Flashback

Faltan flores para Jane Bowles

Viernes, 5 de mayo 2023, 23:36

El cementerio histórico San Miguel acogió el pasado jueves un encuentro emocionante. Ese 4 de mayo se cumplían 50 años de la muerte de Jane ... Bowles, quien fuera esposa de Paul Bowles, brillante escritora con poca obra, una vida apasionante y un final desgraciado. La norteamericana pasó sus últimos seis años en Málaga, vino desde Tánger para tratar severos problemas de salud, física y mental, según se dice por el envenenamiento de una de sus amantes, ya que el matrimonio sostenía una relación abiertísima por los dos lados, y falleció internada en clínica de Reposo de Los Ángeles.

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Su tumba, restaurada hace una década por el también difunto Instituto Municipal del Libro, está construida con un mármol negro finlandés que permanece impoluto, se ha convertido en un lugar de culto después de varios acontecimientos que estuvieron al borde de la exhumación, y allí se formalizó este homenaje. Convocados por Alfredo Taján, artífice de un extenso programa de actividades que se organizó en aquel momento, se reunió una selección de escritores, poetas y admiradores de la escritora. Los lectores fueron Francisco Ruiz Noguera, José Infante, Francisco Chica, José Luis Cabrera, Carlos Pranger, Ana Prieto, que leyó un poema propio y otro de Álvaro García, Jorge Agó, José Manuel Cabra de Luna y José Antonio Hergueta, además de quien esto escribe. Al acto estuvo presidido por el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, que apuró hasta donde le permitió su agenda infinita, y una pequeña representación de la oposición en el Ayuntamiento, encabezada por Lorena Doña. Tras la lectura de cartas, poemas y textos dedicados a la escritora, se procedió a la ofrenda floral y, como cierre de este bello recordatorio, la chelista Beatriz Claudio interpretó una pieza musical junto a la tumba.

Málaga no sería lo mismo sin sus visitantes. Málaga respira el aliento que han dejado aquí tantos huéspedes inquietos, trotadores de la moral, viajeros extraordinarios de largas temporadas que vinieron a descubrirnos sin colonizarnos y a abandonarse aquí a una forma concreta de hedonismo. Para estos nómadas, la Costa funcionaba como un hallazgo, un resplandor de luz que rebotaba en el Mediterráneo en una época que todavía era gris, y este territorio, a veces sin memoria, albergó con su loca hospitalidad a personajes geniales atraídos por un ambiente a medio camino entre el delirio y la creatividad y con la promesa de una primavera eterna.

Ese fue el caso de Jane Bowles, que recayó en Málaga por accidente, quizás por una versión sofisticada de turismo sanitario y, pese a que estaba enferma, alternaba períodos de tormento y de calma, recibía a amigos, entre otros a su marido, Paul Bowles, y en sus cortas salidas paseaba por Málaga, se alojaba en el Málaga Palacio y tomaba copas en la cafetería mítica, ya desaparecida, La Cosmopolita. Nuestra cercanía con el Tánger de la época no es meramente territorial. También ha existido una fórmula de hermanamiento que atrapa a las ciudades con puerto, con canallas y con vampiros que salen por la noche.

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