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Los nuevos peregrinos son bautizados con agua del río. hdad. rocío ronda
Sentimiento al paso del Quema

Sentimiento al paso del Quema

Para muchos rocieros es el punto donde salen a relucir todas las emociones del camino que les lleva a la Blanca Paloma

A. OJEDA

Lunes, 5 de junio 2017, 00:55

La Romería del Rocío encierra una multitud de estampas y vivencias que marcan para siempre al que, al menos por una vez, vive experiencias como la del paso por el vado del Quema en el cruce del río Guadiamar, uno de los momentos más emblemáticos de la fiesta rociera. Y es que este paraje de la localidad sevillana de Aznalcázar, donde caballos, peregrinos y carros cruzan el río Guadiamar, es testigo, romería a romería, del ingreso oficioso en la devoción de los nuevos romeros a través del bautizo rociero.

El vado del Quema tiene un significado especial para los romeros de las 63 hermandades filiales que hacen el camino de Sevilla, y que proceden de lugares muy dispares de la geografía andaluza. Es un lugar de paso para enfilar la localidad sevillana de Villamanrique de la Condesa y adentrarse en tierras onubenses para así alcanzar la aldea. Podría decirse que el vado marca el límite del territorio rociero viniendo por los caminos de Sevilla, de ahí que su paso sea uno de los momentos más esperados por todos los romeros que año tras año acompañan a las hermandades en su peregrinación hacia la Blanca Paloma y, sobre todo, para los que la realizan por primera vez, ya que son protagonistas del ritual del bautismo.

La ilusión y las lágrimas de emoción y alegría que despierta en niños, jóvenes, adultos y ancianos el que se bañe con agua del Guadiamar a los nuevos romeros, recibiendo nombres alusivos al sentimiento rociero y al entorno que rodea esta romería, se mezclan con la nostalgia por los que ya no están o este año no han podido hacer el camino. Y todo ello, entre los sonidos de la flauta y el tamboril, de las sevillanas y rumbas que alaban y veneran a la Virgen del Rocío marcadas al ritmo de palmas y guitarras, y del agua cuando entre ella se abren paso peregrinos, caballos, carros y, sobre todo, la carreta del simpecado que, tirada por bueyes en fila, firme la senda hacia los pies de la marisma almonteña donde espera la Reina de las Marismas. Por todo ello, el paso por el vado del Quema es para muchos rocieros un emblema, un lugar ansiado y esperado, un punto neurálgico del sentir y la devoción por esta imagen en la provincia de Sevilla, como lo es Bajo de Guía en Sanlúcar de Barrameda o La Raya en Huelva, y que supone la antesala de todas las vivencias, emociones y estampas para el recuerdo que dejarán los días de romería, sobre todo ese lunes de madrugada cuando, de nuevo, la Virgen del Rocío abandone su santuario para visitar de tú a tú a sus fieles a hombros de los almonteños.

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