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Todos somos Camela
La banda celebra en Málaga ante miles de personas los (primeros) treinta años de una carrera plagada de éxitos populares
Corrían los años 90 cuando el negocio de la música era más mucho más sencillo que el de ahora. Los artistas estaban fichados por grandes ... discográficas. Sus temas sonaban en las radiofórmulas. De ahí a la venta de discos (y de casetes) y su consecución más lógica: los conciertos. En este contexto, cinco chicas británicas habían removido la industria batiendo un récord detrás de otro. Las Spice Girls lideraban las listas con 'Wannabe' en todos los países occidentes. ¿Todos? No, porque en España resistía aún al 'invasor' gracias al éxito imposible de una banda cuya música comenzó vendiendo sus trabajos en las gasolineras. Había llegado la era de Camela.
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Cuenta la leyenda que entonces algún capo de la discográfica que producía a Geri, Victoria y compañía llegó a levantar el teléfono para preguntar quiénes eran estos españoles que habían desbancado a sus chicas. Camela acababa de sacar 'Corazón indomable', el trabajo con el que terminaron de dar el gran pelotazo en 1997. En ese disco sobresalía por encima de todas una canción que llevaba el mismo título del álbum. «Su corazón, es indomable y no me quiere / y yo me muero por su amor». Quince palabras que todo español se sabe, dos versos que son los mismos con los que este sábado por la noche comenzó la banda un divertidísimo recital en la plaza de toros de Málaga con el que celebraron sus (primeras) tres décadas poniéndole la banda sonora a la España más desacomplejada.
¿Qué es Camela?, se podría preguntar alguien que se haya despistado estos últimos treinta años. La respuesta, seguro, cambiaría mucho si la damos hoy o si la hubiéramos dado entonces. Camela es tecno-rumba. Camela es romanticismo. Camela es muchas cosas, pero echando un ojo al ambiente de este concierto, Camela es también pegamento de una sociedad. Porque aunque iniciaran su proyecto bajo un 'target' muy concreto, hoy suman entre sus fans a los padres, los abuelos y los niños. Qué más da el barrio del que uno venga. Si alguien dice 'escúchame', tu sabes que tienes que responder 'compréndelo'. No hace falta ensayarlo, esta noche no hay quien no supiera hacerles los coros a Ángeles y a Dioni, que sigue acumulando cada vez más protagonismo en el escenario.
Él te anima desde que sale pegando brincos con esa prenda que es una fusión cañí entre una levita y un kimono. Ella -de dorado, obvio- habla menos. Pero ambos te levantan como el buen caldo de pintarroja malagueño que uno se toma el domingo al despertar tras la resaca. Su música sabe a verano, a la necesidad del desenfado que ya nos pide Málaga cuando hemos dejado guardado las chaquetas en el armario hasta el invierno que viene.
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Tras un paso sentido por lo último y un 'medley' extendido de lo más vintage, Ángeles se sentó en lo que parecía un tablao. Y con la caja marcando el ritmo, los acordes de 'Cuando zarpa el amor' elevó un poco más la comunión que se había creado desde que apagaron las luces por primera vez. «No podemos hacer nada por cambiar el rumbo que marcó / para los dos». Y zarpó el amor, el que todos tenemos por Camela, el que profesamos por algo que todo mundo considera suyo. Nos vemos en la cuarta década.
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