Un sueño
Cruce de vías ·
Me senté en un banco de hierro a esperar que amaneciera. Fue en ese instante cuando despertéHace tiempo que al despertarme no recuerdo los sueños, sin embargo el otro día no sólo me acordaba perfectamente de todo lo que había vivido ... mientras dormía sino que tuve la sensación de que continuaba soñando despierto. Estaba de vacaciones en una ciudad que no conocía y que tampoco guardaba relación con ninguna de las que había visto hasta entonces tanto en la vida real como en cuadros, novelas y películas. Una ciudad monumental y misteriosa cuya arquitectura fui incapaz de situar en ningún periodo de la historia. Los edificios se hallaban fuera del tiempo, lo mismo que los puentes que atravesaban el caudaloso río. La gente paseaba admirada por las calles ante tanta belleza. La ciudad del sueño era la ciudad soñada, al menos eso fue lo que pensé en aquel preciso instante. Yo andaba solo, aunque había viajado a esa ciudad con mi mujer. Supongo que salí del hotel donde nos hospedábamos para dar una vuelta mientras ella descansaba. El caso es que me alejé pensando en mis cosas y luego no supe encontrar el camino de regreso. Tampoco recordaba el nombre del hotel ni la calle donde se hallaba. Al intentar llamarla por teléfono descubrí que no llevaba el móvil encima, además no sé su número de memoria. Comencé a agobiarme. Pensé en llamar desde un teléfono público a alguien cuyo número recordase y decirle que me diera el número de mi mujer. No vi ninguna cabina ni nadie que manejara un móvil. Busqué un cajero automático para sacar dinero y tampoco vi ningún banco. Pregunté a varias personas y nadie entendía ninguno de los idiomas en los que traté de explicarme, ni siquiera el idioma mundial de los gestos. Al oírme reaccionaban como si las palabras banco y dinero no existieran.
Publicidad
La ciudad se volvía cada vez más inmensa y yo me sentía más solo. Al llegar la noche estaba tremendamente cansado. Seguí caminando sin rumbo. Me hubiera gustado explicar a un policía lo sucedido, pero no vi ninguno. Era como si viviera entre sonámbulos. Me senté en un banco de hierro a esperar que amaneciera. Fue en ese instante cuando desperté del sueño. No estaba ella al otro lado de la cama. Me di una ducha y salí a la calle a desayunar. La ciudad era la misma del sueño. Anduve buscando una cara conocida hasta que desistí en el empeñó de encontrar a nadie. Aquel lugar seguía pareciéndome monumental y misterioso. Los habitantes tenían el aspecto de sentirse extranjeros en su propia ciudad. Me sorprendió verlos caminar en fila sin mirar a ningún lado. En ese momento me hubiera gustado encontrar un sitio en el que dormir profundamente y despertar feliz en la ciudad perdida.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión