«Me tuvieron 20 horas pegada al teléfono mientras intentaban sacarle dinero a mi familia»
Una enfermera malagueña relata el secuestro virtual que sufrió durante un viaje a México por el que exigieron el pago de un rescate de 600.000 euros
Juan Cano
Sábado, 11 de junio 2016, 00:27
La invitaron a dar unas conferencias en un congreso sobre donación y transplantes que se celebraba en la ciudad mexicana de Hermosillo. Pilar, que es ... quien los coordina en el Hospital Carlos Haya, donde trabaja como supervisora de enfermería, decidió aprovechar el viaje y quedarse unos días de vacaciones, «ya que cruzaba el charco...».
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Se alojó en el hotel Eurostars en la Zona Rosa de la Ciudad de México, «que fue la que me aconsejaron porque es un poco bohemia y hay mucho comercio y bares». Contrató las excursiones con una agencia. El 17 de mayo, el primer día de sus vacaciones, visitó las pirámides de Tetihuacán y la basílica de Guadalupe. Al terminar el recorrido, se compró un sándwich y se fue a cenar a su habitación.
A las 21.30 horas, el teléfono sonó. «El recepcionista me dijo que un capitán de la policía, un tal Álex, quería hablar conmigo y me pasó la llamada. Este señor, por decirle algo bonito, me dijo mi nombre completo y que había hecho la reserva en Booking. Me contó que había un carro lleno de armas frente al hotel, que los malos estaban dentro y que, por mi seguridad, lo mejor era que saliera».
A Pilar (57 años) le sorprendió la profusión de datos que tenía. «Decía que el gerente del hotel le había dado mi nombre y el de otras personas para desalojarnos. Me pidió que llamara a un número de teléfono, que no colgara en ningún momento y que fuese al hotel que yo eligiera». Pilar obedeció. Bajó al hall, pasó delante de la recepción y abandonó el hotel, siempre con el móvil pegado a la oreja.
«Las redadas son así»
Cogió un taxi y probó en un NH que conocía, pero estaba completo. Enfrente había otro de la cadena Royal en el que sí había habitaciones. «Me ordenó que saliera del coche como si no pasara nada porque los malos no podían ver movimientos extraños», relata Pilar, que sólo podía pensar en la mala suerte que había tenido de que le tocara a ella; «las redadas son así», se conformaba.
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Su interlocutor empezó a ponerse agresivo. «Me hizo una llamada a través de WhatsApp que duró toda la noche». Le contó que estaba incomunicada y que alguien la estaba siguiendo, haciéndole creer aún que era policía. «Cada cinco minutos me decía reporte, doña Pilar, y yo le respondía Estoy aquí. Así toda la noche». Recuerda que, sobre las tres de la madrugada, aquello empezó a olerle mal, «pero no me atreví a moverme porque estaba en México, en un sitio desconocido, y no sabía si podía haber alguien tras la puerta», apostilla.
Por la mañana, le ordenó que fuese a comprar un móvil y que apagara el suyo. «Empecé a ponerme brava y me advirtió que tuviese mucho cuidado porque eran de un cártel». Siguió dándole instrucciones por la calle, como si la estuvieran viendo. «Se me ocurrió colocarme bajo una alarma de humo y fumarme un paquete de tabaco para que sonara y viniera un vigilante, pero no saltó», explica.
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Más de mil denuncias por secuestros virtuales
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Los especialistas del equipo de negociadores de la Policía Nacional manejaron desde el primer momento la hipótesis de que Pilar había sufrido un secuestro virtual mexicano, también conocido como autosecuestro. «Sólo nos desconcertaba un dato la hora a la que se produjo la primera llamada. Siempre suelen hacerla de madrugada», apunta el inspector Juan Alcolea, que coordina a los negociadores de todo el país.
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En la otra variante de secuestro virtual, la chilena, los estafadores llaman aleatoriamente a números de teléfono españoles para intentar hacerles creer que tienen secuestrado a un familiar. En ambos casos, los timadores actúan desde prisiones sudamericanas.
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Desde el año pasado, cuando la modalidad chilena desembarcó en España, se ha registrado un millar de denuncias. «En 2015 no llegó a 600 y se repartían entre Málaga, Madrid, Zaragoza y Valencia. Este año llevamos 475 casos y lo curioso es que el 95% de ellos han sucedido en Madrid», apunta Alcolea
Aunque ella seguía en sus manos, el tal «Álex» estaba cada vez más nervioso. Le pidió el número de su hermana, que vive en Málaga, como ella, y después el de sus dos hijas, que residen en Londres. Pilar empezó a desesperarse: «Desde que di el teléfono de mi familia, mi preocupación era qué les podían estar diciendo a ellos. Pensé: Tengo que salir de esto y si me dan un tiro, que me lo den». A su hermana le contaron que la habían subido a una furgoneta, le pidieron 600.000 euros por el rescate que acabaron rebajando a 1.000 euros y le dijeron que le iban a enviar un vídeo en el que aparecía desnuda y atada; a sus hijas, que sus tíos no querían a su madre porque se negaban a pagar y que le habían cortado los dedos.
Su hermana decidió acudir a la Comisaría Provincial de Málaga, que tiene a dos de sus agentes dentro de la red nacional de negociadores. Al escuchar el testimonio de la mujer, uno de ellos activó el protocolo y aviso al jefe del equipo, el inspector Juan Alcolea, de la Sección de Secuestros de la Policía Nacional, que coordina a los 32 agentes repartidos por todo el país y entrenados en este tipo de situaciones. «Hubo un dato que nos hizo dudar desde el principio. En un secuestro real, si la víctima está bien asegurada, pueden pasar horas, días o incluso un mes sin que la familia tenga noticias de los captores; en los virtuales, las llamadas son incesantes, como ocurría en el caso de Pilar, porque los estafadores trabajan con la presión del tiempo, que juega en su contra, y quieren coger dinero cuanto antes», aclara Alcolea, quien matiza: «Aun así, siempre le damos el tratamiento de un secuestro hasta que la víctima esté liberada».
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Coordinación internacional
El primer paso fue avisar al policía agregado del Ministerio del Interior en la Embajada de México, quien a su vez movilizó a las autoridades locales. «Les enviamos fotos y características de Pilar para que la fuesen buscando por los hoteles, ya que estábamos convencidos de que la íbamos a encontrar en uno de ellos», detalla el jefe del equipo de negociadores, que asesoraron y tranquilizaron en todo momento a la familia, que no accedió a las pretensiones de los timadores. En Londres, agentes de Scotland Yard acudieron a los domicilios de las dos hijas de Pilar para acompañarlas mientras se resolvía el caso.
La policía comenzó a enviar SMS y whatsapps a la víctima desde los números de sus familiares. «Le escribimos mensajes del tipo es una estafa... coge el teléfono... no estás secuestrada con la esperanza de que encendiera el móvil y terminara de convencerse», explica Alcolea. Entre tanto, la enfermera seguía recibiendo instrucciones de su interlocutor, que le ordenó coger otro taxi para ir a una dirección y sacar dinero, a lo que ella se negó. Con la paciencia ya agotada, le pidió al conductor que la llevara al hotel Catedral y, al ver la recepción llena de gente, se tranquilizó: «Subí a una habitación, fingí que no tenía cobertura y corté la llamada».
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Pilar encendió entonces su teléfono y vio los mensajes de su hija. Eran las 15.30 horas del día 18. Poco después, se presentaron en su habitación unos agentes, esta vez de verdad, que habían conseguido localizarla. «Sólo tengo palabras de agradecimiento para la policía; hicieron un trabajo espectacular», recalca la enfermera, que siguió adelante con sus vacaciones. «No me iba a quedar encerrada. Me alojé en otro hotel, con otro nombre, e hice mis excursiones, aunque vigilada. No tenía miedo, sólo estaba cabreada por haber caído en su trampa. Me tuvieron 20 hors pegada al teléfono mientras intentaban sacarle dinero a mi familia...», se lamenta.
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