

Secciones
Servicios
Destacamos
julia fernández
Lunes, 19 de octubre 2015, 12:23
Albert Rivera es, sin ninguna duda, el hombre de moda de la política española. «Todos le ponen ojitos, también yo», bromeaba Cristina Cifuentes, la presidenta de la comunidad de Madrid el Día de la Hispanidad. Durante el besamanos posterior al desfile de las Fuerzas Armadas era el centro de todas las miradas. Un magnetismo que tiene explicación, según los expertos. El líder de Ciudadanos triunfa porque combina con acierto «una suficiente dosis de rupturismo con el sistema de partidos salido de la Transición y con la corrupción, y una imagen joven, pero de orden, moderada, pausada, arreglada... que vende mucho entre los que quieren el cambio, pero no de manera brusca», detalla Antón R. Castromil, profesor de Sociología en la Universidad Complutense.
Era la primera vez que Rivera estaba invitado al Palacio Real y su fichaje calentó los corrillos. Todos querían hablar con él, quizá por su verbo fácil y su oratoria, o de él, porque su vida también da para un rato de palique. Dejó un buen puesto como asesor jurídico en La Caixa por la política. El caso es que allí estaba, sonrisa profidén, atuendo impecable traje azul marino, camisa blanca, corbata italiana, su preferida, en color burdeos y solo, sin pareja de baile. Aunque con mucho moscón tirándole los tejos.
Rivera, efectivamente, está soltero, pero no libre de compromiso. El pasado 27 de septiembre, el día de las elecciones catalanas, lo dejó claro cuando se acercó al Hotel Barceló Sants (Barcelona), antiguo feudo del PP, para seguir la noche electoral de la mano de Beatriz Tajuelo, su novia, con la que lleva saliendo más de un año. El encargado de inmortalizar aquel momento y subirlo a Twitter fue un compañero de partido, Luis Salvador, portavoz en el Ayuntamiento de Granada. Solo quería dejar constancia de la llegada de su jefe de filas en un día que ya se presuponía importante. Lo que no calculó es que la gente se fijaría más en la chica rubia que, vestida de forma discreta, con una blusa negra, un pantalón pitillo blanco y zapatos y bolso rojos, caminaba a la par de Rivera. «No me lo esperaba para nada». Pero la presentación oficial en sociedad llegó el pasado jueves, durante la cena de los premios Planeta, a la que acudió con un discreto vestido negro y sandalias años veinte.
El candidato naranja a La Moncloa en las próximas elecciones es el primero que se presenta soltero, un estado civil poco común entre los políticos de nuestro país hasta hace poco. Ya se lo dijo Manuel Fraga a Mariano Rajoy en sus años mozos: «Mi querido amigo, cásese si quiere triunfar en política». El delfín cumplió la recomendación ya entrado en la cuarentena, cuando era ministro de Administraciones Públicas en el primer Gobierno de Aznar.
Presente en actos del partido
Pero los tiempos van cambiando y ya no es raro encontrarse a ministros y presidentes de comunidades autónomas desparejados: Juan Vicente Herrera, Alberto Nuñez Feijoo... España no es Estados Unidos: «Aquí el estado civil de los políticos en campaña importa poco, no así en otros países, en los que se les valora como padres de familia y aparecen, en muchas ocasiones, rodeados de mujer e hijos», señala Castromil. Pese a esto, el número uno de Ciudadanos decidió formalizar su relación en la noche electoral catalana, aunque sin decir ni mu. Hasta entonces, la pareja había permanecido alejada de los focos y durante los primeros meses de relación a Rivera le molestaban sobremanera las informaciones sobre sus amoríos. Y eso que él nunca ha sido un tipo de remilgos: es habitual que responda con educación a las preguntas sobre su vida privada.
«Hablar de su familia le permite darse a conocer y, sobre todo, adelantarse a posibles cotilleos y a la prensa amarilla. Así se desactivan posibles mensajes negativos», precisa el politólogo Xavier Peytibi, especializado en campañas y comunicación estratégica. De ahí que sepamos que se separó de su novia de toda la vida, Mariona Saperas, en el verano de 2013 y que adora por encima de todo a la hija de ambos, Daniela, de 4 años. «Mi tiempo con ella es sagrado». Sin embargo, las cosas con Bea, de la que se sabe que es azafata y poco más, son diferentes. Ha preferido mantenerla al margen del circo mediático. Aunque querer no es poder: en julio fue cazado paseando con ella por Madrid, después de haber comido juntos en la barra del Álbora, un restaurante muy de moda en la capital. Por si les pica la curiosidad, dieron buena cuenta de unas tapas y un Ribera de Duero. Cuatro meses antes, Rivera ya había confesado a este periódico que su menú perfecto para dos era muy sencillo: «Una tabla de quesos y un par de copas de vino».
Eso sí, para cuando la vimos la cara por primera vez, a Bea ya la conocían bien en Ciudadanos. Cada vez es más habitual verla con Rivera en compromisos profesionales y que su equipo la llame cuando las citas se alargan más de la cuenta o las reuniones se enredan: «Decidle que voy a llegar tarde». El 27 de septiembre, le acompañó al colegio Santa Marta de Hospitalet, donde tenía que votar el líder de Ciudadanos. Una sorpresa, porque su última residencia oficial era un apartamento alquilado de 50 metros cuadrados en el Eixample barcelonés. Al parecer, desde hace ya un tiempo, cuando está en la Ciudad Condal se instala en el piso que tiene su novia en esta localidad. «Es mi casera», bromea con su círculo más cercano. Y la discreción personificada, aunque ya se ha convertido en la primera dama del partido naranja.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.