Jaques y espías: el caso Korchnói
Cuentos, jaques y leyendas ·
Víktor Korchnói fue el primer ajedrecista en huir de la Unión Soviética. Su duelo contra Kárpov por el título del mundo (1978) es aún recordado como el más extravagante de la historiamanuel azuaga herrera
MÁLAGA
Domingo, 28 de marzo 2021, 01:05
Víktor tiene 10 años y duerme tumbado sobre dos sillas. Su abuela, Elena, lo hace en la única cama de la habitación. Y su padre, ... en el diván. A pesar de su corta edad, el pequeño ha devorado mucha literatura: Dickens, Cervantes, Mark Twain, Julio Verne… El frío aprieta en Leningrado, una ciudad que está siendo estrangulada por las tropas nazis. El asedio provoca hambre, tanta que los gatos desaparecen. Una chica llamada Lena Mujida escribe en su diario: «Nunca pensé que la carne de gato sería tan sabrosa, tan tierna». El testimonio conmueve. Víktor echa en falta al gato de su abuela, pero no es capaz de imaginar el drama. El padre de Víktor se marcha para combatir en el frente y, como tantos otros, en el frente se deja la vida y la patria. En marzo de 1941, el pequeño Víktor, ayudado por un vecino, envuelve el cadáver de su abuela en una sábana y arrastra el cuerpo en un trineo hasta llevarlo al cementerio. La tragedia es un monstruo disfrazado de accidente. Víktor se ha quedado solo, ocupa la cama de su difunta abuela y, por las noches, sueña con ser actor, pianista (como su madre) o ajedrecista. Él aún no lo sabe pero pronto se convertirá en una de las figuras más fascinantes de la historia del noble juego.
Publicidad
Al cuidado de su madrastra, Víktor Korchnói volvió a la escuela. En 1946 se proclamó campeón de ajedrez de Leningrado. Empezó a recibir clases de respetados maestros y se entregó por completo a las nociones básicas de estrategia. «El ajedrez puede apoderarse de un niño como una fiebre», escribió. En 1947 ganó el Campeonato Juvenil de la Unión Soviética. ¿Quién es ese joven?, se preguntaba todo el mundo. Y es que Korchnói no cumplía con el perfil del perfecto comunista. Provenía de una familia pobre, muy pobre, sin linajes ni abolengos conocidos. Era hijo de emigrantes, con sangre ucraniana y polaca. En su biografía 'El ajedrez es mi vida y algo más', Korchnói recuerda que con 16 años, en una clase de historia, defendió la idea de que la Unión Soviética había apuñalado por la espalda a Polonia. Korchnói tuvo suerte porque nadie lo delató.
Alexander Tolush era uno de los entrenadores soviéticos con más talento y olfato. Había sido el mentor de Paul Keres, palabras mayores. Cuando Tolush vio jugar a Korchnói, sentenció: «Si me dan a este muchacho, lo convertiré en maestro». Pero Víktor era un joven orgulloso, siempre lo fue, así que eligió progresar por su cuenta. Al poco, Korchnói fue testigo del espectacular avance de Boris Spassky, otro diamante en bruto. Spassky brillaba como un meteoro al cobijo de Tolush. Por fortuna para Víktor, una beca estatal de 140 rublos le permitió abrirse paso, como un peón pasado, por el tablero de la competencia. En 1954 consiguió el tercer puesto en el Campeonato de la URSS, lo que le permitió jugar, por primera vez, en el extranjero. Korchnói viajó a Bucarest y observó que la expedición de ajedrecistas (Furman, Kholmov, Nezhmetdinov y él mismo) iba escoltada por dos entrenadores, un jefe de delegación y un adjunto. El jefe de delegación solía ser un hombre fuerte dentro del Partido Comunista y su adjunto un miembro del KGB. Víktor comprendió entonces que el ajedrez podía ser cualquier cosa menos un juego de niños.
En 1958, con 26 años, Korchnói se casó con Bella, una mujer de origen armenio con quien tuvo un único hijo, Igor. Por esas fechas Mijaíl Botvnínnik y Mijaíl Tal preparaban un duelo de revancha por el título de campeón del mundo. Ambos querían a Korchnói a su lado, en su grupo de analistas, pero Víktor se negó: «Si mi intención es luchar por el título mundial, mi participación en cualquiera de los dos equipos sería como un acto de espionaje». En 1960 Korchnói se coronó campeón de la URSS. Esto le garantizaba jugar más torneos internacionales, pero cada vez que volvía de un viaje y se presentaba ante el Comité de Deportes, donde se rendían cuentas, el jefe de expedición de turno le implicaba en algún enredo. Ir al cine, tomar una copa o visitar el casino eran motivos de reproche. «En general, digamos que yo no era uno de los favoritos de las autoridades», declaró Korchnói. Su relación con el Politburó complicó realmente las cosas. Las salidas al extranjero de Víktor se miraban en el Kremlin con una lupa de aumento y sospecha. Aún con todo, pudo visitar Cuba (1963), donde, como curiosidad, derrotó tres veces al comandante Che Guevara, buen aficionado.
En ajedrez, una «jugada intermedia» es un movimiento que el rival no espera (o no ha calculado) y que desbarata sus planes. Korchnói, experto en posiciones complejas, realizó una de gran calado: se afilió al Partido Comunista. Pensó que este gesto sería visto con buenos ojos; y así fue, al menos por un tiempo. En una segunda visita a Cuba (1966), esta vez con motivo de las Olimpiadas de ajedrez, Korchnói y su compañero Mijaíl Tal abandonaron el hotel donde se alojaban, a hurtadillas, y fueron a un club nocturno. Allí se vieron envueltos en una bronca que acabó teñida de sangre. Tal recibió un botellazo en la cabeza y, sobre todo, la reprimenda del jefe de la delegación. Años más tarde, en otoño del 68, el Comité de Deportes apartó a Tal del equipo olímpico. Korchnói tuvo las agallas de salir en defensa del mago de Riga. De nada sirvió. Fue en ese instante cuando Víktor tomó la decisión más importante de su vida: escapar de la Unión Soviética. Tan solo necesitaba trazar un plan, calcular la mejor variante. Y en eso Korchnói era el mejor.
Publicidad
En 1972, en plena Guerra Fría, el estadounidense Bobby Fischer hirió de muerte el orgullo soviético con su victoria en Reikiavik ante Boris Spassky. El Kremlin reaccionó agitando su extraordinaria estructura de grandes maestros en busca del próximo aspirante, pues el título de campeón del mundo no podía quedar, de ningún modo, del lado de Occidente. El favorito para restaurar el orden natural de las cosas era un joven originario de los Urales, Anatoli Kárpov, quien tendría que superar las distintas fases del Campeonato de Candidatos. Para Korchnói, esta preferencia por Kárpov era obvia: «En contraste conmigo, él representaba a la clase obrera y era obediente con las autoridades». La final del Candidatos se jugó en Moscú, en 1974, y enfrentó a Kárpov contra Korchnói. La televisión nacional retransmitió en directo el combate. Finalmente, Kárpov ganó por la mínima: 12,5 - 11,5. En el otro lado del tablero, Fischer propuso a la FIDE unas condiciones inaceptables y, tras un largo tira y afloja, rehusó a poner en juego su corona, por lo que Kárpov fue proclamado nuevo campeón del mundo.
En 1976, Korchnói ejecutó su plan de fuga. Participó en un torneo en Ámsterdam y aprovechó para visitar al disidente Andrei Amalrik, autor del libro '¿Sobrevivirá la Unión Soviética hasta 1984?'. Amalrik y Korchnói congeniaron de inmediato. Korchnói, por cierto, ganó el torneo casi sin despeinarse y, en la ceremonia de clausura, le preguntó al ajedrecista Anthony Miles cómo se pronunciaba en inglés «asilo político». En lugar de presentarse en la embajada soviética, como estaba previsto, Víktor, plegado al consejo de su nuevo amigo Amalrik, solicitó el asilo. La historia diplomática acabó con Korchnói nacionalizado suizo, puesto que Holanda le permitió quedarse en el país, pero rechazó su solicitud como refugiado político. Pueden imaginar el terremoto que esta jugada provocó en el Kremlin. Korchnói fue declarado un traidor, un enemigo del pueblo.
Publicidad
El relato posterior es bien conocido. El apátrida Korchnói se clasificó para luchar por el título del mundo contra Anatoli Kárpov. El duelo se celebró en 1978 en Baguio (Filipinas) y ha pasado a los anales como el más extraño y polémico de todos los tiempos. Si no fuese por la tragedia humana que encierra, los acontecimientos parecen sacados del guion de una comedia de Blake Edwards. Les resumo. La delegación soviética tenía 18 agentes infiltrados del KGB. Igor, el hijo de Korchnói, fue detenido días antes del inicio de la contienda. Korchnói, en su particular paranoia, se negó a jugar en la silla dispuesta por la organización, al punto que llevó la suya propia, así que el equipo de Kárpov exigió examinarla con rayos X, como medida preventiva. A partir de la cuarta partida, apareció en la sala de juego Vladimir Zukhar, un extraño parasicólogo que «miraba de forma muy intensa» a Korchnói. Para evitar su influjo hipnotizador, Víktor se presentó a las siguientes rondas con unas gafas de sol especiales. Además, «servían para privar a Kárpov del placer de mirarme a los ojos. Los cristales eran espejos donde se reflejaba su propio careto», relató Korchnói.
Pero hubo más. Korchnói protestó de forma muy airada el hecho de que los ayudantes de Kárpov, con las partidas en juego, pudieran llevarle a su protegido ¡un yogur! Para Víktor, no había dudas sobre lo que estaba pasando delante de sus narices: o le estaban soplando, de algún modo, cuál debía ser su próxima jugada o, directamente, «recibía drogas». El árbitro designado, el alemán Lothar Schmid, tuvo que improvisar una suerte de reglamento. Kárpov sólo podría tomar el mismo tipo de yogur, del mismo color y a la misma hora señalada. La escena alcanzó niveles de esperpento cuando Korchnói invitó al auditorio a dos yoguis (Dida y Dada) ataviados con unas túnicas color naranja. Su sola presencia espantó a Zukhar, el parasicólogo. Y ahora fue Kárpov quien protestó. Al parecer, los yoguis pertenecían a la secta Ananda Marga y eran sospechosos de haber cometido un asesinato. En fin, dentro del tablero, no nos olvidemos de ello, la lucha fue emocionante, pero Korchnói se quedó con la miel del triunfo en los labios.
Publicidad
¿Qué hubiera pasado en otras circunstancias? ¿Hubiera cambiado la historia del ajedrez? Le pregunto al periodista Leontxo García, quien conoció a Korchnói y mantiene contacto profesional con Kárpov. Su análisis apunta a una dirección interesante que no suele tenerse en cuenta: «Kárpov estaba en 1978 en la plenitud de su juego. Aún así, Korchnói logró que todo dependiera de una sola partida. Ahora bien, Kárpov también sufría presiones enormes del Gobierno de la URSS para vencer al 'traidor'. En esa tensión extrema para ambos, Kárpov quizá ganó la partida decisiva porque, al ser 20 años más joven, tenía un sistema nervioso más fuerte».
En 1981, en Merano (Italia), Korchnói y Kárpov se cruzaron de nuevo por el título de campeón del mundo, pero el resultado fue aplastante (6-2) a favor de Kárpov. La mujer y el hijo de Korchnói, durante todo el campeonato, seguían siendo víctimas de las represalias del Kremlin. Los intelectuales Jean Paul Sartre, Fernando Arrabal y Samuel Beckett firmaron un telegrama de apoyo a Korchnói en el que se leía: «De tout coeur, avec vous» («De todo corazón, estamos contigo»).
Publicidad
La de Merano fue la última gran oportunidad perdida de Víktor, aquel niño que dormía tumbado entre dos sillas mientras soñaba con ser actor, pianista… o campeón de ajedrez.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión