El ambiente fue espectacular en todo momento Francis Silva

Ahogando en cerveza el drama de Rage

La pena por la ausencia de la banda planeó en la primera jornada, pero la comodidad del recinto hizo olvidar por un rato el cambio de artistas

Jueves, 8 de septiembre 2022

Ayer había en el recinto del Big Festival al menos 70 personas que estaban contentas de que Rage Against the Machine hubiera tenido que cancelar ... su gira. Eran los 70 invitados que se había traído al 'backstage' C. Tangana, o al menos esa era la cifra que viajaba en los corrillos del 'staff', que en estas cosas nunca se equivocan. Un día habría que tocar en profundidad el tema de las peticiones absurdas que hacen los artistas a las productoras, como aquella vez en la que un Dj internacional –cuyo nombre no diré, pero que sus iniciales son R. Hawtin– dijo que no salía al escenario a poner música si no aparecía la botella de sake japonés que su mánager había indicado. Allá que se tuvieron que ir los pringados de turno a comprar el licor que luego –obviamente– ni probó. Chica, como si tuviera esclavos.

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Pues más allá de este medio centenar de coleguitas del madrileño, entre el público había algunas caras de decepción y decenas de camisetas de RATM vestidas por fans que guardaban aún la esperanza de que apareciera Zack de la Rocha montado en una muleta voladora. Eso no pasó, pero lo que en un principio era resignación pasó a ser diversión, porque si hay algo que hace que los festivales triunfen no son precisamente los grupos, sino la experiencia.

Al igual que pasó hace ocho años con el 101 Sun Festival, en Málaga saben muy bien cómo hacer que este tipo de eventos funcionen como un reloj. Accesos bien avenidos, baños más o menos decentes, rapidez para recargar las pulseras y pocas colas para pedir cervezas o encargar la comida. Y ahí está el éxito de la experiencia, en olvidar por momentos quién está tocando música para directamente pasar un buen rato sin agobios.

Ahogar las penas en alcohol es una estrategia tan antigua como equivocada, pero eso que se lo cuenten a un italiano muy histriónico que iba dando botes por el recinto enseñando un tatuaje de dudosa ejecución pero muy ilustrativo que llenaba su espalda con los principales símbolos de Rage. A este señor nadie le va a devolver su concierto, pero auguro que ese estado de felicidad no lo vendía ni por todo el oro del mundo. Pasa lo mismo con los invitados de Tangana, a los que seguramente se les haya traído al mismísimo pairo la actuación de su colega, porque lo importante era lo que pasaba detrás del escenario. O a Luz Casal, que pasó sigilosamente por detrás de la sala de prensa a escuchar no sabemos muy bien a quién. Seguiremos informando.

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