El Colegio El Monte cumple 100 años: conjugando valores y docencia del siglo XXI
La institución académica se mantiene en el seminario que lleva la firma de Fernando Guerrero Strachan y cuenta con unos 640 alumnos, en los ciclos de Infantil, Primaria y Secundaria
En 1820, Pedro Bienvenido Noailles decide fundar la Congregación de la Sagrada Familia de Burdeos, en Francia. El lema elegido era el siguiente: «Haced del ... mundo una única familia». Málaga, 1926. La Congregación ya se había asentado en la calle Madre de Dios, pero ahora era el momento de dar el salto y llevar la misión al siguiente nivel. Enseñar a leer y escribir seguía siendo el fundamento sobre el que construir. La orden llegaba por mediación del Obispo Manuel González: construir un seminario en el que también habría lugar para la docencia. Una labor que fue encomendada a Fernando Guerrero Strachan. De esta forma empezó la historia de una institución académica que hoy se escribe en grandes letras de molde en eso que se llama imaginario colectivo de Málaga: Colegio El Monte.
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La calle Ferrándiz es espigada. Hasta aquí se llega después de hacer un giro a la izquierda en el Jardín de los Monos. Si se prosigue, se aproxima Gibralfaro. Una parada en el número 52, sin embargo, llama la atención e invita a contemplar lo que era el ya mencionado seminario ideado por Guerrero Strachan. El Colegio el Monte acoge en estos momentos unos 640 alumnos, en los ciclos de Infantil, Primaria y Secundaria. El ruido del patio del recreo se mezcla aquí con el gorjeo de los pájaros.
Recibe Carlos Pérez-Rioja, el director del Colegio El Monte. Le acompañan Eva Jiménez, directora de Infantil y Primaria, y Álvaro Oliver, miembro del consejo escolar. Harán de cicerones para conocer un colegio que, así queda constatado más tarde, navega entre los valores que fomenta la congregación y la adaptación de la docencia a los métodos modernos del siglo XXI. Pérez-Rioja es joven, pero acumula ya un bagaje amplio en puestos de dirección. «Yo siempre digo que soy maestro», insiste. A su experiencia en la gestión hay que sumarle años como maestro de Educación Física.
Con algo de vértigo, según reconoce, asumió el puesto de director en septiembre de 2023. Ahora compagina esta labor con los preparativos del centenario del colegio. Durante todo el curso, se han programado actividades que conmemoran la efeméride. El próximo 11 de octubre comenzará de manera oficial. El lema elegido es «Cien años sirviendo a la comunidad». En la lista de exalumnos ilustres de El Monte figura el actual alcalde de Málaga, Francisco de la Torre. En el desarrollo del Centenario se le nombrará miembro de honor.
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Pérez-Rioja insiste en que cumplir 100 años es un acicate para seguir adelante con los ideales que han marcado el colegio desde su fundación. La religión está omnipresente en los pasillos del colegio. Citas en las paredes y murales en el patio del recreo son testimonios mudos de una tradición que se transmite de generación en generación. El director repite varias veces la palabra familia. «Seguimos creyendo y trabajando con la idea de familia y educación en valores. Dos elementos que para hacer de nuestros alumnos buenas personas y buenos ciudadanos», mantiene.
La infraestructura de El Monte se integra en el espacio físico como un aguante. Las aulas se reparten en diferentes niveles de altura y están adecuadas a las necesidades de los jóvenes. Cuenta con una capilla propia, pero también con un laboratorio de química y una sala sensorial para los alumnos que necesitan de una atención especial.
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«Esta sala sensorial se conoce como Aula Nupa», indican los responsables del colegio. Ciertamente, merece una mención aparte. Las luces ultravioletas que se reflejan en las cuatro paredes del aula convierten el espacio en un lugar mágico donde hay sitio y tiempo para los cinco sentidos.
El recorrido comienza saltando sobre las teclas de una alfombra con forma de piano. Esto da a la emisión de sonidos de diferentes instrumentos que van alternándose. Los rostros de los pequeños representan su asombro y se dirigen a conocer el siguiente punto: unos cojines con dos espejos esquineros que se unen en una columna con burbujas en agua que suben y bajan. Los pequeños entran al Aula Nupa en grupos reducidos –de 8 a 10 niños–, una vez por semana, en periodos de 20 minutos, cada día.
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Proyectos como este también sirven para sintetizar la filosofía que se vive en este colegio: ir siempre más allá de lo que marca la teoría. Hay más ejemplos. Está el aula itinerante, que hace que los alumnos más pequeños vayan cambiando de espacio para cada asignatura. O las convivencias que se organizan varias veces al año con los padres. Al final, se crea una comunidad y Pérez-Rioja confirma que haber sido alumno de El Monte cala y marca. «No conozco a ningún exalumno que mire con cariño su paso por aquí», asegura.
Después de un paseo por las aulas, merece la pena detenerse otra vez en el edificio. La labor de Guerrero Strachan da para que se estudie en las escuelas de arquitectura. Logró salvar el desnivel que proporcionaba la ladera del monte. La capilla fue concebida desde el inicio como núcleo del colegio. La primera vez que se vislumbra genera un impacto visual muy sorprendente, al emerger casi de la nada en lo que parece un pasillo más de los muchos que tiene el colegio. No fue construida hasta después de la Guerra Civil, en 1945. Lleva la firma del arquitecto Enrique Atencia Molina.
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El edificio es una joya. En su diseño y en los acabos que contiene destacan los zócalos de azulejos que bañan el zaguán y la solería de baldosas hidráulicas que se conserva en dos de las tres plantas originales del edificio.
La docencia sigue ahora en las aulas de El Monte. La vuelta a la rutina deja atrás el griterío alegre del patio de recreo. Ya se escucha desde más lejos y queda un poso de melancolía al recordar esos pasillos llenos de niños alegres y con ganas de aprender. Ver la sonrisa de un niño feliz, observar como corre despreocupado detrás de un balón son como un pararrayos contra los cenizos y la tristeza.
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Que estas escenas se den a diario en este lugar que por momentos recuerda a un escenario sacado de una película de Harry Potter. Vestimenta uniforme luce casi impoluta. La tradición y la intemporalidad de las cosas no se pueden obtener de golpe. En el Colegio El Monte sí pueden presumir de ello porque van a soplar velas: 100 años. Casi nada. Por otros cien más, al menos. Que la educación y la docencia son la mejor medicina contra cualquier zozobra.
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