Nacho García Vega: «En los ochenta había que ser fuerte para que la droga no te invadiera»
El fundador de Nacha Pop, banda que hoy toca en El Balneario, recuerda a su primo Antonio Vega: «Sólo me falló una vez»
Eran dos chicos rebeldes de familia bien que revolucionaron la música española. Antonio Vega y Nacho García Vega lideraron la Movida Madrileña al fundar Nacha ... Pop, la banda que hizo desgañitarse a todo el país al ritmo melancólico de 'Chica de ayer', que adquirió condición de himno. Ahora, cuatro décadas después, Nacho (Madrid, 1961) mantiene vivo el recuerdo de su primo, fallecido en 2009. Hoy, como ayer, lo demostrará en el ciclo de acústicos Atardeceres Larios, en El Balneario.
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–¿Qué ocurre con los ochenta, que no caducan?
–Era una música directa, con mucho desparpajo y atrevimiento. Eso ha dejado un sello no sólo en nuestra generación, sino entre gente más joven que se ha enganchado luego. No ocurre sólo en España, es un fenómeno que he visto en más países. Pero para nosotros es importante que los conciertos no se conviertan en un 'revival'. Por eso incluimos canciones de 'Efecto inmediato', nuestro último disco. No nos sentimos un grupo del pasado, sino algo vivo.
–No parece alguien nostálgico.
–Me cabe todo en ese sentido. Siempre he tenido mucha energía y ganas de divertirme. Me gusta que la gente salga de los conciertos empapada en sudor y con una sonrisa, pero en mi vida también hay una parte de nostalgia. Influye la pérdida de Antonio Vega, mi primo. Siempre queremos tenerlo con nosotros, homenajear su carrera y su persona.
–Hoy he visto una foto emotiva: Antonio, ya en sus últimos años, tenía la cabeza apoyada en su hombro. Me pareció simbólico.
–Recuerdo esa fotografía. Es de 2007. Antonio y yo siempre nos hemos entendido sin decirnos ni una sola palabra. La gente se sorprendía en las grabaciones y las pruebas de sonido. Ni siquiera teníamos que hablar para entendernos. Eso tiene mucho que ver con el respeto y la admiración al otro. En esa foto se refleja bien.
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–Como si uno mejorase al otro.
–Eso es: uno más uno, tres. En esa complicidad personal y artística estaba gran parte de la fuente de riqueza de Nacha Pop.
–En una canción reciente ha escrito: «Una noche de primos, quemar Tribunal». Antonio sigue presente no sólo en lo musical, sino también en lo emocional.
–Muy presente. Cuando estamos en el escenario hablo de él y el público lo agradece. Es una persona que ha dejado una huella en los oídos y los corazones de la gente de este país como muy pocos anteriormente. Todos lo queríamos. En los conciertos siento que Antonio estará donde quiera estar.
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–¿Por qué rompieron, entonces?
–Teníamos ganas de hacer otras cosas, pero no de separarnos. Cuando lo dejamos ya decíamos que volveríamos. Eso jamás lo dice un grupo que tiene cosas que reprocharse. Y volvimos. Pero en ese momento teníamos ganas de experimentar y trabajar con otra gente. Yo tenía 27 años y Antonio, 30. Era la edad perfecta para eso. Cuando Antonio murió, en 2009, estábamos haciendo canciones juntos, grabando en el estudio de casa. Por eso me sentí con fuerzas de seguir adelante, porque creo que a él le hubiese encantado.
–¿Cómo era trabajar con alguien con las adicciones de Antonio?
–Nos teníamos mucho respeto y había límites que no se sobrepasaban. Sólo recuerdo que lo hiciera una vez: teníamos una sesión de fotos con un fotógrafo muy importante en Barcelona y Antonio no cogió el avión. Me dejó solo. Fue el único momento en que sentí que me había fallado, un detalle mínimo en comparación con todo lo que hay detrás.
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–¿Y la convivencia?
–Eso es otra cosa... En los últimos años tal vez no teníamos la frescura y la alegría de los ochenta por su forma de llevar la vida y comunicarse, pero bueno... La complicidad era intocable. Ninguno quería enfadar al otro.
–Insisto, por no caer en un revisionismo injusto: las drogas eran habituales en aquella época, ¿no?
–La droga estaba muy presente en el ámbito musical y en la noche. Había que tener una personalidad fuerte para que no te invadieran. Nadie estaba fuera de eso, pero había gente más vulnerable, con menos fuerza de voluntad. Yo no estaba fuera, pero sabía que tenía prioridades intocables que tenían que ver con mi paso por la música. Otros tuvieron más dificultades para estar por encima de la esclavitud de las drogas y se quedaron en el camino o marcaron sus vidas de forma irreversible. Algunos simplemente nos divertíamos.
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–¿Qué marcaba la diferencia?
–Era una cuestión de personalidad. Conozco gente a quien le gusta lo tortuoso, complicarse la vida. Se dejan llevar. Son carne de cañón para esas debilidades.
–¿Qué queda del Nacho García Vega veinteañero que compuso 'Grité una noche'?
–Mucho. Y eso que queda me hace subir al escenario como si fuera la primera vez, aunque parezca un tópico decirlo.
–No me dirá que todavía se pone nervioso antes de tocar...
–No, pero porque tampoco me ponía nervioso en los ochenta. A veces, en los camerinos de los festivales, veo que hay grupos que tienen una frialdad enorme entre sus miembros y pienso: «Jo, no sé cómo sería mi vida si tuviera esa soledad silenciosa por dentro». Nosotros somos una familia y eso ayuda a sentirme bien. A veces doy unos saltos en el escenario que no se corresponden a la edad que tengo. Y nuestro repertorio es pedigüeño: te exige estar en forma. Recuerdo que a Antonio le rejuveneció. Las canciones de Nacha Pop lo obligaron a estar más en forma de lo que le había pedido su repertorio en solitario en los veinte años anteriores. Su pareja me decía: «Nacho, no reconozco a Antonio. Anda por ahí contando los chistes que le contaste ayer». Y eso me encantaba, se me saltaban las lágrimas.
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–Pero usted, que siempre ha sido lúcido, debía de ser consciente de que la imagen de Antonio era dura para quienes lo admirábamos: parecía que tuviera treinta años más.
–Sí, pero cuando empezábamos a tocar todo eso pasaba a un segundo plano. Antonio era un tipo tan admirado que paliaba esa parte de deterioro o desgaste. Si no hubiera venido el cáncer que se lo llevó, creo que hubiera seguido rejuveneciendo con Nacha Pop. Si hubiera vivido más años, habría evolucionado hacia una madurez mucho más sana.
–Hace poco que ha cumplido sesenta años. ¿Da vértigo?
(Risas). Lo llevo con naturalidad pero, a la vez, con escepticismo. Es importante no creérselo. A veces digo: «¿Sesenta? No, no, es mentira». (Risas). Si no me acompañaran el físico y la ilusión, tal vez me plantearía la vida de otra forma. Pero siento que puedo tener la espiritualidad de una persona madura y el físico para poder saltar cuando empieza el solo de 'Chica de ayer'.
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–A los conciertos de Nacha Pop van hijos de sus primeros fans.
–Exacto, y eso mantiene la llama encendida. Si sólo viniera gente de nuestra generación sería una especie de callejón sin salida. Por suerte hay una renovación de espíritu de la música de los ochenta. No a todos los chavales les vuelve locos el reggaeton. Hay gente que busca otras cosas. Y no lo digo metiéndome con el reggaeton.
–Ha sufrido pérdidas recientes que se traslucen en su último disco. ¿Cómo las ha digerido?
–Perdí a mi padre, mi madre y mi hermano en cuestión de un año, poco después de que falleciera Antonio. Eso me hizo sentirme más solo pero, a la vez, más necesitado de la gente que me rodea. En el cuello llevo varios colgantes hechos de anillos y cadenas de las personas que he perdido.
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–¿Cómo gestiona el mundo discográfico actual, marcado por la escasez de ventas y Spotify, alguien que ha vivido los ochenta?
–Me gusta que se haya democratizado la producción de la música y que un chaval pueda grabarse en casa. Pero la forma de consumir... Creo que ha sido desfavorable en términos económicos para la parte creativa, aunque a la parte industrial le haya venido bien. Está muy bien que cualquiera pueda acceder a cualquier canción, pero es una pena que eso no haya revertido en un mayor bienestar de los creadores. Y no lo digo yo, sino Paul McCartney y Stevie Wonder. No es nada personal, pero las piezas del puzzle no se han colocado de forma justa.
–¿Con qué está ahora?
–Compongo, pero mi prioridad ahora es vivir cada concierto como si fuera una bola extra, ahora que sabemos qué significa que nos quiten las bolas en plena partida.
–¿Qué podrá encontrar la gente en el concierto de esta noche?
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–Somos una familia y creo que esa complicidad se nota en el escenario. Tenemos mucho rodaje y un repertorio mítico con canciones emblemáticas que nos dan alas. Son conciertos con mucha marcha y fuerza.
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