Cultura de campaña
Se echa en falta una apuesta clara desde las administraciones por alentar y apoyar la creación local y el talento más cercano
Termina una campaña electoral anodina, centrada en el problema de vivienda que difícilmente podrá resolverse en una sola legislatura y que plantea la divergencia entre ... dos modelos de ciudad, el de Francisco de la Torre o el de los otros. Entre todo el ruido mitinero, de nuevo se ha echado de menos la presencia de la cultura en el debate electoral, lo cual no tiene por qué ser bueno ni malo necesariamente, pero sí que resulta llamativo que, en una ciudad que ha apostado tanto por los museos, la materia cultural quede alejada del debate. No hay cultura de izquierdas o de derechas, pero sí puede discutirse la política cultural que, en el caso de Málaga, forma una parte indisoluble del estado de la ciudad.
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En lo que se refiere a la cultura, los políticos suelen dedicarse a la promesa de nuevas infraestructuras y fácilmente se olvidan de que a los contenedores hay que dotarles de un presupuesto digno para desarrollar unos contenidos que sean útiles para la ciudad. El ejemplo más nítido, encerrado en una paradoja que roza el ridículo, lo tenemos en la maldita manzana del Astoria, donde estaba pensado que hubiera «un centro cultural». Se decidió que ese espacio iba a estar dedicado a la danza o a las artes escénicas, por ejemplo, aunque bien podría estar diseñado para albergar cualquier otra cosa. Málaga ha recibido una decena de ofertas para el proyecto arquitectónico, pero se da la circunstancia de que es la segunda vez que se convoca.
Día de la marmota
Este efecto de día de la marmota se sufre en otros espacios y en diversas circunstancias, de forma que algunas promesas electorales son un copia y pega de las que se hicieron hace cuatro años, lo cual podría tener sentido si se está en la oposición, por aquello del don de la insistencia, pero que resulta desalentador cuando quien repite la promesa está en el gobierno. Ahí está el mega proyecto de residencia artística en la cárcel de Cruz de Humilladero o el Auditorio sobre el que se ha dado tantas vueltas que ya parece que no va a llegar nunca, por poner un par de ejemplos. La marmota aparece para quedarse en la eternización de los gestores en sus cargos de poder, que parece que vienen dados de forma vitalicia, y con poco atisbo de cambio generacional. Como no existe un mecanismo de control, el sistema alienta el peligro de que los centros culturales puedan convertirse en cortijos de sus directores.
Los partidos de la oposición han celebrado encuentros con todos los sectores, incluido el cultural, y todos en general han dedicado algún momento en la campaña para tratar este tema. Desde la izquierda se señala a menudo que al sector cultural de Málaga esta explosión cultural que ha vivido la ciudad les ha resultado ajena, condenándolos a la precariedad o a trabajar fuera de Málaga y, aunque sea cierto que a algunos subsectores este boom les ha pasado por encima, no hay malo en trabajar fuera de vez en cuando. Hay pocos creadores que puedan vivir únicamente del trabajo hecho en su ciudad y muchos profesionales de la cultura, entre los que me incluyo, nos habríamos ido a vivir fuera hace muchos años si no hubiera sido por esta culturización de la ciudad. Esto no quita que se eche en falta una apuesta clara desde las administraciones por alentar y apoyar la creación local y el talento más cercano. En esta jornada que se supone de reflexión el cuerpo nos pide aprovechar el silencio electoral, y abrazarnos a la cultura.
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