«Prefiero que esté encerrada a que un día me dijeran que había muerto»

Los padres de la menor internada por riesgo de radicalización relatan el proceso que siguió hasta convertirse al Islam, usar velo y hacer el Ramadán

Juan Cano

Viernes, 8 de julio 2016, 01:16

Aún no han podido verla, pero por primera vez desde marzo, cuando se escapó del centro de menores en el que la ingresaron, pueden dormir ... tranquilos. Su hija está salvo. «Estoy pendiente de que me autoricen a llamarla», dice la madre, sujeta a las férreas instrucciones de un juzgado de Málaga que ha ordenado un control estricto de las comunicaciones de la menor sólo puede contactar con familiares por el «grave riesgo» de radicalización islamista.

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En unos meses, la niña «alegre y sociable que siempre respetaba a todo el mundo» se fue apagando. No sólo fue su carácter lo que cambió. De la noche a la mañana, la adolescente, nacida en el seno de una familia asturiana de toda la vida, la mayor de cinco hermanos, se convirtió al Islam. Cuando la localizaron el sábado en Málaga, llevaba manga larga, pañuelo y estaba haciendo en Ramadán.

El «proceso» comenzó mucho antes, hace siete meses, en Asturias. Sus padres no saben en qué momento exacto se les fue de las manos, pero sí por qué: «Conoció a un grupito de marroquíes aquí y empezó a desaparecer de casa. Volvía uno o dos días después, cuando la policía la encontraba, siempre en malas condiciones, como si hubiese estado drogada, cuando ella no consumía ni alcohol». En dos de esas fugas, llegó a acompañarla una de sus hermanas, de 13 años.

Búsquedas sobre el Islam

La preocupación de sus padres fue creciendo a medida que su hija se iba distanciando. La menor empezó a hacer búsquedas en Internet sobre la cultura musulmana. Un día, su madre decidió registrar sus pertenencias para ver si hallaba alguna pista sobre sus nuevas amistades, algún teléfono donde llamar si volvía a desaparecer. Lo que encontró la inquietó aún más. «Tenía unos recortes de periódicos sobre los atentados de París escondidos entre la ropa», recuerda.

Los padres, desesperados, pidieron su internamiento en un centro de menores asturiano, del que escapó poco después. Era el mes de marzo y no volvieron a saber de ella hasta finales de mayo. «Llamó a su abuela, pero cogí yo el teléfono», explica la madre. «Estaba llorando y decía que quería volver a casa, pero me di cuenta de que había alguien escuchando y, de pronto, la llamada se cortó». La policía investigó el número. Era de un restaurante mijeño.

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El 6 de junio, la menor se presentó en la Policía Local de Torremolinos «con un velo». Cuando se enteró, su madre no dio crédito a que estuviera usando esa prenda, ya que nunca había tenido contacto con la religión islámica. «Quería pensar que se lo ponía para despistar a la policía, pero he tenido mucho miedo de que se la pudieran llevar a Marruecos», reconoce ella. La menor volvió a pedir ayuda y la ingresaron en el centro Virgen de la Esperanza. «Ingresó a las seis de la tarde y, por la mañana, se fugó. Creemos que llevaba un móvil y que la llamaron», continúa la mujer.

Ahí iniciaron los padres una campaña en redes sociales, ayudados por SOS Desaparecidos, en la que se difundió la imagen de la adolescente. Su foto la vio un empleado de un céntrico de hotel de Málaga y, en ella, reconoció a la joven que había ido un par de veces a pedirles agua y usar el baño. El sábado por la noche, una patrulla de la Policía Local la encontró a la espalda del hotel, junto a la salida de emergencia.

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Su agresividad al ser identificada hizo que la detuvieran y acabara en un juzgado, donde se declaró musulmana. Al oírla, jueza, fiscal y equipo técnico de tratamiento coincidieron en que había que protegerla internándola en un centro de reforma semiabierto para evitar posibles contactos con grupos islamistas. Eso la salvó, reflexiona su familia. «A mí lo que me alegra es que esté encerrada, porque no está muerta. Prefiero que esté ahí a que un día me digan que la han encontrado por ahí tirada. Es bueno que esté un tiempo en soledad para que vaya abriendo su mente», interviene ahora su padre, al que todavía no se le ha ido el susto del cuerpo de pensar en manos de quién estaba su hija: «Vete tú a saber qué gente era esa. Lo que sí sé es que ella no les importaba nada. Ahora, tengo que convencerla de eso».

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