Tres ladrones disfrazados para Halloween maniatan a un anciano de 93 años y a su hija en Teatinos
Los asaltantes irrumpieron en la vivienda, donde dormía la familia, y registraron los cajones en busca de joyas y objetos de valor
Juan Cano
Miércoles, 4 de noviembre 2015, 00:44
Le despertó un destello en el pasillo. Al girarse en la cama, se encontró con la luz de una linterna enfocándole a la cara y, ... detrás de ella, dos personas vestidas completamente de negro que ocultaban sus rostros con máscaras. La maniataron a ella y también a su padre, de 93 años, que dormía en la habitación de al lado junto a su mujer, de la misma edad, que está impedida.
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Sucedió la noche de Halloween. Los ladrones tres en total utilizaron disfraces similares a los de la película Scream (1996), con capuchas y caretas donde se adivinaba un esqueleto, y que les permitieron pasar inadvertidos al entrar y salir del edificio donde reside la familia, en el barrio malagueño de Teatinos.
Los asaltantes accedieron al piso sobre las 2.20 horas sin, aparentemente, forzar la cerradura, a la que los moradores habían dado dos vueltas con llave antes de irse a dormir. La mujer, de 67 años, que vive con sus padres para cuidarlos, apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando vio la luz de la linterna frente a su cara. Uno de los encapuchados se dirigió hacia ella y le ató las manos con una especie de cuerda de plástico.
Rogó a los delincuentes que la llevaran con sus progenitores a la habitación contigua para tranquilizarlos. «No entiendo, soy ruso», le respondió el embozado mientras le ordenaba, con un gesto, que estuviese callada. La mujer le pidió por favor que no les hiciesen nada, ya que desde su cuarto escuchaba llorar a su padre.
El saqueo se produjo en la habitación del matrimonio. Mientras uno de los ladrones se quedaba con la hija, los otros dos entraron en el dormitorio. El primer instinto del anciano fue pedir socorro y uno de los encapuchados le tapó la boca. «No lo hagas, que me voy a asfixiar», le dijo. Entonces, le amarraron con fuerza los brazos, hasta el punto de que la cuerda le hizo heridas en la piel por las que sangró abundantemente.
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El hombre les pidió que no le hicieran nada a su esposa, que no puede andar. Uno de los asaltantes se situó junto a ella, pero sin llegar a maniatarla. Pese a que no logró ver su rostro, le pareció que era una mujer porque se comportó con delicadeza al acariciarle la pierna y pedirle, mediante gestos, que no hablara. Su marido no corrió la misma suerte. Cada vez que el hombre intentaba levantarse, presa de los nervios, el delincuente que tenía junto a él le daba un empujón en la cabeza y lo tiraba sobre la cama. «Si no gritas, no te pasará nada. De lo contrario... Ya sabes», le advirtieron mientras registraban todos los cajones de la habitación. Se llevaron un reloj y algunas joyas, aunque el botín, según las fuentes consultadas, no sería muy elevado.
Tras permanecer media hora en el piso, los tres ladrones se dieron a la fuga, dejando maniatados a padre e hija junto a la madre, que necesita una silla de ruedas para desplazarse. La mujer consiguió rozar las ligaduras contra un objeto hasta que cedieron y pudo liberarse. Pese a que la habitación estaba llena de sangre, comprobó que sus padres estaban bien y pulsó el botón de la teleasistencia. Después, avisó a la policía, que se ha hecho cargo de la investigación.
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