Valeria Castro triunfa en Málaga: canción de autor contra la tiranía de la imagen
La artista canaria, heredera de cantoras como Violeta Parra y Silvia Pérez Cruz, llena el Cervantes con 'el cuerpo después de todo'
Hay artistas que no necesitan pasarelas, pantallas enormes ni fuegos artificiales. Voces que parecen nacidas para cantar delante de mil personas con la cercanía de ... quien ofrece un consejo en la barra de un bar. Valeria Castro (La Palma, 1999) es una de ellas. En su garganta resurge la tradición de la canción de autor, orillada en los últimos tiempos por tendencias urbanas que resultan menos poéticas pero más efectistas. No es un lamento ni una celebración. Nunca es triste la verdad, escribió Serrat: lo que no tiene es remedio. Pero esta noche no hay grandes coreografías ni golpes de cadera sino una puesta en escena sobria, una cantante, cinco músicos (seis contándola a ella) y una decena de instrumentos. Y todas las butacas del mítico Teatro Cervantes («mi teatro favorito de España», 'sold out' desde hace más de un mes) ocupadas como quien rodea un fuego, en una noche de campo, para escuchar a una mujer dolida pero indulgente, joven pero sabia.
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Porque 'el cuerpo después de todo', el disco que ayer presentó en Málaga, así, en minúscula, lejos de grandilocuencias y solemnidades, es la radiografía de una ruptura, un relato de superación que deja atrás inseguridades y amores tóxicos, ansiedades y presiones estéticas en la era de Instagram. En 'la soledad', uno de los primeros temas de la noche, confiesa tener «algo dentro» que le hace preguntarse «¿Qué tendré yo de malo?». Sobre ese hundimiento inicial («¿Cuánto me va a querer la soledad / pa no soltarme?»), la cantautora canaria construye una noche íntima pero luminosa, arropada por una banda hercúlea, con músicos ya consolidados como Borja Barrueta (virtuoso del jazz y batería habitual de Jorge Drexler), Meritxell Neddermann (cantautora, pianista también de Drexler porque Castro no oculta sus influencias), Joaquín Sánchez Gil (divulgador y uno de los mayores conocedores de los instrumentos de viento en España), Lucas Piedra (colaborador de Xoel López) y María de la Flor (también cantautora).
«Puñal en el espejo, / puñado de complejos / que no hay quien aligere», canta en uno de los momentos más emocionantes, por honesto, del concierto: «Y ojalá la piel desnuda / la miren con ternura / cuando una no puede». Su por ahora breve carrera, alimentada por otro álbum, el debut 'con cariño y con cuidado', promete recoger el testigo de cantoras clásicas como Violeta Parra, Mercedes Sosa o, más cercana en tiempo y espacio, Silvia Pérez Cruz, cuya voz la acompaña en 'debe ser'. Anoche, ante su ausencia, pidió al público que cantara con ella, quizá para exorcizar viejos fantasmas: «En este momento parece que volvería / a llevarme la contraria, / a querer lo que tú querrías».
Ese impulso de lucidez que constituye 'devota', sin instrumentación, sostenida únicamente con los golpes de Valeria sobre su guitarra, había servido antes como declaración de intenciones: «A mí hace un tiempo me enseñaron / que son la mías, no tus manos, / las que necesito». No sería la única; 'guerrera', dedicada a su madre y su abuela («Ay, guerrera, yo te llevaré en el alma / la vida entera»), interpretada sin micrófono, y 'la raíz', escrita tras el volcán que arrasó su isla, arrancaron algunas de las ovaciones más sonoras de la noche.
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El guiño a Chavela en 'honestamente' («Deseo solamente / que a ti ojalá que te vaya bonito, / que yo esta historia no repito»), otro portazo a las relaciones destructivas («Que claro que esta bomba de relojería / que llevo atada al pecho dentro mía / te tiene aprecio / pero no paga el precio que pedías») y el aire festivo con ecos de cumbia de 'sentimentalmente' elevaron un espectáculo sin trampa ni cartón, hecho de la materia de las emociones y cerrado con 'sobra decirte', la mayor historia de amor que ha escrito hasta ahora, quizá, ojalá, a ella misma. La merece.
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