Aurora Luque, con 'Hambre de libertad', una de sus recomendaciones. SUR
Verano 2020: El libro de mi vida

Aurora Luque «Leer a Juan Ramón Jiménez me enseñó a mirar las palabras por su belleza»

Desde su refugio en lo más profundo de la Alpujarra granadina, esta poeta charla con SUR para hablar sobre los libros de su vida

claudia san martín

MÁLAGA

Lunes, 27 de julio 2020

Aurora Luque (1962, Almería) abraza las palabras de la misma forma que éstas la abrazan a ella: con cariño, armonía, con actitud de regalo. Los ... versos le agradecen ser leídos y escritos, qué menos cuando Luque crea de la nada una vivencia que el lector, en cualquier parte del mundo, hace propia.

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Desde su refugio en lo más profundo de la Alpujarra granadina, esta poeta charla con SUR para hablar sobre los libros de su vida, lo que las letras le inspiran, cómo se refugia en sus páginas para evadirse del ruidoso mundo. En su interior, sólo paz y silencio.

Lo cierto es que Luque no recuerda el primer libro que leyó, pero sí sabe «que una cartilla de escritura de un papel grisáceo» adornada con viñetas la engañó con respecto a la idea del mar: «El dibujo era un acantilado con una rayita de horizonte. Cuando vi el mar de verdad supe que la cartilla me había engañado», reconoce rememorando la inocencia de una niña que se topa con las letras por primera vez y se presentan encantadas de conocerse.

«'La historia de Genji' es como viajar por Japón sin moverse del sitio y sentir cómo tiemblan los amantes»

Y hablando de mar, Luque alza entre los libros que recomienda 'Hambre de libertad. Memorias de una embajadora republicana' (2011), de Isabel Oyarzábal, una lectura fundamental para conocer en palabras de la autora la España del siglo XX. Aunque estas vivencias fueron escritas y publicadas en inglés en 1940, Luque destaca la traducción de Andrés Arenas y Enrique Girón, mostrando estas memorias bajo la parra de su patio.

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Lo cierto es que, más allá de la narrativa, su pasión es la palabra escrita en verso. Luque se recuerda de niña escribiendo sus primeras rimas «candorosamente miméticas hacia los nueve años, medio copiando los poemas de los injustamente despreciados libros de texto», lo que la llevó a descubrir el trasfondo de muchas palabras, lo increíblemente bello que es toparse, por fin, con el significado de un verso a pesar de haberlo releído cuantiosas veces: «Leer a Juan Ramón Jiménez me enseñó a mirar las palabras por su belleza asombrosa y no por su utilidad. De todas formas, en mi casa mi madre jugaba siempre con las palabras: hablábamos al revés, aprendíamos trabalenguas, inventábamos giros, motes, rimas», comenta atesorando los recuerdos de sus primeros poemas que la condujeron a donde hoy se encuentra.

Cuando la lectura se convierte en refugio, no queda otra que leerlo todo, o así lo reconoce Luque, precediendo sus recomendaciones: «No he dejado nunca de disfrutar leyéndolo todo, leyendo cualquier cosa: revistas, periódicos pasados, recetarios, prospectos de medicamentos, vidas de niños santos, ingredientes en los envases, diccionarios, tomos del premio Nobel... Y coleccionaba las palabras extrañas que iba encontrando: 'lapislázuli', por ejemplo», rememora.

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Estas ansias por la lectura la llevaron a toparse con sus libros de culto, 'La realidad y el deseo' (1936) de Cernuda; 'La historia de Genji' (2005), una novela de la japonesa Murasaki Shikibu, que Luque califica como «viajar por Japón sin moverse del sitio y sentir cómo tiemblan los amantes» o la poesía de Catulo y de Safo, una experiencia que lleva al lector a sentir «vida a borbotones», a pesar de que estos versos se escribieron en la antigua Grecia y Roma, queda patente que el amor es atemporal.

Aunque Luque se fotografía en su casa en la Alpujarra con 'Hambre de libertad', uno de los libros que recomienda con fervor es la 'Antígona' de Sófocles, una tragedia escrita originalmente en griego clásico y representada por primera vez en el año 441 antes de Cristo: «La heroína protagonista merece ser conocida por todos. Y se aprende mucho sobre el poder, la tiranía, la justicia, la familia y el amor», expone la escritora sobre esta reconocida obra.

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No se olvida, por supuesto, de los autores que le dieron un vuelco a su corazón, más allá de entrar en títulos. En esta pequeña lista Luque nombra a Esquilo y su teatro, para ella «una hondísima reflexión sobre la ciudad y el poder y a la vez un despliegue de poesía audaz y elevada»; Marguerite Yourcenar que realiza una «mirada sobre la naturaleza, sobre Adriano y el legado clásico» a través de una perfecta y cuidada prosa; Anne Carson, «por la libertad y la insolencia con la que escribe» e incluso Lorca, Virginia Wolf o Garcilaso por ser clásicos que marcan a cualquier escritor.

Esta amante de las palabras elige la tarde y la noche para sumergirse en las páginas. Aurora Luque tiene un verano por delante para seguir releyendo y descubriendo el gran regalo que ofrece la lectura.

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