La nube doble

Peláe, bautizada en el Cervantes

Lunes, 6 de octubre 2025, 02:00

María Peláe ha brillado sin duda en el repleto fin de semana musical que dejamos atrás. Todo ello con permiso de Silvia Pérez Cruz, de ... Bebe o hasta del mismo Manuel Turizo, que el sábado cerró con un espectáculo audiovisual muy potente el Selvatic Málaga Fest. Llenazo logró el colombiano en su primera visita a Málaga, con una muchedumbre de muchas edades engalanada, presta y dispuesta para merenguear y tararear 'El Vagabundo' o 'La Bachata', o para bailotear sin parar otras coplas menos conocidas. Se constató que Turizo no desafina nada aunque sus letras a veces lo hagan, en un 'show' de altura que, eso sí, desafiaba la paciencia de cualquier persona atenta a la cosificación femenina, claro.

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Lo de Peláe en el Cervantes, ah, fue otra cosa. Y menuda. Su concierto del viernes en el ciclo 'Singulares' fue esperado por unas gradas a rebosar. En el ambientillo se notaba el bullebulle feliz por darle la bienvenida al escenario local más simbólico. La Peláe exhibió desde el inicio la alegría de ser profeta en su tierra y poder estrenar 'El Evangelio' en un teatro con el que ya soñaba cuando comenzó su carrera «por todas las teterías habidas y por haber». Arrancó como un torrente, 'Putukita' incluida, sirviendo en tropel las arrolladoras y jocosas letras de su repertorio, donde confesó que solo tiene una lenta «por estar mala de los nervios». Con tantas ganas vino la paisana que hasta fundió dos micros; por suerte al tercero todo encajó, de modo que el público pudo disfrutar sin demasiado exceso musical, solo con una guitarra, de un excelso homenaje a Málaga, a modo de coplón para echarse a llorar. Y a partir de ahí todo fue fiesta, con 'Mi tío Juan', con el 'Que Digan', con 'La Niña' y hasta con un popurrí glorioso, homenaje a la Jurado pero con la base de 'The winner takes it all' de ABBA.

No vea, ave. Peláe, de torerita y licra, no tuvo ni una pantalla pero ni falta que le hacía: se dejó las túrdigas en su tardío bautismo cervantino, que disfrutamos hasta el último chupito y que nos dejó las palmas para rebozarlas en «porvotarco».

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