Mariano Pérez y Antón Saracibar, director de fábrica y director general de Equisur. MIGUE FERNÁNDEZ Vídeo: Pedro J. Quero

La segunda juventud de la lejía

Equisur, una discreta fábrica de productos de limpieza ubicada en Humilladero, lleva un año trabajando al límite de su capacidad para responder a una demanda desbocada

Nuria Triguero

MÁLAGA

Domingo, 2 de mayo 2021, 01:12

La lejía es de esos productos humildes que pasan desapercibidos pero están presentes en todas las cocinas españolas. O estaban... Porque dicen los que saben ... de esto, o sea, los que trabajan en la industria de la limpieza, que las nuevas generaciones no han heredado la devoción de madres y abuelas por las botellas amarillas. El hipoclorito de sodio estaba condenado a ser una 'commodity' del armario de las escobas; un producto sin 'sex appeal' que los fabricantes venden porque lo tienen que vender, pero al que apenas sacan margen.

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Y en estas llegó la pandemia. De repente, un microscópico virus capaz de matar estaba ahí fuera, amenazando con entrar al hogar aferrado a un zapato, a la ropa del trabajo o a un cartón de leche comprado en el supermercado. Y la discreta botella amarilla que cogía polvo bajo el fregadero se convirtió en uno de los pocos escudos que los ciudadanos podían esgrimir frente al enemigo invisible. Desde entonces la lejía vive una segunda juventud. Nunca las familias españolas habían gastado este producto al ritmo actual.

La lejía se convirtió en el primer producto que se agotó en los supermercados en aquellos días de pánico que rodearon la declaración del estado de alarma en marzo de 2020. Lo recuerdan bien en Elaboraciones Químicas del Sur (Equisur), probablemente la mayor fábrica de productos de desinfección y limpieza de la provincia de Málaga. Ubicada en Humilladero desde 1993, pertenece a un gran grupo industrial murciano llamado Linasa y da trabajo fijo a 30 personas.

«De marzo a abril del año pasado incrementamos la producción de lejía un 170%», asegura el director general de Equisur, Antón Saracibar. ¿Cómo se consigue eso? «No fue fácil responder a un reto así. La fábrica estuvo funcionando 24 horas, seis días a la semana durante al menos tres meses. Tuvimos que hacer un esfuerzo financiero tremendo y, por supuesto, no habría sido posible sin el compromiso de nuestros trabajadores», confiesa el director de la fábrica, Mariano Pérez.

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En marzo, abril y mayo, recuerda Saracibar, llamaban a Equisur de todas partes pidiendo lejía. «Podríamos haberla subastado», afirma, reconociendo que a pesar del esfuerzo por incrementar la producción, en aquellos primeros meses de pandemia tuvieron que decir que no «a mucha gente» para poder cumplir con sus clientes habituales. Sin embargo, matiza, no subieron precios. «Es un producto básico», afirma resignado.

La planta de Equisur tiene 16.000 metros cuadrados y da empleo a 30 personas. MIGUE FERNÁNDEZ

La facturación, disparada

Tras la locura de aquellos primeros meses de confinamiento, la venta de lejía se ha mantenido en niveles altos durante todo el resto de 2020. «Terminamos el año con un incremento de ventas del 60% en el capítulo de lejías y un aumento del 45% de la facturación de nuestra empresa», explica Saracibar. Equisur alcanzó así el año pasado un volumen de negocio de 5,1 millones de euros.

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Facturar esta cantidad de dinero con lejía, amoniaco y friegasuelos requiere vender muchas, pero muchas botellas al año. Equisur lo hace: tiene capacidad de fabricar 200.000 al día. La fábrica de Humilladero dispone de tres líneas de producción altamente automatizadas, por lo que hace falta un número muy reducido de operarios para manejarlas. Realmente el proceso de fabricación de la lejía es sencillo: se mezcla agua e hipoclorito de sodio en grandes tanques y, si procede, se le añaden tensioactivos (el principio activo de los detergentes) y perfume. Similar es la elaboración de las familias del amoniaco y los friegasuelos. En comparación, resulta más laboriosa la creación de los envases de todos los productos, que se hace también en la fábrica.

La mitad de los productos que vende Equisur llevan sus marcas propias: Alin y Lina. La otra mitad los etiqueta con marcas de distribución, como por ejemplo Dia, Makro, Aldi o Covirán; o con las de otros fabricantes. Saracibar explica que la de la lejía es una industria peculiar: «Es un producto que viaja mal, ya que es muy barato y se encarece mucho con el transporte. Por eso los fabricantes somos regionales. Antes lo habitual es que en cada pueblo hubiera una pequeña fábrica y todavía quedan muchas marcas locales«, explica. Eso no quiere decir que no se exporte: los productos fabricados en Humilladero llegan a Marruecos o Guinea Ecuatorial.

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Para este año, esta planta de Humilladero tiene el reto de mantener alto el listón de la facturación contando con que el boom de la lejía ya se está desinflando. También el del gel hidroalcohólico, por cierto: la fábrica matriz de Linasa, en Murcia, ya ha dejado de producirlo (en la de Humilladero no se llegó a fabricar). «Estamos ilusionados con nuevos contratos que confiamos en que nos permitan crecer un 10%», indica Antón Saracibar. En esta industria tan clásica también apuestan por la I+D: han lanzado un alcohol de limpieza en formato pistola y ahora están preparando un fregasuelos con lavanda, limpiadores con citronella, entre otros productos.

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