Sara Carbonero. E. P.

Sara Carbonero, operada de urgencia en una clínica de Madrid

La periodista cuenta con el apoyo incondicional de su marido, Iker Casillas, que no se separa de su lado

JOAQUINA DUEÑAS

Jueves, 11 de febrero 2021, 00:03

madrid. Poco hacía presagiar el pasado 3 de febrero, cuando Sara Carbonero cumplía 37 años y recibía los regalos y felicitaciones de sus familiares y ... amigos, que apenas dos días después se vería obligada a ingresar en la Clínica Universidad de Navarra, en Madrid. Aunque al principio se barajó que pudiera ser una recaída en el cáncer maligno de ovarios que le fue diagnosticado en mayo de 2019, su entorno ha matizado que no tiene nada que ver con esa enfermedad a pesar de que ha tenido que ser intervenida de urgencia.

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Tal como recoge la revista 'Semana' en exclusiva, su marido, Iker Casillas está siendo uno de sus grandes apoyos. El deportista pasa con ella tanto tiempo como puede ya que también se le ha visto llevar a los dos hijos de la pareja al colegio. Junto a él, la madre, la hermana de Carbonero y su gran amiga, Isabel Jiménez, se turnan para acompañarla.

Preocupación de Casillas

En el rostro de Casillas, como cabe esperar, signos de preocupación. Se le ve entrar y salir de la clínica cabizbajo y la misma revista ha publicado unas fotos en las que se percibe que el exguardamenta del Real Madrid está pasado por momentos muy difíciles. Casillas ha recibido el apoyo de sus amigos y familiares. De hecho, en una de las fotografías se le ve fundirse en un abrazo con un amigo. Desde su entorno llegan noticias que revelan su profundo desasosiego: «Está hecho polvo». Sin embargo, parece que el pronóstico es esperanzador ya que Sara se está recuperando y su entorno es optimista.

Un optimismo que refleja la propia Sara en su cuenta de Instagram donde ha publicado un fragmento de la canción de Delafe y las flores azules, 'Espíritu santo' que dice así: «Y sonaron las trompetas de la muerte y la gente se puso a bailar. Esto es la guerra y para ganar tendrás que liberarte del sentido del ridículo, porque bailando hasta el espíritu santo se pone blando». En definitiva, un canto a la lucha y a no dejarse llevar por la desesperanza que recuerda a las palabras con las que el futbolista la felicitaba hace unos días: «37 inviernos. Muchas felicidades!! El baile sigue... hay que bailar hasta el final».

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