Pablo Martín, ayer en una atención a SUR en Mijas Golf. SALVADOR SALAS

El sinvivir de Pablo Martín Benavides por sus hijos

El golfista malagueño, que ahora reside en Fuengirola, ya no compite por una serie de problemas judiciales con su expareja que lo mantienen lejos de sus dos niños

Martes, 3 de marzo 2020, 01:07

Es una historia complicada. No va de deporte. Es un relato personal y judicial. En concreto el relato de una de las partes. La voz es del malagueño Pablo Martín Benavides, quien en su juventud fue una gran promesa del golf, pero que ya a sus 33 años apenas tiene hueco en su cabeza para entrenarse y aprovechar su 'swing'. Era un niño prodigio apadrinado por los más grandes de este deporte, el que ahora practica más bien como «válvula de escape».

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Desde 2012, justo el año que perdió su tarjeta en el circuito profesional, su vida empezó a cambiar hasta desembocar en una desesperación que ahora desgrana al detalle. Es su verdad. Y la empieza a contar desde 2012, porque fue cuando conoció a su expareja y con la que mantiene una confrontación judicial desde finales de 2017.

Pablo Martín resume que tras romper su relación, con rencillas y desgastes fue «víctima de denuncias falsas» que lo alejaron poco a poco de sus hijos (un niño que cumple siete años esta semana y una niña de apenas dos años) con una amplia lista de acusaciones: «Me demandó y dijo que era un acosador violento, un mal padre que hasta quería matar a mis hijos y mil cosas más. Nosotros no estábamos casados, pero desde que descubrió que mis hijos son mi debilidad los ha usado como arma todo este tiempo», declara en una extensa atención a SUR en las instalaciones de Mijas Golf, donde cada persona que se cruza lo saluda.

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Ahora, estos vecinos también le preguntan por su salto a los medios con esta serie oscura y escabrosa. Antes de todo esto, durante casi un lustro, asegura haber vivido una relación familiar con «normalidad». Aunque ahora, cuando echa la vista atrás, «hay cosas que me chirrían». Continúa: «Tenía apenas 26 años cuando me enamoré de ella, que tenía 34 años, ocho más que yo. Pero nada importaba. A los tres meses de relación se quedó embarazada y con la llegada de mi primer hijo quise dedicarle tiempo a la familia y me tomé un año sabático con la idea de luego reincorporarme a la élite», avanza.

«Me han dicho que era un acosador violento, un mal padre que hasta quería matar a mis hijos y mil cosas más», afirma

Todo normal. Pero llega el primer «error» del que ahora se arrepiente y ya le «avisaron» su madre y su hermana: «Comprar una casa (a las afueras de Estocolmo) de la que ella se encaprichó y yo cedí a sus presiones, a pesar de que me iba a hipotecar en una fortuna y en un lugar muy difícil para mi profesión», explica. Allí, en ese tiempo, encontró un pequeño campo de prácticas donde golpeaba las bolas en la nieve. A pesar de eso, era feliz.

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Pero todo se desmoronó en 2017, cuando empezó el distanciamiento y «la lucha de mi pareja por eliminarme de su vida», valora. «Después de un verano raro en California, de vuelta a Europa me di cuenta, cuando estaba de camino a España en furgoneta y con equipaje para esperarlos en España para pasar el invierno, que me estaba engañando con mi preparador físico, que era amigo de ella, y de Suecia. Y desde que se lo recriminé lo usó en mi contra desde el primer momento», se sincera sin dejar de hincar la cabeza en la mesa y hundir las yemas de los dedos en su cabeza.

Sin fe en la justicia sueca

Desde ese momento se sumergió en un 'ring' de boxeo donde asegura no saber por dónde le vienen los golpes. «He recibido muchas denuncias y nunca me han pedido pruebas o han investigado para activar las medidas cautelares que me dejaron sin la custodia de mis hijos. Y el protocolo (a lo que él alude constantemente cuando quiere referirse a la ley para estos casos en Suecia) «me ha cancelado más de 30 peticiones para ver a mis hijos, muchas rechazadas cuando ya estaba en el aeropuerto de Estocolmo y me tenía que volver sin salir de la terminal», amplía.

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Todo esto tuvo su momento culmen el pasado marzo de 2019, cuando en el juicio le quitaron la custodia y sólo le dejaban ver a los hijos «cada dos fines de semana». Un «privilegio» que se cortó el pasado mes de septiembre, cuando le notificaron una nueva denuncia. «Ya no sé ni de qué me acusa, pero sé que tengo que acudir a declarar en Suecia otra vez en abril. E iré porque no he hecho nada, aunque no sé qué me puedo encontrar o si me detienen y me meten en la cárcel».

Azahara Muñoz le mandó su apoyo por redes sociales: «¡Todos contigo Pablo! Los que te conocemos sabemos que es todo un engaño. Ojalá se arreglen pronto las cosas»

Ya va por su tercer bufete de abogados en Suecia, porque dice que «esos temas no se pueden gestionar con abogados desde España. Hay una forma de ir por los tribunales europeos, pero supone mucho dinero y casi un brindis al sol», cuenta resignado esperando acontecimientos desde Fuengirola, donde ahora reside junto a su hermano en la casa que le dejó su abuela mientras que sus únicos ingresos se los da de momento el alquiler de un apartamento, y ve muy difícil, también de momento, competir. Quiere que su historia, al menos, quede registrada para «que mis hijos, cuando sean mayores de edad cuestionen lo que me han hecho y que estoy luchando por ellos», suplica.

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