Tres minutos

Cada día ejercía de escriba sabio del mundo, quizás con el secreto deseo de que algún día mejorase

Un contrato se rige estricta y rigurosamente por su letra grande y su letra pequeña, que es la que siempre termina creando problemas. Manuel Alcántara ... no tenía letras pequeñas. Tenía letras rebeldes. La'e', una letra zángana de su máquina de escribir, que le exigía más atención y energía que el resto de sus hermanas de teclado. Alcántara tenía un contrato con sus lectores, que es el único magnánimo que conozco. Con letras claras y enormes. 'Aquí' es el título de ese pacto que rubricó en su primer artículo publicado en Diario SUR, el 1 de junio de 1989. Seguro que ese día, como casi todos, mirase al mar y contase gaviotas. En ese primer texto en la última página de este diario prometió: «Si el tiempo no lo impide, me refiero al tiempo de la vida, aquí estará mi artículo todos los días. Que sea por muchos años y ustedes lo lean». Y ha llevado hasta el final con fidelidad y generosidad su acuerdo.

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Ha cumplido. Cada día y durante muchos años. Sus artículos nos han permitido rastrear 30 años de Historia de España y del mundo. Hasta el último momento ha mantenido la alianza con sus lectores, esos que le animaban a poner más energía en la tecla díscola, la 'e'. 'E' de entristecedor, el verbo que utilizaba para hablar del ser humano, «que no tiene remedio y que cuando acaba una guerra empieza otra». Porque Manuel Alcántara ejercía cada día de escriba sabio del mundo, quizás con el deseo secreto de que algún día mejorase.

«Escribir una columna diaria es una forma de esclavitud de la que aún no se ha ocupado Amnistía Internacional, pero esa esclavitud me ha permitido ser mi amo y ya es tarde para cambiar», declaraba en su contrato el maestro de los columnistas españoles, que siete días a la semana repitió durante décadas la misma ceremomia antes de asomarse cada mañana a los periódicos.

El tiempo de su vida se ha terminado. «Me he ido dejando la vida en ese empeño, pero en alguna parte tenía que dejármelo, ya que no es fácil llevársela de aquí». Aquí. Allá. La sabiduría, el humor, el verbo preciso y la mirada lúcida están. Estarán. Generoso. Sabio. Cada día su gran regalo. Tres minutos. «Que es lo que dura un asalto y un artículo de treinta y tres renglones de setenta espacios».

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