Esperanza Romero en el Ateneo de Málaga. Carmen Barainca

Esperanza Romero, artista: «Soy una luchadora: vivo del ingenio y no me he quemado con el sol»

La malagueña presenta en el Ateneo de Málaga la exposición 'Quimeras y mitos. Grabados y esculturas', desde el 11 de septiembre al 31 de octubre

Carmen Barainca

Sábado, 18 de octubre 2025, 12:18

Más de cuatro décadas después de dejar el prestigioso Royal College of Art de Londres, Esperanza Romero (Málaga, 1956) sigue siendo una artista movida por ... la curiosidad y la necesidad vital de crear. Su exposición 'Quimeras y mitos. Grabados y esculturas', abierta en la Antesala del Ateneo de Málaga hasta el 31 de octubre, reúne 35 piezas que dialogan entre el sueño y la materia, entre el mito clásico y la experiencia íntima. Esculturas en arcilla refractaria bruñidas con terra sigilata y linograbados inspirados en la mitología grecorromana componen un espacio donde lo onírico se vuelve tangible.

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– Su trayectoria comenzó en Inglaterra, ¿cómo recuerda aquellos años de formación?

– Muy joven me fui a Inglaterra, aunque soy malagueña. Iba a estudiar Bellas Artes en España, pero la vida me llevó allí. Tras algunos trabajos ocasionales, entré en la facultad y más tarde hice un máster en el Royal College of Art. Fueron siete años intensos, muy formativos. Destacaba por la creación de moldes con formas imposibles. Allí valoraban el mérito y te apoyaban si veían talento. Me concedieron una beca del Departamento de Cultura británico para montar mi primer taller, y aquello marcó mi camino.

– ¿Cómo fue su primera relación con el arte? 

– Vengo de una familia numerosa, éramos nueve hermanos, yo la pequeña. En casa siempre había movimiento, risas, ruido... Apenas había un lápiz. Pero desde pequeña sentía curiosidad por todo lo que implicaba construir o transformar las cosas. En aquel entorno aprendí que crear era también una forma de estar viva, de expresarse. Y fue con 15 años cuando me interesé de forma más seria por el arte.

– Después regresó a España, pero su obra sigue teniendo una mirada universal.

– Volví en el año 88, tras comprar una casa aquí. Mis contactos seguían en Inglaterra, Alemania y Holanda, pero poco a poco me fui integrando en el circuito español. Siempre he sentido fascinación por las culturas del mundo, por eso ahora quiero desarrollar una serie de mitologías globales: no solo la grecorromana, también la japonesa, la del Caribe o la de los Inuits de Alaska. Es un proyecto que me ilusiona mucho.

– En 'Quimeras y mitos' se percibe ese diálogo entre lo humano y lo simbólico. ¿Qué significado tiene el título?

– 'Quimeras' son sueños, fantasías; y los mitos, las historias que caen por su propio peso. Hay una parte de la exposición más onírica, casi costumbrista, basada en escenas femeninas. Siempre me ha interesado la figura de la mujer, sobre todo en la mitología, donde históricamente ha sido la gran olvidada.

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Exposición 'Quimeras y mitos. Grabados y esculturas', en el Ateneo de Málaga. Carmen Barainca

– ¿Cómo describiría la evolución de su arte a lo largo del tiempo?

– He pasado por muchas etapas. Mis primeras obras eran muy coloristas, vitales, casi con un aire de cómic. Con los años se han ido depurando: menos anécdotas, más forma pura. Busco la «médula del hueso», como suelo decir. La serenidad se gana con el tiempo.

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– La técnica también es muy importante en su trabajo.

– Sí, le doy muchísima importancia. En arte hay una tendencia al «todo vale», pero pienso que detrás de una idea debe haber una base técnica sólida. En mis esculturas utilizo arcillas refractarias bruñidas y acabadas con terra sigillata. En grabado empleo linóleo tallado con gubia. Me interesa la parte de taller, ese proceso que es casi meditativo. Además soy una amantes del volumen.

– ¿Cómo describiría este último año de su vida?

– Intenso y en algunos aspectos complejo. He tenido cinco exposiciones, el fallecimiento de mi hermana y una mudanza. He alquilado mi casa de tres plantas con vistas a la Alhambra para vivir en una cueva construida en la zona cercana al Sacromonte de Granada. Ha sido un año muy duro, lleno de movimiento, pero también de aprendizaje. El arte, en esos momentos, se convierte en un refugio. Me da la serenidad que a veces falta fuera del taller.

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– ¿Cuánto de su vida personal hay en esta exposición?

– Todo. Paso tantas horas trabajando que cada pieza lleva algo de mí. Es mi forma de estar en el mundo, lo que me hace levantarme por la mañana. Cuando llego al estudio me cuesta irme; muchas veces me dan las once de la noche allí.

– ¿Con qué historia de sus piezas se siente más identificada? 

– Con el mito de Ícaro. Porque representa el sueño, la audacia. Ícaro intenta volar, se acerca al sol y se quema, pero antes ha sentido la libertad. Me siento así: una soñadora que no se ha quemado con el sol. En mi caso, sigo persiguiendo el vuelo.

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Representación del mito de Ícaro, de Esperanza Romero. Carmen Barainca

– También habla de equilibrio y de opuestos.

– Sí, hay obras que representan ese diálogo entre contrarios. Una de ellas, por ejemplo, está hecha con dos piezas que se complementan. Una es negra y rugosa, la otra más suave y humana. No luchan, se equilibran. Es una metáfora de cómo los opuestos pueden enriquecerse.

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– A lo largo de la conversación ha mencionado la idea de lucha, de perseverancia.

– Soy una luchadora. Vivo del ingenio, y eso no es fácil. Las instituciones no siempre tienen recursos, así que muchas veces proporcionamos cultura de forma altruista. Pero sigo, porque me apasiona. Es una vida inestable, sin sueldo fijo, pero no la cambiaría por nada. El arte me da la sanidad mental, me calma, me centra.

– ¿Qué la motiva a seguir creando después de tantos años?

– El reto. Me gusta lo desconocido, buscar el límite, empujar la materia hasta donde me deja. Cada obra es un desafío nuevo, y mientras tenga fuerza, seguiré trabajando. Esto forma parte de mí; si no creo, entro en crisis.

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