Los padres de la Sierra de las Nieves
A pocas semanas de que se convierta en parque nacional, SUR acompaña a los cuatro directores conservadores y al coordinador del plan de recuperación del pinsapo en una ruta con guías de excepción
La comitiva sube desde Yunquera, a bordo de una furgoneta Citroen Jumpy de la Delegación de Medio Ambiente de la Junta. La jornada es en ... sí un hito, pues es la primera vez que visitan la Sierra de las Nieves en el mismo grupo los cuatro directores conservadores y el coordinador del Plan Andaluz de Recuperación del Pinsapo. La marcha discurre en un ambiente festivo, a pocas semanas de que el Gobierno dé el paso definitivo para que este espacio se convierta en parque nacional, lo que está previsto que suceda la próxima primavera. Hace 28 años que se declaró parque natural, casi tres décadas de trabajo continuado para alcanzar esta meta, que es en realidad el principio más que el final de un camino donde ha habido éxitos y fracasos. Todos ellos siguen al pie del cañón, cada uno en diferentes facetas profesionales, aunque sin perder nunca de vista la montaña.
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«Yo estoy en Málaga gracias al Parque», arranca Miguel Ángel Catalina, y relata aquella romería a la Virgen de las Nieves, a lomos de mulos, a la que acudió de la mano del histórico ingeniero de Montes Miguel Álvarez Calvente. «Vine, me eché una novia y me quedé», se ríe. Aunque nació en un pueblecito de Burgos se siente malagueño por elección, algo común a la mayoría. Sólo uno de ellos, Rafael Haro, ha nacido en la provincia. Ricardo Salas es de Santisteban del Puerto, Jaén; Miguel Ángel Martín Casillas, de Madrid, y José López Quintanilla, de Cartagena. «La Sierra de las Nieves es un elemento aglutinante de gente biodiversa en cuanto a su procedencia», intercede Salas.
La primera parada es el mirador de Luis Ceballos, botánico de mediados del siglo XX que propuso por primera vez la defensa del pinsapo, y desde donde se divisa todo el Valle del Guadalhorce. Desde este punto parte una de las excursiones más populares y espectaculares, la del tajo de la Caína. Desde allí también es fácil observar como los pinsapos se disponen en la umbría, en las laderas al norte, y el pinar ocupa las del sur, las de solana. Con el cambio climático comienzan a aparecer otras especies, como el quejigo. «El bosque está vivo, no es una foto fija, mueren unos y aparecen otros», recuerda Quintanilla, que es el máximo responsable de la protección de esta especie endémica única.
En la Sierra hay unas 3.000 hectáreas de masa madura, y otras tantas distribuidas en rodales dispersos y de regeneración. «Hoy por hoy el pinsapo no está en riesgo, se va expandiendo por donde le dejan y tiende a escalar en altura», comenta. La masa se ha mantenido estable en las tres décadas en las que el ingeniero de Montes –y sus cuatro compañeros, directores conservadores– han estado al frente. «La mejor noticia es que la regeneración natural va muy bien; incluso cuando se ven árboles muertos, el hueco que han dejado está lleno no sólo de pequeños pinsapos sino también de encinas, enebros, pinos, quejigos, arces y serbales». Ello genera biodiversidad en el bosque, lo que mejora la defensa frente a las patologías y los cambios del clima. «Esa es la mejor noticia, que hay futuro para el bosque».
Puerto del Saucillo
De allí, todavía a bordo de la furgoneta, el grupo se encamina al depósito de agua del puerto del Saucillo, a una altitud de unos mil metros. La sierra está coronada por el pico del Torrecilla, con 1.919 metros, el segundo más alto de la provincia tras la Maroma (2.068). Comienza entonces la ruta a pie con cinco guías de excepción, que se detienen a mostrar tal o cual planta y a escuchar el canto de los pájaros. La niebla es un elemento omnipresente en el camino y acompaña a los excursionistas a lo largo del sendero hacia el puerto Bellina, a la vez que crea la atmósfera propicia para el desarrollo del abeto milenario. El manto lo envuelve todo con un halo de magia, en un paisaje con 60.000 años de historia, motivado por el descenso de las semillas del pinsapo –y también de la cabra montés– desde las zonas árticas hacia otras más cálidas del sur, hasta llegar a Málaga e incluso saltar al Atlas, en el norte de África, donde vive el 'Abies maroccana'.
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Los pinsapos están cargados de piñas este año, que son conocidas popularmente como «pichas de fraile», por su forma fálica. La lluvia ha sido magnífica, sobre todo en primavera, que es cuando más la necesita el árbol. Además, los ejemplares viejos, justo antes de morir, dan lugar a una producción extraordinaria de semillas; como si el árbol diera una bocanada y se aferrara a la vida en forma de descendencia. Los pequeños brotes, de apenas un pulgar de altura, aparecen desperdigados por todas partes. A pesar de su tamaño minúsculo algunos ya tienen más de dos años. La visita discurre la mayor parte en silencio, mitad por el esfuerzo del ascenso, mitad por la digestión del desayuno hipercalórico a base de molletes en Yunquera. Así es más fácil escuchar el canto del carbonero garrapinos y del reyezuelo listado, que se entremezclan entre sí y con el roce las ramas al viento frío de otoño.
En un punto del camino se ha cambiado la ruta, y Rafael Haro explica la causa: el sendero original llegaba a una loma y se asomaba a un tajo donde habitualmente cría un águila real. Los excursionistas molestaban y había años que no anidaba. De manera que se desvió y se trazó por un valle, gracias a la red de voluntarios. Así se consiguió dejar a las rapaces protegidas en paz. La ruta continúa por el Llano de la Casa, en cuyo entorno, hace unos 15 años, se entresacaron numerosos pinos, y la regeneración del pinsapo ha cogido luz y espacio. «El hombre tiene que acelerar los pasos que la naturaleza por sí misma va a dar, pero en mucho más tiempo», afirma Salas. El camino concluye poco después de llegar a un antiguo pozo de nieve, que los expertos valoran como un indicador del cambio climático: «Ya no hay, pero esto antes se llenaba, la compactaban y la vendían. Era un artículo de lujo que se podía permitir muy poca gente, para alimentación y para curar hematomas».
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Del parque natural al nacional
Cada uno de los directores ha puesto su parte para lograr el objetivo del parque nacional, en paralelo a los cambios de la sociedad en sí. A Catalina le tocó arrancar, como director desde 1989 hasta 1997, cuando algunos municipios todavía no aceptaban las medidas de protección. Había un desconocimiento general y problemas muy graves de erosión y de incendios, especialmente el ocurrido en 1991. El principal riesgo del parque sigue siendo el fuego, porque el pinsapar no se regenera cuando arde. A ello, se unía la necesidad de limitar el pastoreo.
Ricardo Salas fue el siguiente (1997 a 2002). Estuvo a cargo del primer plan de desarrollo sostenible, una vez que la población local asimiló el parque natural. Supuso un nuevo enfoque, para compatibilizar la tradición con el uso de los recursos. «Se empieza a tener en cuenta que el hombre tiene su protagonismo». Miguel Ángel Martín Casillas le tomó el testigo (2002 a 2005). Le tocó consolidar las relaciones con los vecinos, con los modelos para solicitar aprovechamientos y la convivencia con las explotaciones ganaderas, que hoy son una pieza fundamental para proteger el monte de los incendios. También se dio a conocer el mundo subterráneo, con la divulgación de la sima Gesm (Grupo de Exploraciones Subterráneas de Málaga), que tiene 1.100 metros y es la más profunda de Andalucía y de las mayores del mundo.
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Rafael Haro, director desde 2005 hasta ahora, recogió ese bagaje y a partir de 2010 fue el encargado de estudiar y promover técnicamente la declaración como parque nacional, un hito que ya está a punto de cumplirse. El escenario ha cambiado: ahora los habitantes lo ven como lo mejor que les podía pasar, por las oportunidades de desarrollo que se abren. Pero Haro, siempre humilde, señala a sus colegas y resume su trabajo en una frase: «Tengo la suerte de estar mejorando el legado de estos señores».
Los protagonistas
Miguel Ángel Catalina (Director 1989-1997)
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Los inicios. Tuvo que afrontar el rechazo de algunos pueblos, problemas muy graves de erosión y de incendios, especialmente el ocurrido en 1991. Con vistas a su defensa se hicieron cortafuegos y caminos, depósitos de agua, etc. Otro frente fue la reducción del pastoreo intensivo.
Ricardo Salas (Director 1997-2002)
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Cambio de enfoque. Se acomete el primer plan de desarrollo sostenible, una vez que la población local lo asimila y terminan los desencuentros, con un nuevo enfoque, para compatibilizar la tradición con el aprovechamiento de los recursos. Se empieza a tener en cuenta que el hombre tiene su protagonismo.
Miguel Ángel Martín Casillas (Director 2002-2005)
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La consolidación. Le tocó afianzar las relaciones con los vecinos, con las solicitudes de aprovechamientos y con las explotaciones ganaderas. Se dio a conocer el mundo subterráneo, con la puesta en valor de la sima Gesm, la más profunda de Andalucía y de las mayores del mundo.
Rafael Haro (Director 2005-actualidad)
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Del parque natural al nacional. A partir de 2010 estudia y promueve las declaración de parque nacional, que ya está a punto de salir adelante. Ahora le toca ayudar a los pueblos de la Sierra para que aprovechen las oportunidades de desarrollo que se abren con el cambio.
José López Quintanilla (Plan de Recuperación del Pinsapo)
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Desde 1986 al frente de la defensa de los abetos. No es sólo el mejor conocedor y protector de esta especie única, labor en la que lleva enfrascado más de tres décadas, sino que sus compañeros lo consideran la pieza clave en la continuidad del proyecto de la Sierra de las Nieves, como persona y como técnico.
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