Sr. García .

Soledad

¿A qué viene esta obsesiva preocupación por recuperar el teléfono si nadie me llama ni yo llamo a nadie?

Llamo al teléfono móvil desde el fijo con la intención de encontrarlo, oigo la señal pero no lo localizo. Simplemente percibo un tono silencioso, quizás ... esté oculto debajo de algo. Empiezo a ponerme nervioso y ceso en la búsqueda. Además, ¿a qué viene esta obsesiva preocupación por recuperar el teléfono si nadie me llama ni yo llamo a nadie? Sólo lo llamo para averiguar dónde está, cogerlo y seguir con esta absurda manía de llevarlo siempre encima. Los nervios que me provoca su pérdida se expanden por distintos lugares ocultos del cuerpo. Pienso en la llamada trascendental que puedo recibir en este preciso momento y que se quedará sin respuesta. De pronto, tengo la sensación de haber cortado mi relación con el mundo. También tengo teléfono fijo, pero no sé de memoria ningún número, ni siquiera el que se dedica a informar sobre los números perdidos de las amistades.

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Antes de ir a dormir, llamo al móvil desde el fijo por última vez y oigo un sonido mudo, como si el pobre se estuviera asfixiando. El sonido se expande por un radio de pocos metros alrededor del sofá y la mesa. Miro debajo de los cojines y entre los libros apilados sobre el suelo. Nada, ni rastro. Me invade el temor de que se quede sin batería y entonces le pongo alma por primera vez desde que estamos juntos. Me invade el temor de que muera. No recuerdo que nadie haya pasado tantas horas pegado a mí como él. Me arrepiento de haberlo despreciado e incluso amenazado con tirarlo a la basura. Ahora me estremezco al pensar que puedo perderlo, quedarme sin voz, sin nadie que me escuche, sin la posibilidad de comunicarme con el mundo aunque el mundo no tenga oídos para escuchar ningún lamento.

Me acuesto. Los nervios me impiden conciliar el sueño. Enciendo las luces y me dedico a registrar todos los rincones de la casa. Cuando lo encuentre quizá lo apague, pero antes tengo la imperiosa necesidad de saber que no estoy solo ni incomunicado. No echamos de menos a alguien hasta que nos falta. Trato de recordar la última vez que estuvimos juntos y lo que hice a partir de entonces. Lo llamo de nuevo desde el teléfono fijo y, de pronto, su cara se ilumina. Aunque sólo sea por un instante, me siento feliz al descubrirlo delante de mí. No me explico cómo no lo he visto hasta ahora. Me relajo, subo el volumen al máximo y duermo con él a mi lado. Esta maldita relación que me tiene sublimado, este maldito silencio. Mañana será otro día. Quién sabe si, por fin, recibiré la llamada anónima que espero desde hace tanto tiempo.

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