Pistas en el laberinto

La música del mañana

Sandra Pedraja

Sábado, 25 de octubre 2025, 02:00

El Puerto de Santa María vuelve a ser el epicentro de la resistencia cultural el fin de semana del 22 de noviembre gracias al Monkey ... Week, un festival que se consolida como punto de encuentro para la música independiente. Tras su etapa sevillana, el Monkey regresa a casa con la energía de quien vuelve al origen y la madurez de quien ha recorrido un largo camino. Las calles, bares y peñas del centro se llenan de música en una edición que reivindica su esencia: calidad, riesgo y descubrimiento. Una plataforma única para detectar el talento que marcará el futuro del panorama musical, con escenarios repartidos por espacios tan singulares como el Monasterio de la Victoria, el Castillo de San Marcos, las Bodegas Caballero o el Teatro Pedro Muñoz Seca. El Puerto reafirma así su compromiso con la cultura, cediendo lugares emblemáticos que se transforman en escenarios donde cada concierto se convierte en una experiencia irrepetible.

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Entre los imprescindibles de esta edición destacan Capitão Fausto, referentes del indie lisboeta y del pop psicodélico; Cupido, alianza entre trap y guitarras; Aiko El Grupo, punk-pop madrileño cargado de energía e ironía; y Julia de Arco, voz emergente del indie andaluz. Vera Fauna continúa marcando el pulso del nuevo sonido sureño, mientras desde Portugal llega Unsafe Space Garden, una orquesta surrealista que rompe moldes con su experimentación sonora. También se suman propuestas como Calequi y Las Panteras, con su irresistible fusión de swing y ritmos latinos, o La Tania y su flamenco rock.

Basta con leer los nombres del cartel, para intuir que el Monkey sigue siendo el gran laboratorio musical del sur, un espacio donde se fraguan los proyectos que mañana ocuparán los grandes escenarios. En un panorama saturado de franquicias festivaleras, el Monkey se mantiene como trinchera de autenticidad: aquí no hay fórmulas prefabricadas, sino riesgo, comunidad y hambre de lo nuevo. El Puerto vibra de nuevo, y el mono, símbolo indomable de la curiosidad, vuelve a saltar entre sus calles para recordarnos que la cultura, cuando es libre, no necesita jaulas.

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