
Yusto/Giner explora el clasicismo contemporáneo de Los Bravú
ARTE CONTEMPORÁNEO ·
La pareja artística formada por Dea Gómez y Diego Omil presenta una decena de piezas en la galería de MarbellaSecciones
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ARTE CONTEMPORÁNEO ·
La pareja artística formada por Dea Gómez y Diego Omil presenta una decena de piezas en la galería de Marbella«En nuestro trabajo hay siempre una actitud de llevar la contraria». Lo comenta Diego Omil y acto seguido lo confirma y lo matiza al ... mismo tiempo: «Queremos llevar la contraria no en el sentido de ir en la dirección contraria a todo el mundo, sino con el deseo de correr en paralelo, tomando algún desvío». Y siguiendo la dirección de esa analogía, el camino de Dea Gómez (Salamanca, 1989) y Diego Omil (Pontevedra, 1988) transita por una estética heredera de la cultura clásica, pero con un giro de tuerca que pasa por la ironía hasta llegar a la mirada crítica sobre la actualidad.
Ahí está la reflexión sobre las ciudad travestidas de «parques temático» y el uso de lo clásico como excusa para desmanes de todo tipo. El resultado de una de las obras más personales y reconocibles del arte contemporáneo español que lleva la firma de Los Bravú, nombre artístico de la pareja creativa formada por Omil y Gómez, que ahora recala en la Galería Yusto/Giner de Marbella con una decena de obras reunidas en la exposición que lleva el largo título 'Desperté con esta cabeza de mármol en mis manos que agota mis brazos y no sé dónde dejarla'.
Un título que, como la propia obra de Los Bravú, mueve al extrañamiento, pero con un trasfondo bien armado. La frase procede de un poema del griego Yorgos Seferis y, como el trabajo de Los Bravú, remite al 'peso' de la tradición clásica sobre nuestra manera de estar en el mundo. «Cuando los descubrimos pensamos de inmediato en la posibilidad de utilizarlo, porque parte de nuestro 'background' es el clasicismo», ofrece Diego Omil.
No en vano, el «trasfondo» de toda la obra de Los Bravú es esa cultura clásica en la que hunde sus raíces la civilización occidental y cuya estética emplea la pareja. «Nuestro trabajo también parte de esa impotencia a la que alude el poeta, cuando dice que se ha despertado con una cabeza de mármol y no sabe qué hacer con ella. La imagen nos recordó a esa sensación que a veces tenemos de que no sabemos qué hacer con nuestra historia, con nuestro patrimonio», sigue una de las dos mitades de Los Bravú.
Además, Omil atisba un cambio de registro en la exposición que acaba de recalar en la galería marbellí. «Después del confinamiento, creemos que nuestra obra se ha vuelto más introspectiva. Con la crisis sanitaria hemos tenido menos viajes y eso nos ha llevado a trabajar de otro modo, a replantearnos ciertos aspectos de la pintura y a investigar de nuevo», comparte el componente de Los Bravú, que han presentado sus propuestas en instituciones como Matadero Madrid, el Museo de Arte Moderno de Salamanca DA2 o la galería londinense Unit 1.
«Nos apetecía hacer piezas más intimistas, menos pop. Seguimos manteniendo todos esos recursos del clasicismo mezclado lo contemporáneo, pero queríamos que esa contemporaneidad estuviera más digerida, no ser tan obvios», acota Omil, que pone como ejemplo la pintura que muestra sólo una composición arquitectónica, sin las caras de corte renacentista que se han convertido en una de las señas de identidad de su obra.
Y justo la pintura como técnica surge como una de las claves del trabajo de Los Bravú. «De alguna manera nuestra obra también es una reivindicación de la pintura, acompañada de nuestra decisión de no utilizar las técnicas digitales. Incluso a la obra de buscar un nombre, pensamos en opciones como Pueblo, Salvaje... Siempre nos hemos acercado mucho a eso. No descartamos usar en el futuro las técnicas digitales, pero por el momento nos mantenemos en ese amor por lo artesanal, que quizá venga de nuestro vínculo pasado con el mundo editorial, con el deseo de cuidar los materiales, la impresión...», apostilla el componente de Los Bravú.
«Las pinturas de los Bravú –firma el escritor Rubén Lardín en el texto que acompaña la exposición– huelen a Bizancio, a indolencia neoclásica y a un fauno que tal vez está pensando en lo tontos que son los que se comen las uvas, con lo bueno que está el vino. Su Diana cazadora ya ha depuesto las armas y ha sido despojada por las ninfas. Son imágenes con alma de naipe, que aúnan la severidad y la polisemia de un oráculo, lo cósmico y lo tectónico, pinturas un tanto coquetas y un tanto magníficas que antes que novedad se dirían consecuencia, acaso intuición».
«Los Bravú –cierra Lardín– tienen claro que la belleza es, por definición, todo lo contrario. Lo contrario de todo. Un retorno. Vestigios. Y que si Fra Angélico levantara la cabeza pediría el 'Born Slippy' de Underworld, por ejemplo, o quizá un poco más de tiempo pero de tiempo pretérito. Por venir, pero venir de entonces. A las pinturas de Los Bravú no se les conoce edad porque su empeño es inmemorial: recobrar el misterio».
Y ese clasicismo misterioso y, por momentos oscuro, espera ahora en las paredes de la Galería Yusto/Giner en Marbella.
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