Joaquín Aguilar, durante los 101 kilómetros de Ronda. SUR
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Sobrevivir a los 101 km de Ronda: «El día siguiente es horrible»

El 'finisher' Joaquín Aguilar relata sus sensaciones y secuelas tras afrontar una prueba sobrehumana

Nacho Carmona

Málaga

Miércoles, 15 de mayo 2024, 00:43

Joaquín Aguilar recién salió del fisioterapeuta cuando atendió a este periódico para contar, desde dentro, cómo queda un deportista tras acabar los 101 kilómetros de ... Ronda. «Horrible. El día siguiente es horrible. Quedé cojo y tenía dolores por todos sitios. Es increíble, estaba tieso. Los pies, las articulaciones, los músculos... Pero a nivel de mente es brutal la experiencia. Me he cogido la semana de vacaciones para no trabajar y poder descansar», admite el protagonista de este reportaje, que era la primera vez que se enfrentaba a esta prueba y también a un reto de este calado. Además, protagonizó un vídeo viral a su llegada a meta, de rodillas y visiblemente emocionado.

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Aguilar tiene 27 años y es natural de la localidad cordobesa de Montilla, aunque lleva ya casi una década residiendo en Málaga capital ejerciendo como mecánico de frío industrial. Es deportista –se entrena y compite en la disciplina de 'crossfit'– y lleva un estilo de vida saludable. Afrontó la prueba con un grupo de amigos del gimnasio, quince en total y divididos en dos, que consiguieron completar los 101 kilómetros en poco más de 23 horas. «No lo habíamos preparado todo lo que deberíamos, porque pensábamos que no era tan dura, pero cuando estás allí metido te das cuenta de la dureza de la prueba. Se hace muy, muy larga». Para la cita, este grupo no se entrenó de una forma especial: su rutina de 'crossfit' usual y un par de salidas a pie. Nada más. «La gente más experimentada nos dijo que tendríamos que haber sumado bastantes más kilómetros en las piernas», reconoce.

Su equipo de compañeros para la prueba. SUR

En el otro lado, asiente y explica que sí fueron preparados en el aspecto nutricional y de avituallamiento. Cuenta cómo gestionaron este factor durante las 23 horas que duraron sus 101 kilómetros: «Íbamos más lentos que el resto de la gente y no nos paramos a comer. No comimos comida caliente en ningún momento para no hacer digestiones largas ni pesadas y tampoco gastar esa energía. Luego, geles y pastillas de sal. Y a partir del kilómetro 50 tuvimos que empezar a tomar paracetamol, porque se nos inflamaron las articulaciones, para aguantar el dolor. Nos tomamos el primero en Setenil y reptíamos cada cinco o seis horas, sin pensárnoslo. Dolía mucho».

Asegura, sin temor a equivocarse, que no ha vivido algo similar: «En ningún campeonato de 'crossfit' he sufrido tanto como en esta carrera. Ha sido la experiencia más extrema que he vivido», expresa, a la vez que amplía su relato: «También es verdad que no estamos acostumbrados a este tipo de pruebas, pero los campeonatos de 'crossfit' también son muy duros».

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Una batalla mental

Ellos afrontaron el trazado de la prueba caminando a buen ritmo, pero sin correr. «Sólo en algunas cuestas abajo que las hicimos trotando», puntualiza. Sí hubo gente que la corrió, aunque resalta la dificultad de hacerlo en un terreno como ese: «Son 101 kilómetros de cuestas de auténtica locura», ilustra. No siguieron ninguna estrategia, aunque sí se marcaron una serie de objetivos: «Nuestro primer objetivo era llegar a Setenil, que está a mitad de carrera, 50 kilómetros, para probar sensaciones. Allí se quedaron algunos compañeros, que estaban más tocados. Hicimos un grupo los que estábamos más enteros y nos propusimos llegar al kilómetro 70. Lo cumplimos, y dijimos que ya que habíamos llegado hasta aquí teníamos que terminar». No sabían que les esperaba lo peor. «Fue un auténtico castigo», expresa.

Empieza a cambiar de opinión pasado el peor tramo de su particular vuelta a la vida y tras decirse a sí mismo que no la volvería a hacer: «Ya voy teniendo ganas otra vez de sentir lo mismo». El paradójico, bonito, cruel y adictivo sentimiento del sufrimiento que tiene intrínseco el deporte. Sus amigos tampoco se han salvado de esta penitencia. «Aquí no se ha salvado ni Cristo», bromea.

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