Jiménez Millán, la lucidez entre el desorden

Poesía al SUR ·

Convencido de que en la literatura y en la vida no hay que creerse «los fuegos de artificio», el autor de 'La mirada infiel' escribe contra la desmemoria y la especulación sin límite

Viernes, 15 de marzo 2019, 00:34

Cuando velaba el cuerpo de su padre, Antonio Jiménez Millán recordó un verso de Miguel Hernández: «Tanto penar para morirse uno». Era un día soleado ... de diciembre, como relata en 'Tan de repente': «Tanto trabajo y tanto sentido del deber / para acabar en un vacío / más desolado incluso / que una guerra perdida, / aunque mi padre la ganara». El poema forma parte de 'Biología, historia', su último libro, donde el escritor granadino, residente en Málaga, vuelve a rebelarse contra las tragedias comunes: «Tú nos dijiste que la decadencia, / el desgaste, la muerte, / eran cuestión de pura biología. / Importaba la historia, sobre todo». La enfermedad, los recuerdos, el síndrome de abstinencia por haber abandonado el alcohol y el tabaco («Y todos, al final, / hemos pagado caro los excesos») y la ausencia de amigos y maestros como Juan Carlos Rodríguez acentúan la tendencia a la introspección, a una indagación personal que en la obra de Jiménez Millán, una de las voces más honestas de su generación, adquiere forma de reivindicación colectiva.

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Convencido de que «en la vida y en la literatura / hay que saber guardar las distancias, / no creerse los fuegos de artificio», el autor de 'Casa invadida', nacido en 1954, estableció pronto un compromiso ético alejado de la pompa que rodea a algunos de sus colegas. Comenzó a escribir durante los últimos coletazos de la dictadura, un contexto que continúa marcando su trayectoria. Primero cuestionó la educación recibida, un desafío que abrió un conflicto familiar del que da cuenta en varios de sus poemas, y más tarde se opuso, a través de sus libros pero también de su labor como docente, a la especulación y el capitalismo sin freno. Aunque él mismo fija el inicio de su obra en 'Restos de niebla' (1983), publicado como parte de la mítica revista Litoral, tiene dos libros anteriores: 'Último recurso' y 'Poemas del desempleo'.

Las reuniones secretas contra el franquismo en su etapa como estudiante, el amor y su reverso, el agujero que abre la incertidumbre y un profundo bagaje cultural conforman la arquitectura interior de Jiménez Millán, los temas centrales de una obra que desoye el murmullo de la poesía ensimismada, perdida entre grandilocuencias, para integrarse en el paisaje urbano. Porque el autor andaluz ha crecido entre 'Ciudades', título que escogió para su antología, y por sus versos, curtidos en calles y plazas, bibliotecas y librerías, cruzan inspiraciones tan diversas como García Lorca, Baudelaire, Caballero Bonald, Ángel González, Gil de Biedma o Vázquez Montalbán.

El cambio de milenio lo encontró especialmente lúcido. 'Inventario del desorden', publicado en 2003, incluye algunos de sus poemas más brillantes. En 'Dominio de la herrumbre', dedicado a la memoria de su padre, deja constancia de la brecha generacional: «Ni tú ni yo hemos sido nunca héroes, / aunque tú no dejaras de creer / en verdades sagradas / que ya eran, para mí, palabras sin sentido, / bagajes inservibles, / armas abandonadas / en el dominio ciego de la herrumbre». La primera muestra de ruptura, el cambio del Giménez paterno por Jiménez, ya evidencia la imposibilidad de sintonía entre padre, alférez del ejército franquista, e hijo: «No estoy hablando ahora de apariencias: / empezó a no gustarme / aquel estilo rancio de burgueses / con tufo a sacristía, / sumisos, obedientes, cautelosos».

«Caligrafía del pasado»

Al mismo título pertenecen 'El día de la muerte de Allen Ginsberg' («Después de muchos años, / también puedo decir que he visto / alguna inteligencia consumida / por el alcohol y el tedio, / no sé si los mejores / cerebros de mi generación, / pero sí unos cuantos ilusos») y 'Desde una biblioteca antigua', dedicada a su madre, bibliotecaria en la Universidad de Granada, con quien desaparece la antigua necesidad de ajustar cuentas: «Quién me iba a decir / que esa letra tan clara, / fijada para siempre y repetida / sobre una cartulina amarillenta / podía ser, después de muchos años, / una forma de asombro, / una caligrafía del pasado / que me habla desde el fondo de mí mismo».

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En 'Clandestinidad', publicado en 2011 y reconocido con el Premio Generación del 27, echa la vista atrás para evitar que algunos recuerdos queden enterrados bajo polvo: el miedo, las persecuciones, la represión. «Ha guardado la llave del desván / que esconde un manifiesto / con cubierta roja, / los pasquines, / la prensa clandestina», escribe en el poema que da título al libro, inspirado en 1974. Catedrático de Literaturas Románicas en la Universidad de Málaga, Jiménez Millán es también autor de ensayos y ediciones críticas, además de profesor invitado en Rennes y Aix-en-Provence. En uno de sus poemas sobre la docencia, confiesa: «Quise decirles / que el arte no es distinto de la vida / y a veces nos reserva, / en medio de la noche más cerrada, / una pasión antigua, un gesto cálido / igual que el sol de octubre / a principio de curso». Ahora, cuando le ha visto los colmillos a la muerte, Jiménez Millán reivindica la memoria y este imprevisto sol de invierno: «Me llega una luz cálida: / Hoy sólo quiero celebrar la vida».

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