Isabel Moreno, de Algatocín, abrió las puertas de su casas para los desalojados. V. MELGAR
Incendio en Málaga

«He dormido una hora y porque caí rendida»

Nerviosismo y tristeza entre los vecinos que tuvieron que abandonar sus casas por el incendio, reubicados principalmente en casas particulares

Martes, 14 de septiembre 2021, 01:12

«Estamos bien pero por el trato de Isabel. He dormido una hora y porque caí rendida». Erika Calvente es una de las desalojadas por ... el incendio de Sierra Bermeja. Pone cara a las más de 1.500 personas (sobre los padrones, la población de hecho es menor) de los seis pueblos del Valle del Genal que este domingo fueron evacuados preventivamente ante el humo y el avance de las llamas. Esta jubriqueña, junto con su hijo y sus padres, pasó la noche en una casa particular, como la mayoría de los afectados por la situación. Es en los hogares de los pueblos vecinos, también en los de Ronda, la cabecera de la Serranía; donde se hace la crónica de la noche, alumbrada por la solidaridad de tantos en tremenda tragedia.

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Ayer, mientras desayunaba, ya pasadas las ocho de la mañana, en lo de Isabel Moreno, en Algatocín, relató: «He pasado la noche en el balcón, para comprobar cómo iban las llamas, si habían llegado a las casas. Ayer (por el domingo) nos dijeron que se habían quedado a unos 300 metros», explicó. Y su sonrisa, la que trataba de mantener entre sus invitados la anfitriona, que servía café y cariño; se borró, dando paso a las lágrimas: «Es muy duro, yo creo que por mucho que lo contemos, en los medios de comunicación, no se nos entiende, no se puede llegar a comprender... Es terror, miedo, incertidumbre... El día del confinamiento por el pirocúmulo fue terrorífico, no sabíamos qué era aquello, qué podía pasar y teníamos que estar encerrados», recordó con amargura. Está sufriendo ansiedad. Su madre, María Jiménez, añadió: «No te da tiempo a coger nada, ni ropa, ni nada. Mi marido tiene puesta una camiseta de mi hija. Mi hija no cogió ni dinero». «Creo que me he venido con ocho o diez euros...», confirmó ésta.

En casa de Isabel durmieron una decena de evacuados, todos de Jubrique. «Yo esta pasada noche he logrado descansar un poco, después de tantas noches en vilo, aunque se nos ha ido también de un sitio a otro del pueblo, del Arco al aparcamiento de los pisos, intentando ver el fuego», añadió Mari Ángeles Calvente, la nuera de Isabel, mientras hacía una de las camas. La casa no era, en su caso, desconocida. «Solemos venir, aunque ahora menos con la pandemia. Nosotros vivimos en Jubrique pero el verano lo pasamos en una finca que tenemos en el río Genal, en una casa de madera... Teníamos el bolso hecho desde hace varios días, todo recogido... Imagina, de madera, si llega el fuego se quema todo, nos quedamos sin nada porque solemos llevarnos todo en verano a esta vivienda», expresó. «Mi hijo (de 15 años) sí ha llorado más, es aficionado a las motos, a salir por el monte, por ese que se ha quemado... Es muy triste, cómo habrá cambiado todo», se lamentó esta vecina.

«Por mucho que lo contemos, creo que no se nos entiende... Es terror, miedo, incertidumbre»

Isabel, conocida como 'Isabelita La del río', por el río Genal y su vinculación familiar a la zona; encarna a otra de las figuras clave en esta tragedia: la de los voluntarios, que se han volcado con los damnificados. «¿Qué iba a hacer? Mi casa ha estado abierta desde el primer momento, he intentando ofrecer todo lo que tengo», declaró sobre las conversión de su vivienda una improvisada pensión. «Vivo sola y tengo cuatro habitaciones disponibles», indicó. El domingo se arremangó, como se dice coloquialmente, ante los desalojos de estos pueblos y se puso a freír patatas, huevos y salchichas. «Lo más rápido», consideró, para dar de comer a los desalojados que fueron trasladados a Algatocín. Su labor totalmente desinteresada se sumó a la de decenas de algatocileños y serranos.

Andrés Conde, párroco, como voluntario, ayer en Ronda. v. melgar

La solidaridad también se mama. Una de las hijas de Isabel, Begoña Ruiz, y su pareja, José Antonio García, regentan una popular venta en la zona, la Venta San Juan, junto al río Genal, con camping, y en el término de Jubrique. Fueron desalojados por el incendio y terminaron ofreciendo comida gratis a los afectados y profesionales desplazados en Algatocín. «Tenemos un local, otro bar, que estaba cerrado, en el pueblo... Tenía las previsiones para el fin de semana, ¿qué iba a hacer, tirarlas? Pues dimos unos cien almuerzos. La gente se mostró muy agradecida y nos quería pagar, pero no lo aceptamos, ha sido nuestra forma de contribuir», manifestó, en la Alameda, recogiendo el citado establecimiento.

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En Algatocín, también pasaron la noche Melody Melgar, natural de esta localidad pero residente en Genalguacil; junto a familiares. En total, cerca de una decena de personas: «Aquí en Algatocín está mi madre, ¿dónde iba a ir? Hemos abierto la casa de mis abuelos que estaba cerrada, en la Fuente, porque fallecieron desgraciadamente y aquí hemos dormido... Intranquilos, la verdad, el fuego nos dijeron que se había quedado a unos tres o cuatro kilómetros en línea recta de la casa», explicó y continuó: «No sabemos cuándo podremos volver... Ojalá sea pronto», deseó junto a sus abuelos políticos, que esperaban a que se secara el suelo de la casa, sentados en sillas de playa en la puerta de la misma, con cara de resignación. «Estamos bien...», apenas expresaron.

Muchos vecinos ofrecieron las viviendas en propiedad que están cerradas, como esta última, para que los desalojados pudieran dormir.

«No sabemos cuándo volveremos»

En Ronda no fue necesario el uso de las camas portátiles que montó Cruz Roja, puesto que los evacuados se reubicaron, de nuevo, mayoritariamente, en casas de familiares, amigos y conocidos, pero también en hoteles, casas rurales y residencias de ancianos, en el caso de personas mayores, incluso, varias se trasladaron al Hospital de la Serranía. De hecho, el Pabellón Deportivo San Francisco, que se habilitó, cerró y volvió a abrir a primera hora de ayer. Al mismo regresaron muchos desalojados. «He dormido en casa de una amiga y mi hijo en una residencia, pero nos hemos venido para ver si nos dicen algo sobre cuándo podremos volver», comentó María Bautista, de 76 años y de Júzcar. «He dormido bien, se me ha ido la noche en dos sueños. Si no podemos volver repetiremos el plan, no sabemos cuándo volveremos». «Yo, poco, la verdad, cuando encuentras la cama rara y en esta situación...», subrayó su hijo, Antonio Mena. Ambos tranquilos, dentro del margen que permite la catástrofe. «Sabemos que el fuego no ha afectado a la casa ni a la finca de castaños que tenemos», concretó. Finalmente, sí admitió que estaba inquieto, desanimado... Lo que achacó al cansancio.

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V. Melgar

Josefa García, de Faraján, con 84 años, durmió también en casa de una amiga. «He dormido poco, lo que se puede descansar con esto, además me faltaba la pastilla de dormir, que me vine sin ella. He estado muy nerviosa y me he levantado a las ocho de la mañana. Me he venido aquí (a las instalaciones deportivas) para ver si nos dicen algo. Se veía mucho humo, mucha ceniza en el suelo, el sol parecía sangre...», recordó, mientras trataba de matar el tiempo de espera atendiendo, en actitud muy colaborativa, a los medios de comunicación.

«Lo peor de esta tragedia son las personas mayores, algunos no querían salir de sus casas, les genera un gran trastorno, no comprenden», declaró junto a Josefa Andrés Conde, párroco de Pujerra que ayudó a la evacuación de este pueblo, sobre todo de las personas impedidas, con la que se volcó, como tantos voluntarios.

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Ya caída la noche de ayer, se decretó el regreso paulatino y ordenado de los vecinos de cinco de los seis pueblos desalojados, manteniéndose la medida para Genalguacil.

V. Melgar
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