Los microrrelatos de SUR del domingo 2 de agosto de 2020

Envía tus microrrelatos a microrrelatos.su@diariosur.es. No existe límite de edad ni ninguna temática obligatoria, sólo hay que cumplir un requisito: no superar las 150 palabras

Sábado, 1 de agosto 2020

Daniel Toulouse

Sirena varada

El agua era su medio, en ella era libre, era grácil, era ella.

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Cada vez que salía del agua la herían. Sabía deslizarse entre corrientes, ... a veces adversas incluso, no era un problema, era más fácil remontar las corrientes que remontar las heridas, las decepciones, las faltas de respeto...

En el agua salían a flote todas sus virtudes que no eran pocas, fuera del agua no sabían verlas. Siempre temió no poder volver a su mar un día. Y ese día llegó, no supo verlo venir y no pudo evitarlo y ahora el agua llora su pérdida. Paso a engrosar una triste lista de sirenas varadas. Pero ellas nadarán eternamente en nuestra memoria. Ellas son ahora el agua en un mar de recuerdos.

(Ni una 'sirena varada' más).

Rosa María García Montes

Perfecta ilusión

De repente surgió el mar y sobre él el arcoíris que les pareció el más bonito del mundo. Saltaron y saltaron sobre las olas, cada vez más alto, chapoteando alegremente una y otra vez, hasta que por fin lo alcanzaron. Cada uno de los niños, bañados en brillantes luces, lo sujetó fuertemente por un extremo y tiraron un poquito hacia abajo, sin dejar de mirarse a los ojos, embelesados con tanta belleza. Y esa franja de colores que surgió cuando los rayos de sol se reflejaron en las gotas de lluvia, formaron el paraguas más lindo que les cobijó el resto de su infancia.

Rosa Martín Cotilla

El mar en mi bañera

No sé qué más puedo hacer para no hundirme en este mar sin sal. Sigo remando y no consigo llegar a la orilla. Haré aguas, estoy seguro que naufragaré sin remedio en mi propia bañera. Es imposible ir a contracorriente cuando tu esposa al otro lado de la puerta te pide que cierres el grifo, que dejes de jugar a los barquitos y que ponga los pies en tierra firme. Pero no quiero quitar el tapón, a lo sumo me pondré uno para cada oreja. Tengo que alinear la flota, La Española se ha encallado en el recodo de mi brazo, mientras a proa una galera inglesa avanza cortando la espuma de las sales de baño. De pronto el mar ha empezado a largarse por el desagüe; sabía que tenía la tormenta encima cuando la vi con la cadena enredada entre sus dedos, y mientras, volvía a hundirme la flota.

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M. Asunción García

Casi tocando el cielo

Me enamoró tu cuerpo, tu sabor a néctar en mis labios, tu belleza pura, roja, dorada, rosa...Y tu aroma que embriaga y libera, como un paseo silencioso y libre por el Ebro que da vida, por la rica vega del regadío, por el verde rojizo de las viñas, por los vistosos cortados de Aradón, por las turgentes curvas de tu silueta en apretadas sombras y bellos amaneceres, casi tocando el cielo...

¡Inimitables Riojas!

Baltasar J. Moreno García

Muerta de risa

Me dirijo al lugar de los hechos. Estoy nervioso: es mi primer cadáver. Accedo al interior de la casa. Observo, sobre el poyete de la chimenea, una botella de Moscatel casi vacía. Miro fijamente la etiqueta.

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-Es de Málaga, señoría.

-Lo suponía.

-Digo que la fallecida es de Málaga.

-Sí, claro.

-El vino, también.

-Lo suponía. ¿Qué tenemos?

-Mujer, no sabemos su edad, al parecer formaba parte del jurado de un conocido certamen literario. No hay signos de violencia. Hemos extraído de su mano derecha una cuartilla con un texto. Es un microrrelato presentado a concurso.

-¿Causa de la muerte?

-Parece ser que murió de risa.

-¿De risa? Explíquese.

-La interfecta presenta mandíbula desencajada y alegría extrema en rostro. Tuvo una buena muerte. Descanse en paz.

-Le tomo la palabra, me voy a descansar. Ah, y envíen de inmediato ese microrrelato al laboratorio, no quiero más desgracias.

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Mireya Jimena Ruiz

Reloj de arena

Pasaban los meses tan lentamente como si de verdad el tiempo hubiera quedado atrapado entre las cuatro paredes de lo que había sido mi querido hogar.

Jorge Jiménez

Caridad

Ricardito se ha hecho mayor. Es muy próximo y muy prójimo. Amigo de sus amigos, duerme en paz cada noche sobre la gravedad de un sedoso Morfeo. Juega al pádel y al golf dos veces por semana. Ejerce, diariamente, un ministerio de bondad infinita. Lee la prensa internacional con ojos de aldeano y sufre en sus adentros los males de este mundo allende su confort. O nos salvamos todos, o no se salva nadie, dice frecuentemente. Sabe que su riqueza es limosna segura, y el pan de algunas mesas define su tahona.

Hoy, anda muy preocupado. Gota, colesterol y propiedades.

Gema Frías Luque

Doble vida

Me sentía el centro de atención ante los ojos de cientos de personas. Me sentía preso alrededor de aquella burbuja que sin querer me protegía como lo hace tu ángel de la guarda.

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Podían cavilar que mi fragilidad era incesante, comparable a la de una asustadiza gallina de corral.

Desolado ante el espejo, me repetía a mí mismo que debía luchar ante todos los obstáculos que se interpusieran en mi camino.

Me había preparado fuertemente para que mi corazón fuera frío como el hielo aunque, en realidad, se comportaba noble y frágil como un pequeño y delicado pámpano.

Miguel Naranjo

Nubes

Las nubes tornaron a cubrir el cielo. Nubes cargadas de melancolía que arrojaban pena disfrazada de lluvia, tormenta y llanto. Llanto que empapa desilusiones, desesperanzas, pero que también riega sueños que algún día germinarán.

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O no.

Y, de repente, se abre el cielo, y un rayo penetra decidido, acariciando mi mejilla y haciendo que vuelva a creer en aquello tan efímero que no duró más que un instante.

O no.

O quizás sí...

Marla

Cruce de miradas

No seas melancólico, no te va. Eres fuerte y ladras como un perro furioso. No busques donde no puedes encontrar nada más que silencio. El conjuro de tus deseos produce sequía... Vuela a otro lugar, un sitio donde el sol acaricie tu mirada y la cruce con otro ser perdido.

Salvador Cortés

Malin y yo

Malin y yo hemos cerrado cada uno su libro; nos hemos mirado; nos hemos besado en los labios. Malin es de Estocolmo; yo, de Málaga. Malin tiene el cabello rubio y ensortijado, la nariz pequeña y gomosa, los ojos azules y la tez muy pálida; yo soy moreno de ojos verdosos. A veces, si hemos salido deprisa de nuestro estudio, hemos confundido nuestros libros: ella ha tomado uno en castellano y yo, uno en sueco; luego, los hemos intercambiado. Hoy, antes de besarnos, descubrimos que hablamos el mismo idioma.

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