El día que Málaga saldó una deuda con don Manuel del Campo
La presentación de la biografía de Manuel del Campo se convierte en un homenaje a quien ya forma parte del «patrimonio» humano y musical de la ciudad
Cuenta que es un «hombre de letras» con cierta predilección por la M. Porque nació un martes de mayo en Málaga, estudió Magisterio, se dedicó ... a la música, hizo la mili en Mahón... y se llama Manuel. Del Campo y del Campo, para más señas. Con su característica ironía y con mucha emoción, el pianista recibió el homenaje del mundo de la culturade su ciudad en la presentación de su biografía, escrita por su discípula Paula Coronas y coeditada por el Ateneo y la Fundación Málaga. Un libro que viene a «saldar una deuda» con quien ha sido todo en la música (compositor, pianista, crítico, director de orquesta, profesor e investigador) y que a sus 90 años sigue «pegado» a ella «hasta que Dios quiera». Incluso en la mascarilla llevaba ayer impresas notas musicales.
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Académicos (porque él también es uno de ellos), amigos y familiares se dieron cita en el Auditorio del Museo Picasso, donde la limitación de aforo por la pandemia no impidió que se escuchara una enorme ovación al maestro al concluir sus palabras.
«Muchísimas gracias por acordaros de mí de esta manera tan imperecedera como es un libro», dedicó a los presentes. En particular a Paula Coronas, por haber «dado en la tecla» en el relato de su «vida y milagros». Como explicó su autora,'Manuel del Campo y del Campo. Historia viva de la Música de Málaga' resume a lo largo de seis capítulos los principales «compases» de la trayectoria del maestro «y al hilo de él hablamos de la vida musical de la ciudad».
«En pleno siglo XXI, alejado de la era digital, desprovisto de ordenador y móvil, se erige en sucesor de esa estirpe de músicos que dieron brillo y luz a Málaga», declaró Coronas. Compositores que Del Campo reivindicó en su doble faceta de investigador e intérprete y cuyas partituras sonaron anoche para poner fin al acto. La pianista malagueña, heredera de esa pasión por rescatar páginas y autores, cerró el homenaje interpretando con sensibilidad y elegancia a Eduardo Ocón –en presencia de su biznieta–, Rafael Mitjana, Lehmberg Ruiz y, por supuesto, a Manuel del Campo. De él sonaron su transcripción a piano de 'Tánger' de Joaquín González Palomares y una breve pero intensa pieza para piano. El compositor respondía aplaudiendo en pie después de cada interpretación.
Toda una vida «al servicio de la música ejercida con el máximo rigor y honestidad, y desde la absoluta lealtad a Málaga, no podía quedar en el olvido«. Y así nació el libro. Elaborado a partir de conversaciones con el maestro, documentos y fotografías cedidas por él (con imágenes desde que tenía dos años de edad), combina su plano más académico con el personal, con anécdotas de su vida y recuerdos familiares. Volvió a algunos de ellos en la presentación y, haciendo gala de su envidiable memoria, nombró a los maestros que le pusieron en el camino de la música, como Jorge Lindell.
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Desde hace años él es la referencia de muchos otros artistas, como Coronas, que lo ha seguido y «admirado» desde que era estudiante. Repasó muy brevemente su historial, desde su cátedra en la Universidad de Málaga hasta la presidencia de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo. «Pero la imagen popular de Manuel del Campo, nuestro Manolo, sigue siendo la misma de siempre; un hombre sencillo, alejado de suntuosidad que vive apegado a su familia y a sus amigos, vitalista y con una ilusión que jamás ha perdido«, resumió.
Juan Gaitán, vocal de Publicaciones del Ateneo de Málaga y presidente de los Ateneos de Andalucía, se felicitó por que la ciudad salde su deuda con uno de sus «hijos ilustres». Un «magnífico» libro que pone en valor el «patrimonio humano malagueño», en palabras de Victoria Abón, presidenta del Ateneo de Málaga. Del Campo es, como dijo Juan Cobalea, presidente de Fundación Málaga, un «icono» de su tierra, a la que siempre se ha mantenido fiel. «Han intentado llevarme a Madrid con cátedras y no he querido. De Málaga me gusta hasta el terral«, concluyó don Manuel.
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