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«Es una mañana muy bonita». Son las 7.34 en Ohio (EE UU) y Víctor Rodríguez Núñez ya está operativo al otro lado del teléfono. «Estar despierto a estas horas es parte de mi rutina», justifica. Él escribe poesía como los novelistas las novelas: un poco todos los días. «No espero a la inspiración. Trato de mantenerme inspirado». Un sentido de la disciplina que se traduce en una extensa trayectoria con 17 poemarios publicados y premios como el Loewe al que ahora suma un nuevo reconocimiento. El autor, periodista y crítico cubano se alza con el XXIX Premio de Poesía Manuel Alcántara, de los de mayor dotación a un solo poema (6.000 euros), por 'Siete preposiciones de lugar'. Un galardón que recibe como un buen «estímulo» a un oficio acostumbrado al obstáculo y la resistencia. «La poesía no se vende, pero tampoco se rinde. No se puede vivir de la poesía. Por eso hay que vivir para la poesía», declara.
'Siete preposiciones de lugar' se impuso entre las 282 obras presentadas desde diferentes países de habla hispana. «El poema, con imágenes dispuestas en planos rompedores, sigue la tradición simultaneísta con antecedentes como Ernesto Cardenal y Ezra Pound y funde de manera luminosa lo épico y lo lírico», consideró el jurado, presidido por Álvaro García e integrado por José Infante, Rafael Muñoz Zayas, Rosa Romojaro y María José Jiménez Tomé.
Desde Ohio, donde ejerce como catedrático del Kenyon College, Víctor Rodríguez (La Habana, 1955) escucha el análisis del jurado y asiente. Se reconoce en esas palabras. «La poesía es pensamiento por imágenes», explica. Pero él huye de la tradición realista, «muy fuerte en España», y crea una alternativa con imágenes que unen lo concreto y lo abstracto. Y, como poeta que hunde sus raíces en la poesía de vanguardia y de Apollinaire, su autor de referencia, admite que la cuestión de la simultaneidad es «muy importante» en su creación.
'Siete preposiciones de lugar' recoge momentos simultáneos en diferentes espacios en los que el poeta ha estado «atento» a su entorno. «Ese es nuestro trabajo, prestar atención». El autor enfatiza la representación del espacio como reacción al olvido que tiene en la lírica actual. «La poesía moderna tiene una obsesión con el tiempo, pero el tiempo es solo una dimensión de la realidad». Él hace que el espacio hable por sí mismo, «sin un yo». «Tiene que ir más allá de la experiencia personal para que sea de otros, para que pueda llegar al otro».
Lo consigue partiendo de una máxima: que cada lector haga su propia interpretación. «Mi sueño es incluir al lector en el proceso de construcción del poema. Quiero un lector activo, que participe». Es consciente de que esa apuesta gusta menos a los editores. «Prefieren publicar poesía que sea clara, que sea directa y que no le dé poder al lector. Me niego a hacer ese tipo de poesía por respeto al lector. Yo solamente disfruto de la poesía que me hace pensar. No la entiendo como monólogo sino como diálogo con el lector», sentencia.
El premio está organizado por el Ayuntamiento de Málaga, con el patrocinio de la Fundación Unicaja y la colaboración de la Fundación Manuel Alcántara. Goza de un gran prestigio tanto por la cuantía como por el reconocimiento de los poetas ganadores en ediciones anteriores entre los que se pueden destacar a Cayetano Luca de Tena y Lazo, Antonio Hernández, Rosa Romojaro, Luis Alberto de Cuenca, Manuel Vilas o Rocío Rojas-Marcos. Además de la dotación económica, el galardonado recibe una escultura original de Jaime Pimentel.
los romanos tomaron este cerro
que tú subes en paz
solo una escaramuza con la niebla
un clavel abatido
se hace fuerte el otoño
en su feroz revuelta contra el verde
la nieve es un metal
que puede florecer en el crepúsculo
inmensidad rugosa
reflujo de quietud inalcanzable
aunque no quede constancia de nada
solo un bajorrelieve enmohecido
algo que el espacio vigila y tú
no te niegas a ver
yo vi un árbol azul y lo pinté
también unas caderas amarillas
y un horizonte rojo cayéndose en pedazos
la realidad como leche de coco
bebida en una noche sin estrellas
son colores primarios
salvajes pero nada que temer
menos falsos que el oro
y todo lo que aguarda en el futuro
en la estación de orsay
mi tumba es de verdad laja enmohecida
entre vanidades resplandecientes
en mi estilete la oreja de van gogh
en mi alma la sífilis
a tu pesar no ser en este cuadro
la oveja trasquilada
que se estremece al sol
el panel de cristales asimétricos
donde una abeja lucha
reconoce la cera de otros años
los caminos de un mar a la deriva
que los granjeros cierran en el alba
con claveles de azufre
la belleza imantada escarabajo
con celeste boñiga que se orea
la fiebre y el rocío
enmarañados en este alambrón
y sus catorce púas enconadas
los barbudos no pudieron remendar sus naves
los indios se sentaron con ellos y lloraron
en esta nueva luna no había oro
solo limaduras de corazón
otra historia que se trenza la cola
otro sueño como rueca atascada
testimonian la lanza y el violín
y una sonaja con su lengua bífida
hierro para marcar cien búfalos por hora
minúsculo cañón nunca devuelto
los barbudos son descabalgados por los indios
pero al cabo se quedan con la playa
rechina la nostalgia sin futuro
el sitio que serás si no te apuras
entre el castillo moro
y la central atómica
las ovejas rumian tu desazón
pueblos enjalbegados se alinean
sobre ceniza que no olvida el fuego
la neblina redonda
su olor anaranjado
noche abierta en canal por la razón
eco de charca seca
salida sin túnel en el reflejo
tu sentido solo aceptado por el rocío
la hojarasca con reverso de plata
su aridez de sudor
el veloz soneto pasa de largo
pero esta vez la lluvia
es más que cópula molecular
en techos colorados de vergüenza
cae con una gracia y un ardor
que ni la noche podría imitar
y su silencio filtra lo indecible
sin la dulzura abstracta del arándano
una lluvia que se piensa azabache
y se incrusta en las paredes del vacío
el manantial de la respiración
la sed de encabalgarse como línea
y el lácteo café de pronto helado
con su relumbre torrencial te pierdes
la opacidad puede cobrar sentido
no habrá cielo mañana en voivodina
te acaba de caer en la cabeza
el soldado ortodoxo que echa un ojo
solo en dos dimensiones
besa al beato de la frente grávida
luego clava su velita en la arena
ese cielo de todos
los que no tienen nada
la fe del universo que se encoje
el espacio intranquilo recordado
sin tiempo como tú
en el altar barroco
se extraña la tercera dimensión
pero del polvo se levanta el cielbo
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