Christina Rosenvinge: «Cada divorcio viene con un discazo debajo del brazo»
La cantautora madrileña, estrella pop reconvertida en icono indie, toca esta noche en los Baños del Carmen: «Cualquier excusa es buena para volver»
Bajo su voz quebradiza y su imagen nórdica se esconde una mujer capaz de abofetear sin abrir la mano. Le basta una guitarra para ajustar ... cuentas con el padre ausente («La raíz que tú arrancaste / no ha crecido nunca más»), el amante infiel («Tu mujer no sabrá que yo fui / la sombra que oscureció / su casi ideal historia de amor») y quien se ponga por delante. Por eso Christina Rosenvinge (Madrid, 1964), que esta noche tocará en los Baños del Carmen como parte de los conciertos acústicos de Atardeceres Larios, prefiere cantar su vida que contarla, consciente del arsenal que adquiere cuando sube al escenario. Una vez abajo, como si ignorase su condición de icono indie, repite con convincente modestia que su biografía «no es interesante».
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–¿Que su vida no es interesante?
–Ni la mía ni la de nadie, en realidad, salvo que hagas un relato literario y esté bien contada. Pero en ese momento se convierte ya en una forma de literatura.
–En su libro, 'Debut', confiesa que en las entrevistas tiene una voz en off con las respuestas reales, que no siempre son las que da...
–¡Todo el mundo la tiene!
–¿Cómo sabré entonces que me dice la verdad?
–Nunca lo sabrá... Nadie es honesto al cien por cien.
–Ni nadie soporta la sinceridad al cien por cien.
–Exacto. Pero se puede ser honesto sin ser sincero.
–¿Qué nos vamos a encontrar esta noche?
–Este verano no pensaba tocar, pero he hecho la excepción con algunos bombones que me han ofrecido y éste es uno de ellos. ¿Cuántas veces tienes la oportunidad de cantar junto al mar, con el Mediterráneo como telón de fondo del escenario? Y cualquier excusa es buena para volver a Málaga.
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–'Sábado' es el título de una de sus canciones: «Ya no queda nada, / y mis uñas las corté. / No araño a nadie». ¿Aún tiene las uñas cortadas o ya araña?
–Con los años, afortunadamente, cada vez hace menos falta sacar las uñas. Una aprende a dar golpes en la mesa con más estilo.
–Pero algunas de sus canciones son auténticos zarpazos.
–Las canciones son para eso.
–Desde fuera parece que Rosenvinge lo tiene todo: talento, presencia, éxito...
–Mi carrera no ha sido fácil, pero porque he escogido un camino que no era el más obvio ni el más fluido... Eso ha supuesto dificultades, pero ha tenido como contrapartida una carrera larga. Creo que no me he quedado anclada a ninguna época. Al no formar parte de ninguna generación, no he muerto con ella. La desventaja es que no tienes ese apoyo.
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–Hubo un momento en que renunció al éxito de masas.
–No es que renunciara al éxito...
–Pero tras el bombazo de '¡Chas! y aparezco a tu lado' era tentador seguir por esa senda.
–Incluso tras mi primer disco en solitario, 'Que me parta un rayo'. Pero si intentas repetir algo que te ha salido de forma espontánea pierdes frescura y honestidad. Y si hay algo que el público detecta rápido es la falta de honestidad. Álex & Christina no podía durar mucho, en realidad. Pertenecía a un momento determinado, era un grupo muy juvenil. No hubiera podido seguir haciendo '¡Chas!' junto a 'Romance de la plata' en mi repertorio. No podían convivir ambas cosas.
–Pues, repasando su discografía, parece que hay cierta homogeneidad general.
–Se lo agradezco, porque he intentado ensartar todas mis épocas, como en un espeto, para que se entendiera que en realidad forman parte de lo mismo. No hay cambios bruscos, sólo un fluir con los tiempos y las circunstancias, con mi propio desarrollo personal. Conforme he adquirido conocimientos he ido queriendo hacer cosas distintas.
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–Ya en '¡Chas!', de hecho, se detecta cierta ironía que luego potencia en trabajos posteriores.
–Tenga en cuenta también que el cincuenta por ciento de esa canción es de Álex de la Nuez y él era más 'popie' que yo. Había una conjunción: yo tenía las letras y las melodías pero él tenía el sonido.
–¿Ha llegado a dudar de su propio talento?
–Todo el tiempo, y quien no dude de su talento... ¡Buf! Dudas porque estás rodeada de gente que hace cosas impresionantes que te impactan y estimulan y quieres ser tan bueno como ellos. Y también dudas porque nunca tienes nada ganado.
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–Ha reconocido que hubo una época en la que no se veía ni como empresaria ni como estrella.
–En los noventa tuve un momento en que pensé: «Ya está, hasta aquí he llegado, no veo por dónde seguir». Pero era más por un desencuentro con los tiempos, con la industria. Era demasiado mainstream para el indie y demasiado indie para para el mainstream. Nadie me entendía y no me dejaban hacer mi música. Hubo años muy áridos, de giras con cuatro o cinco bolos. Fruto de eso salió la aventura neoyorquina.
–Rompió con todo.
–Fue una vía de escape, sí. Surgió de forma natural y pensé que en España no tenía nada y que no me importaba probar fuera.
–Luego, sobre todo como letrista, tuvo una eclosión que coincidió con su divorcio. ¿Necesitamos revoluciones personales para ponernos a prueba?
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–Cada niño viene con un pan debajo del brazo y cada divorcio viene con un discazo debajo del brazo (risas). Después de las lágrimas... Es un hecho científico.
–¿Después o durante?
–Es simultáneo, aunque quizá no en el momento más bajo. Ahí no puedes hacer nada. Es impresionante que nos pase esto.
–¿Y por qué ocurre?
–Pues porque somos animales con instinto de supervivencia y nos adaptamos a todo. Tienes que seguir, con lo que sea. Y el que hace música tira para adelante, pero el que hace cualquier otra cosa también se lía la manta a la cabeza y hace lo que tenga que hacer.
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–En una canción escribió que no volvería nunca «al infierno de la vida conyugal».
–Se lo ha estudiado, ¿eh? Bueno... En ese disco hay mucha ironía y resentimiento. Intenté sacar gracia del drama, pero no hay que tomárselo todo al pie de la letra.
–O sea, que no lo descarta.
–No lo descarto, aunque es cierto que las mujeres que nos dedicamos a la música siempre comentamos lo difícil que es tener pareja cuando te dedicas a esto.
–¿Por qué?
–Porque pasas mucho tiempo fuera, porque tienes una pasión que te arrastra... Los músicos no suelen tener problemas para encontrar pareja, pero nosotras sí.
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–¿Me va a decir que Christina Rosenvinge tiene problemas para encontrar pareja?
–Todas los tenemos. Le estoy dando una exclusiva: he hablado de esto con todas las mujeres que se dedican a la música que conozco, de lo difícil que está (risas). Aunque el feminismo ha avanzado mucho, sigue habiendo roles sociales que arrastramos. Los hombres cuidan de la familia cuando se lo permite su trabajo. Y las mujeres lo hacen al revés: ponen a la familia por delante y trabajan en los huecos que les deja ese cuidado. Por eso hacer carrera profesional es mucho más complicado. Las mujeres tenemos que elegir entre carrera o familia muchas veces, y es algo muy injusto porque queremos las dos cosas.
–Tendría que ser posible...
–Por ejemplo, que un hombre pida la jornada reducida para cuidar a sus hijos está muy mal visto, mucho peor que si lo pide una mujer. Y eso es lo que hay que cambiar, que para los hombres no haya una pérdida de prestigio. Que cuidar a los hijos sea algo recompensado en vez de castigado.
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–En otro momento escribió que la depresión es una enfermedad del primer mundo, un lujo de ricos que tienen garantizada la supervivencia. Cuando lo leí pensé: «Esta tía no se perdona ni una».
–(Risas). Cuando tienes niños pequeños no te puedes permitir el lujo de tener depresiones ni crisis existenciales ni nada de eso. Tienes que tirar para adelante siempre, estar al pie del cañón.
–¿Cómo gestiona la culpa?
–Me parece un gran tema. ¿Usted siente culpa también?
–Todo el rato.
–¿Por qué?
–Por no llegar a todo.
–Hay un filósofo, Byung-Chul Han, que dice que ya no hace falta que nos exploten porque nosotros mismos nos explotamos. Nos sentimos culpables cuando no estamos produciendo. Nos hemos convertido en nuestros propios explotadores. Remedios Zafra también habla de cómo nos hemos metido en esta curiosa rueda del entusiasmo y la producción. Creo que es un mal de nuestro tiempo. Para aliviar su culpa y la mía, le diré que creo que todo el mundo tiene la sensación de estar haciendo menos de lo que debería hacer.
–¿Por dónde le ataca esa culpa?
–Por todas partes. Siempre hay una lista de quehaceres que no completas, expectativas que son irrealizables. Pero cada vez menos, afortunadamente. Con los años se apacigua.
–¿Hace falta reivindicar la procrastinación?
–Yo reivindicaría la lentitud. Se trata de hacer menos y hacerlo bien, y de disfrutarlo.
–Ahí está la clave.
–Yo creo que sí, pero es más fácil decirlo que hacerlo.
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–¿Cómo ha influido en su carácter sentirse extranjera en todas partes?
–Tengo esa sensación desde pequeña. En Dinamarca parezco malagueña y aquí parezco danesa y tengo que repetir que me den las gambas frescas, no congeladas (risas). Aquí hace mucho que no me siento como una guiri, aunque vivo en el centro de Madrid y en mi barrio me hablan en inglés constantemente. Eso me desconcierta, ¡en mi propia manzana!
–Acaba de estrenar una película como actriz, ha compuesto la canción de una serie, hace bolos... ¿Echa de menos una vida más ordenada?
–No trabajo todo el tiempo, en absoluto. Dedico mucho tiempo a cuidar mi vida personal, la familia elegida como se dice. Pero últimamente he tenido la suerte de enganchar muchas cosas. Después de sacar 'Un hombre rubio' me dieron el Premio Nacional de Músicas Actuales, luego publiqué el libro, hubo una gira por Latinoamérica... La película fue una apuesta a ciegas. María era una directora novel y no sabía dónde me estaba metiendo. Me parecía suicida, pero intuí en ella a una persona con mucho talento. Y me resultaba seductor trabajar a las órdenes de alguien más joven que yo y que sabe dónde quiere llegar. Ayudarla en ese camino me parecía bonito.
–¿Cómo es su relación con Málaga? Ha venido muchas veces, y no sólo a trabajar.
–Tengo muchos amigos en Málaga. He venido mucho en los últimos años, y ya venía de pequeña. Recuerdo mis veranos en Nerja y en El Palo. Tengo fotos en la playa con siete u ocho años. A mi padre le gustaba muchísimo venir al sur.
–Hablando de su padre, no tuvieron una relación fácil. Lo canta en 'Un hombre rubio': «Padre, el tiempo es compasivo. / De tu rosa he hecho un rosal».
–Cuando estaba escribiendo esa canción indagué mucho sobre las relaciones que otras personas tienen con su padre. Y encontré a mucha gente que, de una forma u otra, había tenido padres ausentes, bien porque no estaban o porque estaban pero apenas hablaban. Era algo común, aunque creo que está cambiando. Y esa ausencia crea también un anhelo desde la infancia, una melancolía por algo incumplido. Mi padre murió cuando yo era muy joven. Era un hombre enigmático con quien tenía cosas en común pero, a la vez, con quien me llevaba a matar. Teníamos conceptos de la vida y del mundo muy distintos.
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–Pese a la putada que supone que se queden cosas por decir, ha aprovechado la oportunidad de acabar diciéndolas en sus letras.
–Creo que la música y la poesía tienen ese poder, aunque las canciones que trascienden no son las que escribes desde lo personal, sino desde un sentir que compartes con otra gente.
–Pero partir de lo personal, de lo propio, es una forma de llegar a lo colectivo, ¿no?
–Ya, pero en realidad no somos tan diferentes. Se parecen mucho nuestras emociones.
–Pues estamos empeñados en poner muros entre nosotros.
–Vivimos una deriva tecnológica incontrolada que ha tenido como consecuencia una radicalización de las emociones que no responde a la verdadera naturaleza humana. Creo que es una fase que se superará, o eso espero. Lo que la gente se dice en Twitter jamás se lo diría a la cara.
–¿Qué es lo más feo que le han dicho en Twitter?
–No recuerdo ningún insulto, la verdad. Lo utilizo para estar al tanto de lo que opina la gente, pero no participo mucho.
–Y las críticas, ¿cómo las lleva?
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–He tenido críticas de tirarme por el barranco...
–Hubo una época en que Rosenvinge no encajaba en ningún lado.
–No hay que tomarse las críticas de forma personal porque son el resultado de la percepción que alguien tiene de ti, no de lo que realmente eres. Muchas veces dicen cosas injustas, pero entre todo eso siempre hay alguna pulla que te hace pensar: «Caramba, esto me lo voy a tener que comer porque es verdad». Pero igual que tienes que relativizar las críticas malas, debes relativizar las buenas.
–¿Cómo mantiene el ego a raya?
–He pasado por tantas subidas y bajadas que... Disocio la canción de lo que soy yo. La gente adora las canciones. Yo soy la cara, pero nunca estaré a la altura de lo que la gente espera cuando escucha mis discos. No puedo pensar en mí misma como icono porque me volvería gilipollas.
–Nacho Vegas, por ejemplo, contactó con usted porque era fan suyo. Luego hicieron juntos 'Verano fatal', un disco con el que creo que ha sido injusta.
–Fue algo bonito que podía haber tenido continuidad, pero es un disco se hizo de forma apresurada.
–Se lanzaron muchos dardos en aquellos temas.
–Y en los discos posteriores que hicimos cada uno por separado. Fue un diálogo divertido.
–«El abismo es un lujo que no me puedo permitir» creo que va por él, como si le dijera: «Tú puedes tener las adicciones que quieras, pero yo tengo dos críos».
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–No me podía meter en ese juego endemoniado... Lo bueno de estar con alguien que hace lo mismo que tú es que no puede tomarse a mal lo que escribas de él en una canción porque jugamos a lo mismo. Estamos en igualdad de condiciones.
–Pero también ha lanzado dardos a parejas y personas que no tienen que ver con la música.
–Las canciones son visiones viscerales y subjetivas. No puedes encontrar justicia en una canción, no es la exposición de hechos que llevarías a un juzgado, digamos (risas). La música es el lugar donde dejar salir tus instintos más rastreros.
–¿Por qué ha optado por sonidos más electrónicos en estos últimos años?
–Me adapto a los tiempos. Es el resultado de haber compuesto en el ordenador durante estos años. Por eso hay más sintentizadores y recursos electrónicos. Es fruto del momento. Cuando sólo tenía una guitarra componía con ella.
–¿Se arrepiente de no haber tenido una formación reglada?
–La he echado de menos. Fui mala estudiante, una punki, pero tenía curiosidad y cierta maña para aprender sola. No es un método que recomiende. Creo que lo ideal es tener un cincuenta por ciento de cada, porque yo tengo lagunas. Por eso a los jóvenes les recomiendo siempre que estudien y luego investiguen por su cuenta sobre lo estudiado, que experimenten.
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