Málaga, ciudad del 27

Juan José Téllez

Viernes, 13 de junio 2025, 10:33

Cabe preguntarse qué fue la generación del 27. Una promoción literaria que maridó las vanguardias con la tradición lírica. Pero también una atmósfera creativa, un ... estado de ánimo probablemente, que iba más allá de un cumplido conjunto de poetas y alcanzaba a la música, al cine pionero, a las artes plásticas, a la narrativa o a la filosofía. Coincidió a su vez con, como la definiera la veleña María Zambrano, aquella República niña a la que no dejaron crecer. También tuvo mucho de genius loci, de geografía vital, un paisaje necesario. Y, ahí, ciertas ciudades jugaron un papel decisivo. Madrid, por supuesto, donde transcurrió la peripecia biográfica de los artífices de la Edad de Plata. Sevilla, también, con la fotografía icónica que forma parte del marketing literario que aún le presta aliento a su imaginario. Granada, desde luego, bajo el paraguas gigantesco de Federico.

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¿Y Málaga? La ciudad del paraíso, le llamó, como es sabido, el sevillano-madrileño Vicente Aleixandre: «Allí también viví, allí, ciudad graciosa, ciudad honda», escribió nuestro Premio Nobel, respecto al lugar donde creció su infancia del brazo de su madre. La patria chica de Emilio Prados, que se exilió con una Biblia en la maleta, al que regocijaba como ardía su casa familiar, el que regaló su imprenta a los trabajadores y llevaba a sus poetitas, como me contaba el algecireño-malagueño José Luis Cano desde la calle Madrid, de Fuengirola, a merendar al Palo con García Lorca. La del oficio que heredaron Manuel Altolaguirre y Concha Méndez, con las manos llenas de tinta de la colección 'Héroe', hasta desembocar en los talleres titánicos de Paco Cumpián o de Paco Peralto. La de la esencial revista 'Litoral', que resucitó del exilio José María Amado Arniches. La de los veraneos de Dámaso Alonso. La del último confín de Jorge Guillén, a la sombra del Cementerio Inglés.

Dicen los papeles que el Gobierno español ha excluido a Málaga, con su Centro del 27 incluso, de la comisión para conmemorar el centenario oficial de aquel milagro. Lo peor no es que su exclusión sea fruto de la intención sino de la ignorancia. Sin embargo, sus «calles apenas, leves, musicales» llevan siglos de acostumbrado olvido. Y saben que las conmemoraciones pasan y los ministros, también. Pero quienes creemos en la belleza y aún guardamos memoria, no necesitamos centenarios para comprender que, por derecho propio y sin que nadie la nombre, Málaga será siempre ciudad del 27.

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