El cerebro de la selección
El colocador marbellí Ángel Trinidad se consolida en el equipo nacional. Con solo 22 años y después de probar en la A1 italiana y en la Bundesliga, se marcha al Roeselare belga para disputar la Champions
julio rodríguez
Domingo, 9 de agosto 2015, 09:22
Consolidado en la élite con 22 años. El marbellí Ángel Trinidad de Haro se codea ya con los mejores jugadores del viejo continente. En tres ... años como profesional ha jugado en la mejor liga del mundo (la A1 italiana), en la Bundesliga y, en un par de semanas, se incorporará a su nuevo equipo, el Knack Roeselare, actual campeón de la liga belga y que jugará la Champions esta campaña. Un jugador sobresaliente, distinto, despierto; en una palabra, un líder.
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Su progresión es espectacular. Sin apenas oportunidades en el Tonno Callipo Vibo Valentia en su primera aventura con 20 años, la pasada temporada fue una pieza indispensable para el TV Bühl alemán tanto en la Liga, donde cayeron eliminados en cuartos de final, como en la segunda competición continental, en la que llegaron a octavos de final. Trinidad logró nueve galardones como mejor jugador del partido en la liga regular, de ahí las gorras amarillas en caso de ser el más destacado en la victoria, y las azules, el mejor del encuentro pese a caer derrotado.
En la selección española de voleibol no es uno más de las convocatorias. El entrenador, Fernando Muñoz, ha depositado su confianza en Trinidad como colocador titular en la última Liga Mundial disputada en junio. El combinado nacional dio un salto de calidad con los jóvenes dirigidos desde la pista por el marbellí. De hecho, se quedó a un partido de meterse en la Final Four de Eslovaquia tras perder en Egipto ante un equipo al que ya venció en la primera vuelta. Tras debutar con 20 años sigue sumando experiencia después de medirse a Kazajistán, Venezuela y los egipcios.
La confianza ganada fue consecuencia de los méritos que ha acumulado en su trayectoria desde la base, y que fortaleció como integrante durante cuatro años de la concentración de Palencia con las selección española juvenil (2009-2013). Además, fue parte fundamental en los éxitos de este combinado nacional júnior: subcampeón del mundo en Argentina (2011) y plata en el campeonato de Europa en Polonia (2012).
El cerebro, el gestor de recursos en la pista, el que debe saber a quién hacer jugar para que el equipo gane, aúna calidad técnica, una fuerte capacidad mental para momentos calientes y una picardía tan necesaria en jugadores jóvenes que quieren llegar a la élite. Ahora Trinidad, el mediano de tres hermanos que también jugaron o juegan muy bien al voley, disfruta en San Pedro de unos días de asueto, donde se reencuentra con su familia, un ejemplo entre sus vecinos por la educación y formación repartida a sus hijos, Adrián, Ángel y Jaime.
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Inicios en el baloncesto
Desde los 6 años Trinidad compartía varias aficiones: baloncesto, tenis y voleibol. De hecho, jugó en la cantera de Los Guindos. «Estuve en las categorías inferiores del Unicaja y, hablando claro, no valía para llegar a un gran nivel, era muy difícil. Volví a San Pedro a jugar al voley, me enganché y todo empezó a ir muy bien». Su carácter autocrítico, analítico, lo empujaba a fijarse en todo aquello que lo ayudara a mejorar. «Cuando era pequeño veía al club de Marbella jugar en San Pedro. Me quedaba viendo a mi hermano, lo observaba, copiaba lo que me podía venir bien y lo entrenaba». Su superioridad en edad infantil y cadete no pasó inadvertida para los técnicos, que lo querían para formar parte del equipo nacional. En su primera temporada con la selección juvenil se machacaba antes de empezar los entrenamientos viendo a los mayores. «Me he tirado muchas horas jugando contra la pared. El primer año me llegaron a llamar Popeye por los antebrazos. Pasaba dos horas y media con un balón medicinal jugando contra la pared», confesó.
El salto de calidad llegó con los Villena, Fornés y compañía en ese equipo júnior que también ganó la Copa Príncipe con Trinidad como MVP en 2012. Llegó antes una oferta de un equipo poco acostumbrado a escuchar un no como respuesta, el Unicaja Almería. Acabado su periplo júnior, dio el salto a la élite viviendo la aventura en la A1, en el olimpo del voleibol europeo. «Están un paso por delante, se ven partidos con los mejores jugadores del mundo y se ven detalles que son los mejores. Los encuentros están muy igualados, y son realmente los buenos los que marcan diferencias», admite. Y es que en la Liga italiana se mueven los mejores contratos, algunas estrellas cobran un millón de euros por año mientras que en el resto de Europa, salvo en Turquía, no hay tanto desembolso.
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En su segunda campaña como profesional, en la Bundesliga, ya había comprendido perfectamente la diferencia entre ser amateur y jugador de élite. «Hay muchas distracciones en el profesionalismo, muchos intereses, presión de patrocinadores, el equipo, la afición. Ves que todo empieza a ser un negocio.Es muy diferente a cuando empiezas en esto. Por eso, a veces pienso que ojalá fuera pequeño para volver a jugar y solo divertirme».
Con un rol muy destacado en Alemania, donde le ofrecieron la renovación, ahora dispone de un contrato de dos años y un tercero opcional en el Knack Roeselare con la ilusión de jugar la Champions, aunque primero llegará la Supercopa belga. Aún tiene marcado el mismo desafío que afirmó a este periódico hace tres años: «Mi reto en el voleibol es ser el mejor jugador del mundo. Al fin y al cabo, si con el paso de los años el objetivo varía, también se va perdiendo la motivación y determinación por aquello que te propusiste».
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Desde la posición de colocador, parte el juego del equipo. Ángel Trinidad consiguió a los 20 años ganarse la confianza de todo un seleccionador absoluto y conoce su responsabilidad en el juego. «Tienes que ser no solo ya un buen compañero, sino saber llevar el grupo de personas fuera. Hay que estar cerca de ellos para conocer la situación anímica y cómo puede afectar a la técnica. Hay que tomar muchas decisiones y acertar».
La educación recibida, la madurez de vivir seis años solo fuera de casa con 22 años, la experiencia de medirse a los mejores del mundo en las ligas más destacadas, la confianza, seguridad, habilidades técnicas y el amplio margen de mejora forman un perfil perfecto de crecimiento para Ángel Trinidad, que espera conseguir títulos de enjundia para el deporte malagueño.
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