La Junta inscribe como Bien de Interés Cultural a la Cueva del Toro de Antequera
Lo hace con la tipología de zona arqueológica y se trata de una de la máxima protección patrimonial para uno de los lugares donde mejor puede estudiarse la evolución del hombre desde la prehistoria
Maria Dolores Tortosa
Martes, 23 de febrero 2016, 13:12
El Consejo de Gobierno ha aprobado este martes que se inscriba como Bien de Interés Cultural en el Catalogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, con ... la tipología de zona arqueológica, a la Cueva de El Toro, situada en el Torcal de Antequera. Se trata de la máxima protección patrimonial para uno de los lugares donde mejor puede estudiarse la evolución del hombre desde la prehistoria.
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Esta caverna, largamente habitada por sucesivas comunidades prehistóricas del Neolítico a lo largo de más de 3.500 años, es la única de todas las conocidas en la Sierra del Torcal que permite una documentación completa de la evolución del poblamiento de la zona en la Prehistoria reciente. Asimismo, sus vestigios son indicativos del sustrato sobre el que surgirán las culturas que construyeron los megalitos del vecino Conjunto Arqueológico de los Dólmenes de Antequera.
La Cueva del Toro se enclava en una posición estratégica que permite el control visual del valle del Guadalhorce. La parte principal de la cueva es la denominada Sima del Pasillo, con una profundidad de 32 metros, donde se ubica una pequeña sala en la que se han identificado restos cerámicos.
Las investigaciones realizadas hasta ahora han constatado un modelo de ocupación propio de una economía agropecuaria en la que tuvo especial protagonismo la ganadería de ovejas y cabras, como atestiguan los abundantes restos faunísticos hallados. Las poblaciones que habitaron la cueva ejercían un dominio espacial dirigido a la acumulación de recursos tanto para la supervivencia como para el intercambio. Su cultura material demuestra un elevado manejo de procedimientos técnicos y de manufactura. Destacan en este sentido los hallazgos de huesos y piedras talladas; objetos cerámicos con gran variedad de acabados, y artesanías de laminillas de sílex y brazaletes de caliza y mármol, entre otras.
La primera fase de ocupación de la cueva corresponde al Neolítico Antiguo, desde el último tercio del VI milenio a.C. al primer tercio del V. Tras un periodo de 600 años del que no se han encontrado vestigios, la segunda fase se desarrolló en el Neolítico Reciente (entre el último cuarto del V milenio y el último tercio del IV) y coincidió con el mayor poblamiento del enclave. Posteriormente sólo volvió a habitarse de forma puntual durante las edades del Cobre Reciente y del Bronce Antiguo.
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