Picasso, el 'espagnol' sospechoso del expediente 74.664
La investigadora Anne Cohen-Solal exhuma los informes del espionaje y la persecución de la policía francesa al artista malagueño durante décadas antes de convertirse en héroe nacional
Escribes Picasso en Google y la ristra de adjetivos admirativos superan lo terrenal. Genio y maestro de la pintura del siglo XX y héroe nacional ... francés y español con su propio museo en París. Pero hace algo más de un siglo las cosas eran muy distintas. Incluso opuestas. El joven Pablo era un pintor inquieto de 19 años recién llegado a Montmartre que estaba lejos todavía de ser reconocido y respetado. Su condición de «espagnol» lo convirtió directamente en un tipo dudoso que además hablaba un francés de espanto que desvelaba su origen malagueño por lo que no tardó en ser vigilado tras convertirse en «sospechoso de querer atentar contra la seguridad del Estado», según la propia policía gala que guarda un voluminoso expediente de extranjería con el número 74.664 y el epígrafe «Ruiz Picasso, Pablo». Un dossier de documentos ya amarillos que ha exhumado la profesora Anne Cohen-Solal en el libro 'Un extranjero llamado Picasso', un contundente ensayo con dimensiones de tesis doctoral que, en el año del 50 aniversario de su muerte y en el marco del programa internacional 'Celebración Picasso, ofrecen una imagen lejana a la de ese pintor venerado y enaltecido al rescatar a un inmigrante que fue espiado, perseguido y despreciado en una Francia que tardó en aceptar a este hijo adoptivo.
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El libro
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Título: 'Un extranjero llamado Picasso'
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Autora: Annie Cohen-Solal
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Editorial: Paidós, España, 2023, 632 páginas
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Precio: 32 euros
«En estos documentos no detecto ningún crimen, ningún delito, salvo el hecho de no ser francés. El sello 'ESPAGNOL', en mayúsculas, estampado en ciertos textos indica una diferencia, una exclusión, una sospecha, el estigma», asegura la investigadora de origen argelino y profesora de la Universidad de Milán que mezcla la mirada científica con la habilidad divulgativa para proponer un intrigante relato en el que no faltan policías infatigables, porteras detrás del visillo, denuncias interesadas, robos de cuadros, amistades peligrosas, guerras civiles y ocupaciones nazis. Un compendio que «supura la xenofobia habitual» hacia el inmigrante, reconoce Cohen-Solal, que concluye que durante décadas «las dificultades con las que se encuentra Picasso son las mismas preocupaciones que tienen muchos inmigrantes de nuestra época».
En los centenares de cajas abiertas por la investigadora se construye esa manía persecutoria policial y la biografía alternativa de un personaje llamado a revolucionar la pintura contemporánea del siglo XX. Con apenas 20 años y recién llegado comenzó convirtiéndose en un «anarquista vigilado» (1901) para después afearle que «se expresa muy mal en francés y apenas se hace entender». Durante la primera guerra mundial le censuran que «no prestó ningún servicio a nuestro país», mientras que el estigma de «ESPAÑOL» seguía conjurándose en su contra en informes de 1932. Tras la guerra civil y su sentimiento de pérdida de la patria, Picasso pidió su naturalización como francés, pero el desdén seguía siendo furibundo y la anotación del rechazo de la nacionalidad es contundente: «Debe ser considerado un individuo muy sospechoso desde el punto de vista nacional» (1940).
Para entonces, Picasso ya era un artista internacional, reconocido y cotizadísimo que había retratado el horror de la guerra en la monumental obra 'Guernica' para el Pabellón Español en la Exposición Internacional de París de 1937. En 1941, uno de sus cuadros se vendió por 650.000 francos; al año siguiente algunas de sus obras se disparan por encima del millón y llegan a 1,6 millones de francos. Subastas y reventas récord en las que el pintor no se llevaba nada, al mismo tiempo que algunos de sus lienzos fueron saqueados o quemados por los nazis. Pero todo ese prestigio seguía utilizándose en su contra. En los informes franceses se deslizaba la acusación sin pruebas de evasor de capitales del malagueño al dejar por escrito que su condición como «pintor llamado moderno» le permitía «ganar millones (ubicados, al parecer, en el extranjero)», mientras que durante la ocupación alemana en 1942 fue obligado a 'retratarse' para renovar su residencia: «Declaro por mi honor no ser judío, según la ley del 2 de junio de 1941».
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La conexión materna
El libro también descubre la correspondencia de Pablo con su madre, María Picasso, que mantiene a su hijo informado tanto de los pormenores de la familia, la salud de su padre y de ella misma, la situación económica con insistentes mensajes tranquilizadores para el hijo pródigo, la llegada de cuadros de regalo, y noticias de primera mano de la actualidad de Barcelona y de Málaga –especialmente durante la guerra civil, contando las atrocidades y asesinatos en las calles–, amén de la preocupación de toda madre por las salidas nocturnas de su hijo y cierta pena por lo poco que lo ve, pero siempre con el afecto por delante. Le escribió una media de dos cartas por semana durante casi cuatro décadas, lo que, a juicio de la autora, se convirtieron en fundamentales para la «cohesión familiar» y el «equilibrio afectivo en la vida del versátil artista».
La autora revisa las abundantes cartas de Picasso con su madre María en las que ella le habla de Málaga y de la guerra civil
La alergia política que mantiene Picasso las primeras tres décadas de residencia en Francia se quiebra con la llegada de la República española, de la que no oculta sus simpatías, y explota con el 'Guernica', convertido en el gran símbolo mundial contra los fascismos. La resistencia interna durante la ocupación nazi de Francia y la persecución de sus obras como arte basura puso al malagueño ante el «precipicio». Pero al término de la guerra su figura cambia por completo. Hasta las instancias más conservadoras aplauden la postura comprometida del pintor al que ya no le escamotean adjetivos ni reconocimientos hasta ser aclamado como un «genio» por el propio Estado francés.
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Su paso por el comunismo y su rechazo posterior ya no son un problema. Es acogido como un bienhechor en los pueblos del sur de Francia en los que va residiendo y se organizan exposiciones de descargo como 'Homenaje a Pablo Picasso' (1966). Se hace justicia con su figura, pero el gesto no es gratuito ya que la nueva república gala también mira la rentabilidad reputacional y económica al vislumbrar su posición como heredera directa de Picasso junto a su propia familia: «In extremis y con brillantez, el Estado francés integró así la obra de Picasso, apropiándosela y acomodándola a su propia historia». No importó que el malagueño rechazará ahora los amables ofrecimientos de otorgarle la ciudadanía. El sospechoso «ESPAGNOL» acabó convirtiéndose en un superlativo héroe nacional 'FRANCAIS'.
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