares pueden abrir el ataúd para dar el último adiós al ser querido. Va directo a una cámara aislada y únicamente se saca para la cremación o el entierro. En el primer caso, la sala de despedida se abre para que pueda acceder una sola persona y, a través del cristal, ver el nombre de su difunto pegado a la caja antes de ser trasladado al horno.
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Si se trata de un entierro, las medidas de protección de los funerarios vuelven a ser máximas. Las restricciones de movimientos y contactos físicos también afectan al resto de servicios funerarios. Las exhumaciones se han suspendido, las oficinas de atención al público están cerradas hasta nuevo aviso, al igual que las floristerías, que sólo ofrecen sus servicios por teléfono y es el personal de Parcemasa el encargado de recoger y colocar las coronas. Igualmente, para la recogida de las cenizas sólo se permite el acceso de una persona.
«La gente está muy concienciada desde que se aprobó el estado de alarma incluso en estos momentos tan duros, así que la afluencia de personas ya había bajado muchísimo. Era una sensación extraña que en los velatorios y los entierros hubiera tan poca gente», comenta un empleado de Parcemasa. Nada es igual desde que se originó la pandemia, y a la hora de dar el último adiós, lo que se impone es la soledad.
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