El Premio Alcántara reconoce la voz «moderna y viva» de Rocío Rojas-Marcos
El jurado valora su capacidad para tejer «la vida propia con la de todos» en 'Anoche soñé que regresaba a Manderley'. Un galardón, dotado con 6.000 euros, que le impulsa a «seguir peleando con las palabras»
El Premio de Poesía Manuel Alcántara «descubre» a Rocío Rojas-Marcos. Profesora y autora de varios ensayos, la sevillana ha publicado su primer poemario hace ... apenas cinco meses y ahora acaba de ganar el prestigioso galardón con la mayor dotación a un solo poema. «Tengo la sensación de haberme colado en un lugar en donde todos los demás eran más grandes que yo», admitía emocionada Rojas-Marcos tras conocerse el fallo. La vigésimo octava edición del Alcántara de Poesía reconoce la voz «moderna y viva» de la escritora en 'Anoche soñé que regresaba a Manderley', el trabajo que se ha impuesto de forma «unánime» entre más de mil obras recibidas.
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El jurado, presidido por el poeta malagueño Álvaro García, valoró su lenguaje «entendido como una construcción llena de contrapunto» en el que «inserta vida íntima y vida colectiva». Como destacó García, la autora va más allá de la simple expresión personal «y teje vida propia con la vida de todos, insertando cultura, perplejidad, las dudas, el dolor…». El premio, organizado por el Ayuntamiento de Málaga con el patrocinio de la Fundación Unicaja y la colaboración de la Fundación Manuel Alcántara, tiene una cuantía de 6.000 euros.
«Sobrepasada» aún por el reconocimiento, Rojas-Marcos agradeció un premio que le empuja a «seguir peleando con las palabras». «Es un impulso a seguir moviéndome por este terreno en el que las arenas movedizas las llevo pegadas a la suela de los zapatos desde el primer día», declara.
La autora sevillana se reconoce deudora de la poesía de la generación del 50 española. «Ángel González me supone una lectura casi a diaria, lo entiendo como una parte importante de mí». También de toda la generación de la posguerra americana, con William Carlos William a la cabeza, a quien hace un guiño en la obra ganadora. En todos ellos, «la cotidianidad se traspasa hasta la generalidad». «Me interesa cómo a partir de elementos vulgares podemos trascender a entender situaciones más complejas de nuestro día a día y de nuestra vida en sociedad», argumenta la profesora de la Universidad Pablo de Olavides y experta en literatura hispano-marroquí.
Sus versos no son crípticos ni recurren a un vocabulario difícil. «Me gusta que la poesía sea comprensible y visible, que cuando una persona lea un poema mío sepa lo que estoy queriendo transmitirle y sienta empatía», declara. Y eso lo logra con 'Anoche soñé que regresaba a Manderley'. Rojas-Marcos parte de una anécdota personal durante un paseo en bicicleta una mañana de julio tras el confinamiento. «La cadena de la bici se salió y al ponérsela y pedalear sentí la satisfacción de haber superado algo tan pequeño y lo trascendí a poder salir a la calle a que me diera el aire, lo traspuse a toda la sociedad, a la situación que estamos viviendo en todo el mundo», cuenta. El ser capaz de solucionar ella sola ese problema y no haberse dado la vuelta a casa le hizo reflexionar sobre cómo hay que afrontar las cosas: «Hay que ir aprendiendo al momento y poniendo cadenas para seguir pedaleando».
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El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre; la concejala de Cultura, Noelia Losada; el responsable de Publicaciones y Premios de la Fundación Unicaja, Francisco Cañadas; y el presidente de la Fundación Alcántara, Antonio Pedraza asistieron a la lectura del fallo, donde hubo un emotivo recuerdo al desaparecido Pablo Aranda, director de actividades de la Fundación Alcántara. «Marcó una época de integración y de dinamismo, de llevarse bien y hacer equipo«, declaró Pedraza. «Le echamos de menos en las mismas páginas de SUR donde escribía nuestro querido Alcántara», apostilló Losada. «Una persona inolvidable», concluyó el alcalde.
ANOCHE SOÑÉ QUE REGRESABA A MANDERLEY
Esta mañana me manché de grasa las manos.
Iba a dar un paseo, se salió
la cadena de la bicicleta.
Hoy he puesto la cadena de una bicicleta
por primera vez. Y luego he pedaleado,
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he sonreído, me daba el aire en la cara,
y he seguido pedaleando.
Normalmente, hubiese ido pensando cosas como:
Los radios de la bicicleta dejan de girar
si les metes un palo ¿lo sabías? Y te caes de boca
en la rueda de delante, ¿lo sabías?
Pero esta mañana no. He puesto la cadena
me he limpiado las manos con un pañuelo que llevaba
en el bolso y he sonreído.
Hoy es sábado, ha amanecido
fresco, dulce, azul. Hoy es un sábado más
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de un año que avanza a zancadas. Hago la lista de una compra
que no haré hoy porque hoy es un sábado más de una semana más
de un mes que se está yendo sin darme cuenta y solo quiero sentarme
a recordar la cadena de la bicicleta y dejar que pase
Not ideas but things.
Vuelvo a casa en una pringosa inconsciencia
el aire
de maicena de la habitación
me espesa la sangre
tal vez, solo tal vez,
me inyecta la soledad que había olvidado
Tal vez, aunque solo sea
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tal vez
me estoy asfixiando en mi mundo
este.
Y me acuerdo de la cadena de la bicicleta
Time is how to note it down
y de esta mañana, cuando
he anotado ese tiempo raquítico que ya es mío,
he contado cada segundo,
cada décima empleada
en esta nueva manera de mirar a mi alrededor,
de no perdonarle la vida a nadie. O tal vez es todo lo contrario
y ahora ya solo importa tomar nota del tiempo, apuntarlo bien y estar segura de no
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desperdiciarlo.
Atiendo
al zumbido de las tuberías
de esta casa vieja. Me recuerda
dónde estoy:
rodeada de silencio. Ahora
que estoy sola, ahora
que no hay palabras flotando en el ambiente,
las tuberías
me marcan el ritmo, me anudan a mi realidad,
me recuerdan que sigo aquí.
He aprendido a reconocer a tientas
la luz rutilante del fondo
de mi corazón. Es cada vez más débil.
Me escabullo por el pasillo,
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para poder continuar
para poder respirar, para aprender a
ponerle la cadena a la bicicleta.
Aunque a estas alturas cuando voy
por el segundo castillo de naipes derruido,
cuando había rellenado con argamasa las grietas,
vuelve a parecer el engorroso ensayo de una tragedia.
Mientras,
la bicicleta me espera para otro paseo mañana
aunque la canción que se cuela
sigilosa por las rendijas de la persiana
No es perfecta mas se acerca a lo que yo simplemente soñé.
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me zarandea, camicace de ese casi perfecto casi mío
casi algo, casi
lo que podía querer, desintegrándome en moléculas
inservibles, pues ahora, cuando me miro al espejo
veo el vaho, yo
no estoy, me he escurrido por el agujero del desagüe.
Y llega un silencio que aplasta, un silencio
que me encierra de nuevo entre páginas
donde el dolor se controla
cerrando: desfiladeros de palabras
por los que andar de puntillas manteniendo el equilibrio
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del diálogo constante
parecido al repiqueteo de unas campanas
monitorizadas pero ancestrales y he
llorado de ver amor
he llorado por cosas que suelo ignorar
por las distancias insalvables del mundo
por darme cuenta que hay dos clases de gente,
los que van a alguna parte y los que no van
a ninguna: epifanía
desde el silencio de la palabra guardada
de la que apunto para después
y ese después se pasa
y cuando la encuentro, necesita manual de instrucciones
y su silencio es riqueza
y me entero de que los interiores de Manderley
eran los mismos que los de Tara. Todos los hogares se licuan
toda la felicidad todo el miedo apelmazado entre las paredes
y me busco otra vez en el espejo y veo mi Manderley ardiendo
y no recuerdo si fue escenario. Hubo vida real ¿verdad?
Entonces, con la cadena bien puesta
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