Adolescentes y desescalada total: ¿se pueden poner puertas al campo?
En plena quinta ola, las críticas arrecian contra este colectivo, pero también la defensa: «No se les puede culpar de los contagios»
Es una de las etapas más complejas y efervescentes en el desarrollo humano, pero también necesaria porque ahí se establecen los pilares sobre los que ... se construirá el adulto del futuro. Que un adolescente sano hoy –en el amplio sentido– será probablemente un adulto estable mañana está en la base de la evolución biológica y hasta social, aunque a esa lógica se añadan circunstancias extraordinarias que puedan alterarla. La pandemia es una de ellas.
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La época de cambios más global y profunda que se recuerda en la historia reciente y, además, en un colectivo que ya de por sí afronta su propio cambio. En los últimos meses, además, en el centro del debate e incluso de la polémica por el impulso de querer recuperar el tiempo que pasaron encerrados y, sobre todo, las relaciones con sus iguales, que son la médula de ese crecimiento saludable. «El papel del grupo en la adolescencia es básico, pero tras la pandemia ha adquirido aún más importancia porque los jóvenes han tenido que vivir en la 'cueva' con sus padres y la supervivencia, cuando eres adolescente, consiste precisamente en alejarse de eso», diagnostica de partida la psicóloga educativa Remedios Aranda, quien abre el debate poniendo el foco en un proceso «natural» que ha saltado por los aires durante la pandemia.
Sobre los efectos de ese parón antinatural pero obligatorio ya alertaban desde hace meses especialistas como la propia Aranda o el doctor Juan Aguilar, médico psiquiatra y jefe de la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil del Hospital Regional, que en una entrevista con SUR durante lo más duro del encierro avanzaba lo que estaba por llegar: «Hay que tener en cuenta que los adolescentes viven en un doble confinamiento. De un lado, está el proceso biológico en sí, que los enfrenta al mundo adulto generando un profundo rechazo; y, de otro, ese otro encierro que decretó el estado de alarma (...) El adolescente es un ser hipersocial que ahora ha perdido ese espejo y el problema estará en organizar ese desconfinamiento».
«Si un chico de 17 años sabe que sus mayores están vacunados y que la enfermedad en los jóvenes no es grave, va a salir. No les podemos pedir más»
javier urra
Psicólogo forense
«El papel del grupo de iguales en la adolescencia es básico, pero tras la pandemia ha adquirido aún más importancia»
remedios aranda
Psicóloga educativa
«La sociedad se está portando fatal con los adolescentes; no podemos culparles de querer recuperar el tiempo»
juan aguilar
Psiquiatra
Aunque ese «problema» ya se afrontó en cuanto comenzó la desescalada, los adolescentes se convierten una vez tras otra en el centro del debate a medida que se suceden las olas y crecen los picos de contagios. En esta quinta no ha sido una excepción, con críticas extendidas hacia este colectivo por haber recuperado su ocio casi al completo sin prestar atención a las restricciones sanitarias y con la tranquilidad relativa de saber que la mayoría de sus padres y abuelos ya están vacunados. Por no hablar de que en comunidades como Andalucía ya se administra la vacuna al grupo de más de 12 años. Más allá de los capítulos más extremos de incivismo, y asumiendo que la concienciación ha de ser colectiva –adolescentes incluidos–, esos mismos especialistas interpretan la realidad del verano de 2021 y de la quinta ola con una expresión que se entiende en todas partes: «Esto ya es como querer poner puertas al campo».
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La reflexión la aporta en este caso Javier Urra, psicólogo forense, pedagogo terapeuta, psicólogo especialista en psicoterapia y exdefensor del Menor en la Comunidad de Madrid, que discrimina dos etapas a la hora de abordar ese cambio de actitud adolescente: «En el confinamiento, en general, no lo pasaron tan mal porque ellos estaban encerrados pero sus amigos también, pero una vez que se aligeraron las restricciones aumentó la presión social por hacer lo que hacen los otros». Y añade con respecto a la situación actual: «Estamos todo el tiempo recordándoles que sean cuidadosos y que no salgan, pero si un chico o una chica con 17 años sabe ya que sus mayores están vacunados y que la enfermedad en jóvenes, en general, no es grave, van a salir. No les podemos pedir más», zanja con contundencia Urra antes de derribar, además, un mito peligrosamente extendido en los últimos meses: «Se piensa que los niños y adolescentes no sufren y no es así. En esta época tan dura han tenido que ver muchas cosas».
Ahí están, para reforzar esa certeza, los datos recientes de salud mental en niños y adolescentes, con un aumento significativo de las somatizaciones en el primer caso y cifras «disparadas» de autolesiones en el segundo; y con urgencias diarias –en el caso concreto de Málaga– vinculadas a estos trastornos, antes excepcionales. Que las causas son amplias y mucho más profundas que el no poder salir son un hecho, pero también que este fenómeno es la punta de un iceberg sobre el que conviene profundizar. Y reflexionar.
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«Tendrían que haberse vacunado ya»
La del doctor Aguilar elude los paños calientes: «Me parece que la sociedad se está portando fatal con los adolescentes. No se les puede culpar de los contagios ni de querer recuperar el tiempo porque esto ya es imposible de parar». Partiendo de esa certeza, el psiquiatra opina que este colectivo «tendría que haberse vacunado ya hace tiempo; la culpa es de los gestores no han sabido hacer un viraje hacia los colectivos que lo necesitaban y que representan un riesgo real».
En la misma línea que su colega, Aranda anota además que la pandemia ha representado un punto de inflexión en la manera en la que se relacionan los adolescentes, ahora «hipervigilantes» y sensibles a estímulos que antes pasaban por alto. La psicóloga pone un ejemplo cotidiano que en circunstancias normales no hubiera tenido el mayor efecto pero que en el contexto de la era Covid, y sobre todo en el confinamiento, generó un sufrimiento importante en los adolescentes: «Sucedía por ejemplo en las videollamadas, que eran la única manera posible de relacionarnos: que no te metieran en el grupo virtual generaba un sentimiento de exclusión idéntico al que se experimenta en la vida real». A su juicio, esos matices que ahora han saltado de nuevo al plano físico han hecho que aumenten las dificultades en el capítulo de la gestión emocional. «La pandemia ha sido un disparador importante porque, para la mayoría, su vida ha dejado de ser su vida. Imagina para un adolescente», concluye Aranda, que prefiere terminar con un mensaje que anime a ver el vaso medio lleno: «No creo que los adolescentes vayan a salir peores de esto, sino mejores; aunque para eso hay que trabajar en la búsqueda de herramientas y en la idea de centrarse en uno mismo, porque lo que ocurre en el exterior no se puede controlar». Ni con Covid, ni sin él.
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