Microrrelatos SUR V Premio Pablo Aranda: textos del 19 de julio
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Sábado, 19 de julio 2025, 00:29
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Nicolás Cabrera García
La guerra
Farid jugaba en el jardín. Simulaba con sus carritos y muñecos una batalla entre el ejército del oso y la guerrilla del simio. Era una ... lucha pareja: bombardeos, pelotas que rebotaban de un lado a otro, tiroteos, canicas de cristal chocando entre ellas.
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La guerra continuaba. El capitán Farid, leal al ejército, se levantó para ir por un refresco. Entró a la casa y escuchó gritos, sollozos e insultos entre sus padres. Sin inmutarse, agarró un jugo de mora, salió al jardín y comentó:
—Bien hecho, soldados. Que siga la guerra.
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María Rozas Larraondo
Muerte anunciada
Hace quince días que he fallecido. Todo empezó con el fallo de aquel Premio Literario al que concursaba. Cuando abrieron la plica elegida, se encontraron con mi nombre y apellidos. Al ser un desconocido para el jurado, alguien decidió investigarme y descubrió que la red anunciaba mi defunción. Pensaron que era la obra póstuma de un escritor cuya prometedora carrera había tenido un fatídico final, y así, sin contrastar, se publicó en prensa.
Leí la noticia con gran consternación. No todos los días puedes ver tu propio obituario, por lo que decidí recrearme y no decir nada. Ya se darían cuenta, pensaba.
Sin embargo, han pasado dos semanas y sigo muerto. Reconozco que esta situación la creé yo mismo al cancelar mi suscripción a Instagram. A la pregunta de motivos, respondí «fallecimiento», por tocar los cojones. Irónicamente la IA sacó sus propias conclusiones…
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Emmanuel Rodríguez Chocano
Tiempo
Estando de camino a la universidad en el acostumbrado autobús miro a mi alrededor por mero aburrimiento y descubro otras existencias aparentemente diferentes a la mía que me acompañan en este rutinario viaje, sobre todo me inquieta un anciano con sus luengos y grisáceos cabellos que se encuentra a mi lado, y que no deja de mirarme.
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A medida que el viaje va llegando a su final, los pasajeros van bajando y desapareciendo de mi vista a excepción del susodicho anciano. De repente el autobús se detiene en una parada que no estaba programada. Y en ese momento, miro mis manos arrugadas con impotencia.
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Silvia Asensio García
El testigo
Lo sembraron al nacer ella. Creció viendo juegos, secretos, despedidas. Fue la rama donde colgó su diario, la raíz en la que enterró sus miedos. Un día se marchó sin decir adiós. Años después, alguien encontró un brote junto al tronco.
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Nadie lo había plantado. Era su letra, verde, intacta.
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Luis Miguel Jiménez Gómez
La realidad paralela es la realidad
Ella sigue fiel a la prensa en papel, o quizá lo sea al olor a tinta de sus páginas, del que se reconoce adicta. Él, a los digitales y las redes sociales, porque se sabe dependiente del subidón que su lectura le genera. Discuten sobre el daño que produce la desinformación, la que se eleva a categoría con demasiada facilidad a través de seudoperiodistas que quieren ser poder o mediante bulos que circulan alentados por mentes sin escrúpulos, unos ideándolos y otros distribuyéndolos. «Y de camino, hacer negocio», dijo ella. No se ponen de acuerdo, porque hoy la realidad paralela es realidad, como la de ese rato que pasa con él cada día. Al despedirse siempre colorea de carmín la foto de su marido.
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Miguel Ángel Calvo Dueñas
Día de suerte
No le queda otro remedio que ir a revolver entre la basura en busca del décimo de lotería. Lo había tirado por error. El compañero de trabajo con quien lo comparte acaba de llamar para comunicarle que había resultado premiado. Lo estaban diciendo en la radio. Les había tocado el gordo. Una vez sumergido en el interior del contenedor, no le fue difícil localizar su bolsa color violeta. Con la luz de su teléfono móvil rebusca entre la inmundicia. Un espontáneo grito de júbilo escapa de su garganta tras el feliz hallazgo. Es entonces cuando siente su cuerpo levitar, suspenderse en el aire.
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Manteniendo un equilibrio vacilante experimenta la inequívoca sensación de elevarse a las alturas. Es ahora cuando su corazón le da un vuelco, al tiempo que el contenedorle da otro: violento, definitivo, el que lo termina basculando dentro del camión.
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Iván martínez martínez
El hombre de las flores
Se hablaba de un hombre, era un hombre como otro cualquiera, Carisma debiera ser su nombre, el cual era dado a rutinas y costumbres, de bolsillo más bien pobre, pero de vida humilde y noble, era todo en si una caja de dones.
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Y solía dejarse ver portando un ramo de flores y una caja de bombones, pensando y esperando en las inmediaciones de un paso de peatones.
Llegado un día doce, un desdichado y desalmado conductor lo arrolló con su coche. Y cuentan las historias, que, desde entonces, a ese semáforo, acude un pájaro portando rosas, que regala a quien lo cruza más allá de las doce, son doce personas las que escoge, doce personas que se enamorarán esa noche, una noche de desenfreno y goce, los mismos frenos que le faltaron aquella vez a aquel coche.
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Sheila Acacio Andújar
Jubilación
Confieso que me muero por ver el sol; tanto encierro me apaga. La última vez que vi la calle, los niños aún iban al colegio y –solo en contadas ocasiones– me permitían acompañarlos.
Dicen que cerrar los ojos y dejarse acariciar por la luz provoca un cosquilleo en todo el cuerpo, como pequeñas descargas eléctricas. A veces creo sentirlo, o tal vez sea solo la memoria jugando.
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Hoy ha vuelto a llover. Me han sacado, aunque no tenía fuerzas. Me arrastran por calles mojadas, y la humedad cala mis frágiles huesos. No me dejan detenerme ni buscar cobijo. Mi bastón, tan viejo como yo, cruje a cada paso.
Al volver, me dejan en un rincón, en silencio. Me quedo inmóvil, esperando que el frío desaparezca de mis entrañas. Es injusto.
En unos meses me jubilarán. Se olvidarán de mí.
Y entonces me cambiarán… por otro paraguas.
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José Luis Martínez
Maldita carne
Su esposa y su hermano ni la probarían ni tenían intención alguna de catarla. Quizás si la presentaba adecuadamente reconsiderarían su decisión.
Cortó la carne en láminas finas con su navaja suiza y la depositó en una chapa blanca. Después usó su mechero Zippo para cocinar los filetes calentando el metal por debajo. Dejaron de tener un aspecto sangrante y el olor agradó a Mateo. «Espero que no sigan enfadados por tener la idea de venir a ver la Antártida», pensó dubitativo mientras se acercaba a ellos con la comida en la mano.
«¿Sin rencores?», preguntó Mateo
«Está bien», dijo ella, «pero al piloto me lo como yo».
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Isaac Páez
Qué es el arte
Mi hermano es pintor y yo poeta, llevamos quince años sin hablarnos.
Para mi madre el arte es una silla vacía el día de Navidad.
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