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«Necesitaba volver un 1 de noviembre a llevar flores a la tumba de mi madre»
Los cementerios de la provincia vuelven a llenarse de malagueños para honrar la memoria de sus seres queridos, una actividad que el año pasado fue mucho menos multitudinaria por la pandemia
La familia de Mari Ángeles camina decidida hacia el nicho en el que tienen enterrada a su madre. «Toda la familia, no», recalca. «Los más ... jóvenes pasan de estas cosas», reconoce esta mujer que ha vuelto a la tradición de llevar flores a sus difuntos en el Día de Todos los Santos. La explosión de juventud que en estos años ha llenado las calles de zombis, vampiros y ahora un ejercito de coreanos con mono rojo y máscara negra no se repite en el cementerio de San Gabriel de Málaga, como no lo hace en ningún otro camposanto de la provincia. «Ellos están a disfrazarse, lo de venir aquí parece que queda para otra época».
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En realidad, la visión que tiene Mari Ángeles (solo basta dar una vuelta por Parcemasa), es una verdad a medias. En 2020, y con la tercera ola del Covid cogiendo el testigo de la segunda, la estampa en los cementerios era bien distinta la de este año. El riesgo al contagio trajo mucha menos gente de lo habitual a los enterramientos, una actividad que se ha recuperado notablemente en 2021. Allí, siguen observándose las mismas escenas que forman parte de una manera de entender la muerte, pero también la vida. Los llantos por el recuerdo del ser querido que se fue se acrecientan en esta jornada, pero el ruido áspero de las lamentaciones se mezcla con la alegría de los niños que quizá no entiendan muy bien dónde se encuentran.
Aún así, hay quien ha decidido seguir teniendo algo de precaución, o simplemente no coincidir con todo el mogollón. Ese es el caso de Antonia, que prefirió dejar la visita a la tumba de su padre para el día anterior. «Lo prefiero así, las multitudes ya me agobian», reconoce. En esto de adelantar la visita para que se han puesto de acuerdo, porque no solo sucede en Málaga. El cementerio de Marbella, sin ir más lejos, registraba apenas unos pocos más de visitantes que el domingo.
«Es todo un poco extraño. Hace unas horas había disfraces y el sábado estábamos viendo procesiones entre adornos navideños. Y yo es primera vez que vengo a Parcemasa desde que comenzó la pandemia», cuenta Rafael, al que no parece que le haga especial gracia estar en el cementerio. «Yo creo que esto es peor, pero la familia no quiere dejar atrás esta tradición, Habrá que seguir cumpliéndola aunque uno no quiera. Para eso están las tradiciones», sentencia.
Mari Ángeles retoma la conversación tras haber hecho «los deberes», como ella lo llama. Ha hecho todas las visitas que tenía previstas. «Cada vez tengo más compromisos», afirma con algo de humor negro detrás de sus palabras, aunque luego se pone seria. «Necesitaba volver un 1 de noviembre a llevar flores a la tumba de mi madre. Es una manera de decir que seguimos aquí, a pesar de todo».
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